JP MORGAN

2020: El año del nuevo 'crack' financiero global

Jaime Dimon, el Nº1 del JP Morgan Chase, dijo recientemente al canal financiero estadounidense CNBC que él podría derrotar a Donald Trump porque, entre otras cualidades -de hecho, es más exitoso que Trump como hombre de negocios, es más millonario y más reconocido por la comunidad de negocios global- afirmó ser más inteligente que el jefe de la Casa Blanca: "Pienso que puedo vencer a Trump porque soy tan duro como él, soy más inteligente que él. Me iría bien. Él puede atacarme todo lo que quiera, no resultaría. Yo respondería de igual a igual”. Inefable, Trump le respondió, atacado en su ego gigante, le respondió destacando su indudable facilidad para los mass-media: "El problema con el banquero Jamie Dimon compitiendo por la presidencia es que él no tiene la aptitud o la inteligencia y es un mal orador y un manojo de nervios. Aparte de eso es maravilloso. Yo he hecho a muchos banqueros y a otros verse mucho más inteligentes de lo que son con mi gran política económica”. Quizás Trump esté despertando a su bestia negra. Pero, por estas horas, hay una noticia mucho menos anecdótica y más trascendente que se originó en el JP Morgan.

Los estrategas del banco JP Morgan Chase han creado un modelo destinado a medir cuándo y con qué gravedad podría llegar la próxima crisis financiera. Pues bien, ese indicador adelantado apunta a que los inversores deberían estar preparados para 2020.

Este indicador, elaborado por economistas de la entidad, vaticinan una recesión menos dolorosa que los episodios pasados. Sin embargo, los bancos centrales no podrán usar los 'chorros' de liquidez que ayudaron a suavizar el duro golpe de 2008, puesto que los balances de estas instituciones apenas están empezando a disminuir y la próxima crisis financiera llegará en poco más de un año.

El modelo de JP Morgan obtiene sus conclusiones en función de una serie de variables, como la extensión de la expansión económica, la duración potencial de la próxima recesión, el grado de apalancamiento de los agentes, las valoraciones de los precios de los activos y el nivel de desregulación e innovación financiera previo al comienzo de la crisis. Asumiendo una recesión de tipo medio, el modelo muestra unas estimaciones de caídas de precios en acciones y bonos mucho más suaves que las de la crisis de 2008.

La corrección de los índices bursátiles en USA será del 20%, se producirá un incremento de la rentabilidad de los bonos corporativos de calidad de 1,15 punto porcentual, una caída del 35% en los precios de la energía (petróleo), junto con una corrección del 29% de los metales. La peor parte podrían llevársela los emergentes cuyas bolsas caerían un 48% y los bonos soberanos de esos países incrementarían su prima de riesgo (respecto a los de USA) en 2,79 puntos porcentuales. Lo que no apuntan estos economistas es la extensión de esta crisis, si bien puntualizan que una corrección de tal magnitud se enmarcaría en una recesión de duración media (alrededor de los 18 meses).

"En todos los activos, estas proyecciones parecen moderadas en comparación con lo que ocurrió en la última crisis", aseguran los estrategas de JP Morgan, John Normand y Federico Manicardi, recordando que durante la recesión y la crisis financiera mundial posterior, el S&P 500 se hundió un 54% desde su pico.

Marko Kolanovic, analista senior de JP Morgan, cree que el gran cambio que se ha producido desde la inversión realizada de forma activa por gestores hacia una gestión más pasiva (a través del aumento de los fondos indexados, los fondos negociados en bolsa ETFs y las estrategias de negociación basadas en criterios cuantitativos) ha aumentado el peligro de interrupciones del mercado bruscas. Kolanovic asegura en una nota que existe potencial para una futura "gran crisis de liquidez".

Esto quiere decir que los inversores que busquen vender en plena caída algunos activos podrían no encontrar una contraparte que quiera comprarlo. Sin embargo, la gestión activa suele protagonizar este papel, comprando grandes cantidades de activos durante las caídas bruscas del mercado.

Kolanovic, subdirector general de JP Morgan, ya se ha aventurado a pronosticar cómo puede ser la próxima crisis que azote a la sociedad y a las bolsas. Los mecanismos que han transformado los procesos de inversión en la última década, como el aumento del trading automatizado y la gestión pasiva, están generando determinadas condiciones para que se produzcan movimientos potencialmente violentos en las cotizaciones una vez que termine el actual mercado alcista.

"Pueden darse descensos muy rápidos y bruscos en el valor de los activos con fuertes aumentos de la volatilidad", señala el experto. En este sentido, las nuevas herramientas del mercado no han sido testeadas en un contexto de recesión económica por lo que es ahí cuando se pueden generar turbulencias de mayor magnitud.

"Si estas fuertes órdenes de venta de acciones, impulsadas por la liquidez, llegan al final del ciclo, creo que puede haber una corrección mucho más significativa e incluso un aumento más grande de volatilidad del mercado", advierte Kolanovic.

"El cambio desde la gestión activa hacia la pasiva, y específicamente el declive de los inversores que buscan valor, reduce la capacidad del mercado para recuperarse de grandes caídas", señalan Joyce Chang y Jan Loeys en el informe. Las cuentas administradas de forma activa solo representan aproximadamente un tercio de los activos bajo administración de fondos, según las estimaciones de JPMorgan recogidas por Bloomberg.

Este cambio "ha borrado del mapa a un gran conjunto de activos que estarían listos para ser comprados a precios baratos y sostener al mercado", según explican Chang y Loeys.

Aunque parezca contradictorio, el desplome de los mercados emergentes significa que los activos en los países en desarrollo se han abaratado este año, ayudando a limitar los descensos desde máximos hasta mínimos durante la próxima crisis y compensando el exceso de apalancamiento, comentan Normand y Manicardi.

Además de la cuestión de la liquidez, Normand y Manicardi señalan que la duración de la próxima desaceleración es un punto muy relevante para conocer el alcance de la misma. Cuanto más dura una recesión, generalmente, mayor impacto tiene en los mercados, como han mostrado los episodios pasados.

"La duración de la recesión es un fuerte lastre para la rentabilidad, por lo que no es extraño que existan grandes preocupaciones sobre la respuesta de los responsables de los bancos centrales y de los gobiernos, que podrían no contar con el suficiente espacio monetario y fiscal para sacar a las economías de la próxima recesión", aseguran.

Los economistas de Bank of America Merryll Lynch (BofAM) también realizaron hace unos meses una simulación de cuál sería el impacto de una crisis. 

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