LOS IDUS DE MAYO

El 'stand-by' no es la clave sino el plan de Macri y su ejecución

En el interior del gobierno compiten dos visiones respecto de los alcances de la negociación con el FMI, una realista y otra optimista. Algunos sostienen que el presidente Mauricio Macri decidió avanzar en serio en la reducción de los déficits gemelos para llegar con buenas chances a las elecciones de octubre de 2019; otros, que no serán necesarios ajustes económicos ni reformas institucionales para lograr la reelección. Macri tiene una nueva oportunidad para hacer lo que prometió en la campaña electoral y recuperar la confianza de sus electores. El final está abierto, según el director de Informe Calibar.

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Calíbar). Los antiguos romanos dividían los meses en dos partes aproximadamente iguales; que denominaban idus. Era un momento de buenos augurios y de noticias auspiciosas. El día 15 de mayo marcaba el idus de ese mes.

El 15 de mayo de 2018 el Banco Central de la República Argentina (BCRA) logró renovar el 100% de las Lebacs que vencían ese día, e incluso pudo emitir nueva deuda adicional por una cifra considerable. Como en tiempos de los antiguos romanos, este evento trajo buenas noticias: junto con otras medidas implementadas por el BCRA, se frenó la corrida cambiaria y se puso un nuevo techo al valor del dólar.

Los idus de mayo de 2018 podrían marcar un antes y después en la Argentina. Algunas indicios -por ahora débiles- estarían señalando que el Presidente Macri va en camino de intentar torcer la repetida historia del país de déficits gemelos crónicos y alta inflación, detonantes de las repetidas crisis locales. ¿Será así?

En sus dos primeros años en el poder, Cambiemos mantuvo básicamente los fundamentos de la política económica de sus predecesores: creciente déficit consolidado y su principal consecuencia, una inflación estructural del 25%. La reciente corrida cambiaria fue capeada momentáneamente sólo luego de que el BCRA perdiera reservas imprescindibles y llevara la tasa de referencia al 40% y el dólar a $ 25. Todo ello a pesar de que el gobierno logró disminuir el déficit primario y resolvió algunos problemas graves de la herencia kirchnerista: el default, el cepo cambiario y la grave distorsión de algunos precios relativos.

La necesidad de cubrir el creciente déficit consolidado expuso al modelo a su mayor debilidad, la retracción del financiamiento, lo que provocó la crisis del “gradualismo divergente” que implementó la gestión de Cambiemos durante el primer bienio.

En un reciente artículo publicado en el Informe Calíbar, titulado “Macri: postergar la reelección para recuperar la confianza”, definimos “gradualismo divergente” al método por el cual los resultados de las políticas macro-económicas implementadas divergen progresivamente de las metas anunciadas, volviéndolas incumplibles y obligando a redefinirlas constantemente, como inflación, déficit consolidado, balanza comercial, inversiones productivas directas y crecimiento de la economía, entre otras.

El gobierno de Cambiemos confió en que podría seguir fondeándose a tasas bajas por lo menos durante el primer mandato presidencial. Abandonó el ímpetu inicial de avanzar en un plan de reformas estructurales en la convicción de que los históricos desequilibrios económicos y sociales de la Argentina se resolverían con una lluvia de inversiones que provocaría crecimiento y desarrollo. No sería necesario atacar el gigantesco déficit heredado: el aumento en la recaudación tributaria diluiría el gasto del Estado y la deuda pública, y el gradualismo permitiría alcanzar la felicidad sin mayores ajustes ni cambios de fondo.

Comunicación divergente

Esta visión inicial del presidente Macri y de sus principales asesores también explica porqué el gobierno prefirió eliminar de su comunicación la gravedad de la herencia recibida: no se hablaría de ella sencillamente porque el déficit público y la inflación serían problemas de fácil resolución.

La comunicación gubernamental se impuso sobre la gestión en un intento de disimular el fracaso en el logro de las metas económicas anunciadas y de mantener un gradualismo insostenible.

La escenografía pública montada el 28 de diciembre pasado para anunciar el fin de la independencia del BCRA es un buen ejemplo de la combinación de “gradualismo divergente” en lo económico y en lo comunicacional. El gobierno insistió con la misma estrategia hasta hace poco; incluso no está claro que la haya abandonado del todo.

Por ejemplo, en plena corrida cambiaria un sector del gobierno intentó instalar a través de los medios al asesor estrella de la Jefatura de Gabinete, Vladimir Werning, mentor del episodio del 28 de diciembre, como para señalar que se profundizaría el gradualismo vigente, a pesar de la crisis manifiesta y de que se había anunciado el inicio de las negociaciones con el FMI. La realidad se impuso a la comunicación y Werning tuvo que renunciar.

Mientras el presidente Macri declamaba públicamente la necesidad de avanzar en una fuerte reducción del déficit, su Ministro de Producción proponía tasas subsidiadas para empresas, y su Ministro de Energía anunciaba el congelamiento (o sea, subsidio) para los próximos meses del precio interno del petróleo crudo, a la vez que “invitaba” a las empresas comercializadoras de combustibles a no trasladar a los surtidores el costo de la devaluación.

Finalmente, en la misma dirección la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, y la diputada oficialista Elisa Carrió, ensayan por estos días una vieja fórmula: denunciar públicamente a supermercados e industriales por el aumento de los precios, sin advertir que la aceleración de la inflación es el resultado de la importante devaluación que aplicó el gobierno al que pertenecen.

Hasta aquí estamos ante una vieja historia repetida: el gobierno aumentó el déficit consolidado, y cuando no pudo financiarlo o reducirlo, devaluó.

La reciente crisis cambiaria, la devaluación y la consiguiente apertura al FMI, modificaron brutalmente el escenario y, en especial, la percepción del gobierno, de parte de la oposición, de los formadores de opinión y de los empresarios, de que el gradualismo -ahora en crisis- aseguraría la reelección del Presidente Macri en 2019.

Mauricio Macri es un líder con suerte: sus modelos de gestión y de decisión entraron en crisis un año y medio antes de las próximas elecciones. Puede cambiar y recuperar la confianza de sus dos principales electores: los ciudadanos y los acreedores. De los primeros necesita su voto, de los segundos los fondos para financiar su programa de gobierno.

Es una nueva oportunidad. ¿La aprovechará Cambiemos?

El Presidente Macri ha tomado decisiones correctas en las últimas semanas: anunció que avanzará hacia un importante ajuste (que en Cambiemos llaman “corrección”) para reducir sustancialmente el déficit primario; amplió la mesa chica que tomaba centralizadamente todas las decisiones; incorporó la variable política para buscar acuerdos con la oposición; unificó la coordinación en el Ministro Dujovne para avanzar en la negociación con el FMI y con sus pares del gabinete para reducir el gasto; y reestableció la independencia del BCRA.

Todas las piezas se están acomodando. No está claro todavía cuál será el nuevo equilibrio político y económico que permita sellar un acuerdo con el FMI y aplicar un plan sustentable. ¿El gobierno modificó su matriz de pensamiento y está cambiando de rumbo?

Algunos voceros del gobierno admiten en privado que el Presidente decidió avanzar en serio, que considera “perdido” el 2018, por lo que impulsará este año una fuerte reducción del déficit para llegar a las elecciones de octubre de 2019 mejor posicionado y con muy buenas chances de ganar. Es decir, hacer el ajuste bien y rápido para volver a crecer y recuperar la credibilidad perdida.

En Casa Rosada algunos hablan de un plan que permitirá bajar a 0 el déficit primario y las transferencias del BCRA al Tesoro para diciembre de 2019; y que 2018 cerrará con inflación del 27% y crecimiento del 1% del PBI.

También estaría cobrando fuerza en el gobierno la idea de resolver la deuda cuasifiscal que representan las Lebacs, que al crecer a una tasa del 40% anual se la considera impagable. Se sostiene que la implementación de una especie de Plan Bonex permitiría reprogramar a muy largo plazo los gigantes vencimientos mensuales. Los principales tenedores de estas letras -organismos públicos argentinos y bancos nacionales e inversores locales- serían “invitados” a participar de un canje “voluntario”.

De esta manera, se buscaría que un default selectivo y programado no afecte a los fondos e inversores internacionales, abocados ahora a explorar y participar de otros mecanismos de fondeo al país.

La opinión no es unánime. Otros calificados voceros del gobierno nos han transmitido una visión más optimista: que el FMI financiará los desequilibrios externos de la Argentina por lo menos hasta 2021, es decir, que no será necesario darle tanta velocidad a la convergencia y que, por lo tanto, no se implementarán ajustes ni reformas de fondo, de tal manera de asegurar una cómoda reelección del Presidente Macri.

La visión que subyace entre los optimistas es que, en breve, Argentina será aceptada como miembro de la OCDE y declarada como economía emergente. Además, se sostiene que los países del G20 van a presionar al FMI para llegar a un rápido acuerdo toda vez que el país es miembro y que Macri preside esa organización, cuya reunión internacional plenaria será a fin de año en la ciudad de Buenos Aires.

A pesar de las elucubraciones, expectativas y deseos, la reciente crisis dejó en claro que la superación de la actual coyuntura no depende solamente de los fondos que aporte el FMI sino de la credibilidad y sustentabilidad del plan que presente el gobierno y su cumplimiento efectivo, que permitan recuperar la confianza.

Más que solo buscar un acuerdo “favorable” con la Sra. Christine Lagarde para seguir financiando un gradualismo insostenible, sería auspiciable aprovechar el reciente cimbronazo para comenzar a resolver en serio los desequilibrios crónicos de la Argentina.

Volviendo a los romanos antiguos, la historia recuerda que en los idus de marzo del año 44 a.C. Julio César fue asesinado por sus amigos. El filósofo e historiador griego Plutarco escribió que César pudo haber evitado la muerte de haber confiado en el vidente que le anticipó, ese día, su destino fatal.

El Presidente Macri vuelve a tener la gran oportunidad de avanzar en las reformas fiscales e institucionales de fondo que de una vez por todas liquiden los históricos déficits gemelos de la Argentina, y abrir el camino virtuoso del desarrollo que saque de la pobreza al 25% de nuestra gente y favorezca un crecimiento sostenido y duradero.

Ese podría ser el principal legado del Mauricio Macri; para eso fue elegido.

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