LA CRISIS DE MAYO

El problema: La pérdida de credibilidad del Banco Central

Aclaración: tanto Diego Bossio como Marco Lavagna han distribuido copia del proyecto que, en su momento, el Ejecutivo Nacional envió al Congreso con la propuesta de gravar la renta financiera a extranjeros, afirmando que es falsa la acusación de Cambiemos de que fue una iniciativa de la oposición. Más allá de la polémica, terrible el dato que brinda el columnista: un peso de 1970 equivale a 10.000.000 de millones de los de hoy. Y dramática la previsión acerca de la previsible corrida cambiaria en curso: "En el mejor de los casos, si logra ganar la pulseada (lleva el peso a una relación de menos de $22 por dólar y estabiliza la evolución de su valor), tendremos una inflación alta los próximos meses que nos dejará cerca de la del año pasado, 24.8%." Además señala: "De todas formas, pagaremos un costo en menor crecimiento porque parte del financiamiento que se fue no va a regresar." Aquí el artículo completo:

Siempre es valioso que el ministro de Hacienda y el de Finanzas informen sobre el manejo de las cuentas públicas y su financiamiento en un país con un Estado y un déficit fiscal enormes. Sin embargo, nada en la materia había cambiado con respecto a antes de la corrida. La mayoría de los economistas preveíamos que se sobrecumplirían las metas de desequilibrio primario.

De todas formas, es un buen aporte para mermar la percepción de riesgo dar a conocer que el objetivo es un déficit aún menor al que en general esperábamos.

Tampoco es el principal problema lo que está pasando en el exterior. Es lógico que eso pegara en un país que está alejándose muy gradualmente del precipicio de la quiebra de su Estado y Banco Central (BCRA), que fue la herencia recibida por este gobierno. Eso implica que nos hemos alejado poco del abismo y, por ende, un viento externo nos puede empujar a él; pero la corrida fue bastante más fuerte acá que en el resto de la región.

Es obvio que estamos pagando un costo alto por la salida de capitales, miles de millones de dólares, que generó el haber permitido que los legisladores de la oposición incluyeran en la Ley de Reforma Tributaria un impuesto a las rentas financieras de los extranjeros. No discuto si era justo o no; pero todos sabían que no se iban a quedar a que los políticos los exprimieran como a los argentinos.

Conclusión: era previsible la presión cambiaria y, además, una reducción del crédito interno que significará mayores tasas de interés y menos financiamiento para que crezca nuestra economía. Así que esperemos que haya valido la pena. Sin embargo, si bien esto aportó a la corrida en su momento, no es lo que tuvo más peso en las últimas jornadas.

El problema es la poca credibilidad del BCRA respecto a su convicción y capacidad para defender el valor del peso. Luego de una salida exitosa del cepo, la actual gestión viene perdiendo la oportunidad de recuperar la confianza en el peso, una moneda que fue bastardeada a más no poder durante décadas. Desde 1970 hasta hoy se le han sacado 13 ceros. Es decir, un peso de 1970 equivale a 10.000.000 de millones de los de hoy. La situación llegó al extremo que el anterior gobierno nos tuviera que obligar a tener pesos utilizando el cepo, porque nadie confiaba en su pésimo manejo del BCRA.

Lamentablemente, su actual dirección priorizó emitir pesos para licuar los problemas que generaba un Estado excesivo, financiando su déficit. Dándole a la maquinita para aumentar el crédito interno porque el Estado, en sus tres niveles, absorbía la mayoría del financiamiento local, y también para comprar divisas para sostener su valor ante la presión a la baja que generaba la enorme oferta de dólares de endeudamiento público para cubrir el exceso de gasto. Con semejante aumento de la cantidad de pesos y, por ende, de caída de su valor era imposible cumplir con las metas de inflación que se fijaban.

Sumémosle la mala praxis de no hacer nada cuando se caía su demanda, o sea ante las corridas. Entre mayo y agosto de 2017, el BCRA no salió a absorber los excedentes de moneda local y detener su depreciación, reflejada en la suba del tipo de cambio, hasta el momento previo a las PASO. Sonó más a una medida electoralista para evitar votantes asustados que vocación por defender el valor del peso.

El argumento para no hacer nada era que no se trasladaría a la inflación. Un absurdo ya que es cierto que la pérdida de poder adquisitivo de una moneda se observa primero en el mercado cambiario. Pero con ese mismo peso depreciado luego uno va al supermercado y le piden más de ellos por los mismos bienes. Con algo más de paciencia, lo mismo veremos al adquirir servicios.

Conclusión, la inflación anualizada del segundo semestre de 2017 fue de 24,5% contra el 18,5% de la segunda mitad de 2016. O sea, no bajó, sino que subió.

Uno hubiera confiado en que aprendieran de esa experiencia; pero no fue así. A mediados de diciembre, se produjo otra minicorrida contra el peso por la incertidumbre generada por las dificultades para aprobar los proyectos de ley oficiales y la violencia frente al Congreso.

Luego se potenció con el recalibrado de las metas y un Banco Central que en enero decidió emitir más para bajar la tasa de interés cuando la demanda de pesos estaba bajando. Resultado: a fin de ese mes había perdido alrededor del 18% de su valor y quedaba enterrada la meta recientemente recalibrada a un 15%.

Así llegamos a esta corrida, ¿alguien podía creer en la vocación y la capacidad del Banco Central de defender el valor del peso? Por lo tanto, le demandará mucho más esfuerzo recuperar su credibilidad y la confianza en nuestra moneda. En el mejor de los casos, si logra ganar la pulseada -lleva el peso a una relación de menos de $22 por dólar y estabiliza la evolución de su valor-, tendremos una inflación alta los próximos meses que nos dejará cerca de la del año pasado, 24.8%.

Por eso es fundamental que sea sumamente agresivo en buscar que se recupere el peso. Si lo logra y la gente vuelve a confiar en que defenderá su valor, será posible que vuelvan a ahorrar en el país, mejore el crédito y baje la tasa de interés. 

Sin embargo, esto es mucho menos costoso que dejar que la corrida siga. Eso significaría que la salida de capitales (que incluye los dólares que compramos y metemos bajo el colchón) continuará desfinanciando cada vez más la economía y perjudicando su evolución. No hay país en el mundo que pueda crecer y, mucho menos, desarrollarse con una moneda en la que la gente no confía.

Así que mantener la inestabilidad cambiaria que algunos proponen (“dejen destruir el valor del peso”) no sólo podría llevar a una nueva crisis, sino a que perdamos toda la confianza en nuestra moneda y tengamos que sustituirla por otra que maneje alguien que no nos estafe depreciándola como hizo en la mayor parte de su historia nuestro Banco Central.

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