DESPENALIZACIÓN EN EL SENADO

Legislar sobre realidades, no sobre creencias

Si bien muchos suponían que el proyecto de despenalización del aborto no lograría sumar los votos suficientes en la Cámara de Diputados de la Nación, resultó que sí los consiguió. Durante el trámite en la Cámara baja, no faltaron quienes especularon conque no habría votos en el Senado, si es que llegaba a la Cámara alta. Pero esto ha cambiado notablemente durante los días recientes, y aquí hay una muestra de ello. Más allá de las diferencias partidarias, el caso del senador justicialista por Tierra del Fuego, Julio Catalán Magni, es muy similar al del diputado de Cambiemos por Tierra del Fuego, Carlos Gastón Roma: revisaron su enfoque inicial sobre el controversial tema.

Voy a comenzar con una autocrítica. A principios de marzo de este año, cuando el debate sobre la legalización del aborto se anunciaba en Diputados, adelanté mi postura.

En aquella ocasión, en una nota radial dije: “Mi posición sobre el aborto es clara. Estoy a favor de la vida. Mi postura es defender la vida del que no puede hablar”.

Mi argumento no se basaba en otro fundamento que no fuera mi creencia religiosa. Hoy puedo asumir que eso fue un error.

En la misma nota, del 12 de marzo, también aseguraba que mi voto no estaba cerrado, que estaba abierto al debate. Y así fue.

Para muchos de los que venimos del interior, la religión es más que un componente en nuestra educación o crianza. Es una estructura fundamental. Y solemos anteponerla ante más de una circunstancia. Es un conjunto de valores heredados.

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Proyecto ingresado al Senado de la Nación

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Pero en este tema, como en muchos otros, la religión no debe ser parte de la decisión. No me eligieron para ser un senador del pueblo católico. Me eligieron para debatir, apoyar o decidir sobre leyes que tengan como fin beneficiar a un colectivo mucho más amplio y abarcativo que el que pueda contener cualquiera de las religiones.

Con el aporte de los cientos de expositores que fueron dando sus puntos de vista en la Cámara de Diputados, muchos de los que veníamos de posiciones críticas al proyecto empezamos a analizar la oportunidad de expandir nuestros conceptos y nuestras convicciones. Salir del lugar de confort para asumir los riesgos de un cambio de postura. Siempre priorizando la problemática social que implica este tema tan sensible para todos.

En mi caso, por ejemplo, pensé en mis hijas. Me imaginé qué pasaría si alguna de ellas me planteara esta posibilidad. ¿La denunciaría o buscaría las mejores condiciones para que lo haga?

Entendí también que el eje del debate no es aborto Sí o aborto No. Es Aborto Legal y Gratuito o Aborto Clandestino y Pago. Esta no es una diferencia menor.

La evidencia nos indica que la penalización del aborto ha fracasado: no hay menos abortos porque esté prohibido. Tampoco es verdad que apoyar la legalización sea promover la práctica.

Nadie obliga a hacerlo a quienes estén en desacuerdo. Pero quienes están en desacuerdo pretenden obligar a las mujeres a que no lo hagan o lo hagan ilegalmente.

Mientras tanto, la miseria y el drama de las que no tuvieron más remedio, parece no formar parte del debate.

No podemos optar entre aplicarle la rigurosidad del código penal a las mujeres o sancionarlas en nombre de nuestras religiones. ¿Quienes somos para juzgarlas en su desgracia o en el dolor de su decisión?

La penalización del aborto no modificó la voluntad de las mujeres que no desean continuar con una gestación. Solo afectó aún más a aquellas mujeres sin los recursos suficientes para realizar realizar la práctica de manera segura y saludable. La persecución penal sólo las empujó a la clandestinidad. En este contexto, legalizar el aborto también es una cuestión de Justicia social.

El debate llevado a cabo por la Cámara de Diputados en estos casi dos meses, mediante un proceso participativo, abierto, transparente, informativo y plural no puede más que celebrarse.

Se escucharon voces a favor y en contra, con enfoques diferentes como la dimensión bioética, científica, religiosa, jurídica y de Derechos Humanos. E intervinieron oradores con peso político propio, actrices, periodistas, médicos y juristas. A todos ellos, muchas gracias.

El peso de la culpa y la moral religiosa no ha aportado nada nuevo al debate. Eso fue evidente. Los mejores argumentos no se hicieron en nombre de Dios, se hicieron en honor a las mujeres, sus cuerpos y su capacidad de decidir.

Legislar sobre el aborto en Argentina en el año 2018 no supone legitimación para ahondar en argumentos religiosos o en convicciones contrafácticas. Legislar sobre aborto en Argentina en 2018 supone generar política pública igualitaria. Sustraer del campo de la discriminación a las muchachas jóvenes y pobres que son aquellas que han protagonizado la totalidad de la jurisprudencia más o menos progresista de nuestros tribunales. Las mujeres de clase media y alta, resuelven este tema tan clandestinamente como ellas pero con más seguridades para su cuerpo y su salud.

No menos cierto es que son muchas las presiones que se ejercen y se han ejercido sobre quienes participamos de este debate tan importante. Se nos habla en nombre de valores que tenemos, de las vidas que valoramos y de las familias que representamos. Pero todo bajo amenaza.

Este tipo de tratamientos y proyectos no merecen actos de tibieza ni dudas. Merece la plena convicción del camino adoptado. Sin importar las presiones que se nos impongan.

Tampoco hay que caer en la trampa de pensar que con la simple aprobación de este proyecto se resuelve la cuestión de fondo. Se necesita además que en la práctica se de educación sexual en todos los colegios y que el sistema de salud pública funcione correctamente brindando métodos de prevención como profilácticos y anticonceptivos.

Estamos llamados a dar esta discusión para mejorar la realidad de muchas mujeres que vienen pidiendo que se las escuche. Eso es impostergable.

Por eso, por esto y por aquello, he comprendido que para dar debates a la altura de los tiempos, hay que estar desprovisto de prejuicios y estigmas. Hay que mirar de frente a ese enorme grupo social que nos pide coraje para dar este paso. Y decirles: cuenten con mi voto para el resto de sus vidas.

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