EL CAMPO GANÓ PERO CUIDA EL MANGO

El productor renovó la chata, pero sin tanta Hilux, Amarok y Ranger

A los empresarios rurales, en general, les ha ido bien en la campaña agrícola precedente. Gozaron de una buena rentabilidad, principalmente gracias a que les aliviaron las retenciones y, como ha sido tradicional en estos casos, muchos destinaron una parte del mayor ingreso a cambiar la camioneta. Se reflejó en el aumento del 41% que tuvieron las ventas de los 8 principales modelos. Pero a diferencia con anteriores experiencias el productor eligió ahorrarse casi 50% del costo de las opulentas clásicas e hizo subir, en su reemplazo, la participación de las camionetas compactas medianas-grandes, como la S10 de Chevrolet y la Fiat Toro. Reforzó el plantel de tractores y maquinaria e invirtió en semilla y laboreo.

Los fierros funcionan como indicador de lo bien o lo mal que le va al campo y en 2017 la aguja se disparó hacia el cuadrante positivo, ya que los concesionarios vendieron 41% más de chatas (camionetas en el argot rural), 51/55% más de tractores y cosechadoras y 36% más de maquinarias agrícolas respecto de 2016.

Fue la respuesta directa del sector a la eliminación de las retenciones instrumentada desde 2016 –salvo en el caso de la soja– junto con una apreciación cambiaria sostenida la que permitió “generar una oportunidad para cambiar granos por fierros (los cuales son activos dolarizados porque la mayor parte de sus componentes son importados) antes de que se dispare (aún más) el tipo de cambio”, según interpretó la publicación especializada valorsoja.

Y si bien el año resultó excepcional para la venta de pick-ups rurales gracias –en buena medida– a la recuperación del poder de compra de los empresarios del agro registrada tras el parate de los últimos años del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, también actuó como sobreestímulo de la demanda una guerra comercial que terminó licuando los márgenes de los eslabones más débiles de la cadena automotriz: autopartistas y concesionarios.

La Asociación de Concesionarios de Automotores (Acara) informó que en 2017 se patentaron 107.724 unidades de las 6 camionetas de mayor uso en el ámbito agropecuario versus 82.685 y 70.398 vehículos en 2016 y 2015 respectivamente, y que dentro de ese crecimiento, proporcionalmente, se impuso la colocación de chatas compactas medianas-grandes en desmedro de las imponentemente grandes.

Así, la Hilux, de Toyota, si bien continúa liderando el segmento, viene bajando del 39,2% de 2015 al 38,7% de 2016 del market share, y al 31,6% el año pasado. La Volkswagen Amarok, de una cuota de mercado del 22.0% en 2016 descendió a 20,8%, y la Ford Ranger declinó de 22.1% a 18,7% en un año.

Como contrapartida, la performance comercial más destacada del año correspondió a la Chevrolet S-10 que, en un entorno ultra competitivo, logró incrementar las ventas para lograr una cuota del 13,0% versus 9,8% en 2016, y la Fiat Toro fue la revelación al superarla inclusive trepando al 14,9% del total, de modo que entre ambas reunieron 28% (aún cuando, en este caso, un problema en el software provocó casos de recalls que nunca llegaron a los medios de comunicación pero sí se conocieron en las redes sociales).

Al subrubro se agrega este año la nueva camioneta de Renault (Alaskan) y en 2019 la competencia se enriquecerá con la aparición de la Mercedes-Benz Clase X.

Ahorro en la inversión

Entre las chatas de mayor porte y las intermedias hay hasta un 50% de diferencia en el precio, en el impuesto, seguro y mantenimiento, mientras la prestación real en cuanto a volúmenes y peso no es tan relevante.

La marca japonesa fue la que más participación sacrificó: 7,1%, la alemana 1,2% y la estadounidense 3,4%, o sea que los modelos más grandes resignaron casi 12 puntos a manos de los de menor porte, y precio, en un contexto de crecimiento del 41% en el total vendido, tomando como base los 8 modelos de camionetas de mayor penetración, según datos de la Asociación de Concesionarios de Automotores (Acara).

El cambio en el market share de las chatas es un indicador de que, si bien el poder de compra del productor se recuperó, lo redistribuye de otra forma a la hora de invertir.

La fuerte recuperación de la demanda y, por ende de la producción, obedeció en gran parte a que el sector fue recuperando la confianza y ejecutó algunas decisiones de inversión que estaban demoradas a la espera de un mejor contexto.

Se reflejó en las ventas de tractores, que superaron los registros de los últimos 13 años y las de sembradoras y cosechadoras vieron su mejor año del último lustro.

Asimismo, en que los productores hayan destinado alrededor de u$s 10.450 millones, que destinaron para la siembra de los 6 principales cultivos del país en la campaña agrícola 2016/2017: soja, maíz, trigo, girasol, sorgo y cebada.

Los datos aportados por la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) destacan que de ese total un 30% fueron aportados por fondos propios y un 70% lo cubrieron el financiamiento de terceros, entre ellos bancos, corredores o proveedores de insumos.

Así, el ciclo superó el récord de 130 millones de toneladas y tanto el maíz como el trigo marcaron producciones históricas, mientras que para la campaña en marcha (2017/2018) las proyecciones también son alentadoras, lo cual lleva a los productores a afinar la puntería con la apuesta.

Dejá tu comentario