MARTÍN LOUSTEAU

"Hay $93.000 por argentino/año, ¿cómo es que no alcanza?"

"Una persona que comenzó a trabajar en 1974 y que se jubile el año que viene, habrá vivido el 40 por ciento de su vida en recesión": desolador revelación de Martín Lousteau, diputado nacional por Ciudad de Buenos Aires/Evolución Radical. También: "Si el dólar valiera lo que dijo el jefe de Gabinete acá, en lugar de lo que establece el proyecto de ley de presupuesto, que es también lo que estima el mercado, tendríamos que pagar 66.400 millones de pesos más en intereses de la deuda". En su muy rescatable discurso en el recinto de la Cámara baja, él dijo: " en el Estado hay mucho dinero. El presupuesto para este año indica que hay 93.000 pesos anuales por argentino. Reitero: 93.000 pesos anuales por argentino. Entonces, no es que falte plata, sino que se gasta mal. ¿Cómo puede ser que ese dinero no alcance?". Y una reflexión impactante: "Si uno mira cómo se ejecutaron las partidas del gasto social, ve que la gran privilegiada principalmente y desproporcionadamente es la Ciudad de Buenos Aires, que recibe más que todas las provincias en apoyo a la economía social, al empleo, a los centros comunitarios de desarrollo de la infancia y a los centros educativos comunitarios. ¿Cómo puede ser que reciba treinta o cuarenta veces más que la provincia de Tucumán, que es cien veces más grande?".

Sr. Lousteau.- Señor presidente: en un momento de su homenaje a José Manuel de la Sota, el diputado (Felipe) Solá citó a (J.L.) Borges. A mí se me ocurrió citar al mismo autor en el cuento El otro, cuando dice: “Hubo otra guerra, casi entre los mismos antagonistas. Francia no tardó en capitular; Inglaterra y América libraron contra un dictador alemán, que se llamaba Hitler, la cíclica batalla de Waterloo”.

Digo esto porque me parece que la discusión de hoy también es cíclica. Otra vez nos toca discutir, en medio de una crisis, en medio de la fragilidad, el Estado. Ese es el marco en el que estamos dando esta discusión.

El señor diputado Laspina dio cifras de qué es lo que ha estado ocurriendo con nuestros desequilibrios y cómo se manifiestan. Yo empecé a estudiar Economía en 1989. Desde ese momento viví dos hiperinflaciones, una megadevaluación, el default más grande del mundo, una depresión económica y diez años de recesión. Además, hubo varias devaluaciones adicionales.

Una persona que comenzó a trabajar en 1974 y que se jubile el año que viene, habrá vivido el 40 por ciento de su vida en recesión.

Hace décadas que la Argentina no crece en serio. Desde 1974 el ingreso anual por habitante aumentó el 0,6 por ciento. A ese ritmo, tardaremos 109 años en duplicar el ingreso por habitante.

Por otro lado, en comparación con 1974, tenemos cinco veces más de pobreza, dos veces más de desigualdad, una deuda monstruosa, inflación casi todos los años y una de las presiones tributarias más altas del mundo, sobre todo si tenemos en cuenta que en promedio hemos cobrado el 12 por ciento del PBI en impuesto inflacionario.

Algunos dicen que con crecimiento salimos de esta situación. Pero se crece partiendo de algún lugar. Es como pensar que puedo levitar si me tiro de los cordones; no va a pasar. Esto solo le ocurre a la Argentina. Las crisis que vive la Argentina tienen mucho que ver con un Estado que es mucho más grande, pero a la vez menos productivo.

La discusión sobre el proyecto de ley de presupuesto debería darnos la oportunidad de diagnosticar, establecer prioridades y analizar qué nos está pasando. Pero no es así. No es lo que estamos haciendo hoy. De hecho, las únicas alternativas que se presentan son que la Argentina tenga un presupuesto grotesco o que no se ajuste. Esto fue dicho por quienes tuvieron la responsabilidad de administrar gubernamentalmente la Argentina. Ellos tuvieron más recursos que nunca a lo largo de la historia. Aun así, dejaron un déficit monstruoso e insostenible.

No se puede estar en contra de la deuda, de la baja de gastos y de la inflación al mismo tiempo. Algo hay que hacer. ¿Esto significa que no hay alternativas? Sí, las hay y consisten en establecer las prioridades correctas, eliminar los gastos superfluos y limitar los privilegios. Sin embargo, no es lo que estamos haciendo hoy.

Los presupuestos tienen dos partes: las proyecciones y, a partir de las proyecciones macroeconómicas, los recursos y la asignación a los distintos gastos.

Hace tiempo que la Argentina está mal en lo atinente a las proyecciones. A fines de los '90 se sobreestimaba el crecimiento para generar expectativas. ¿En qué terminó? En frustraciones.

Luego fue al revés: se subestimaba el crecimiento para ser cautos. En los dos o tres primeros años del período comprendido entre 2003 y 2015 se subestimó en un 9 por ciento la cantidad de recursos que iba a tener el Estado. Desde 2007, cuando se empezó a subestimar la inflación, la cantidad de recursos a recibir por el Estado se subestimó en un 32 por ciento en promedio. Es decir que permanentemente un tercio del presupuesto pasaba al costado del debate en el Congreso.

¿Por qué saco a colación la inflación? Porque su impacto es muy importante para lo que decidamos.

Como recién dijo el diputado Alume Sbodio, para 2011 no hubo presupuesto porque en 2010 no se aprobó. ¿Qué ocurrió entonces? Se ejecutó el presupuesto para 2010 y se ajustó a partir de la reasignación de partidas en función del crecimiento de los recursos.  Siendo una época de mucha inflación, la diferencia entre el presupuesto tomado como base para ejecutar y la realidad fue del 72 por ciento a discreción del Estado nacional, independientemente de la decisión del Congreso.

¿Por qué digo esto? Porque la discusión tendría que ser otra ya que presupuesto siempre hay. Si no está el aprobado por el Congreso, se ejecuta el presupuesto del año anterior.

Sin embargo, como decía el diputado Bahillo, cuando se ejecuta el presupuesto del año anterior, hay dos problemas: los recursos excedentes no se utilizan porque hay más inflación y consecuentemente el ajuste es mucho más brutal, o el gobierno tiene un enorme margen discrecional para hacer lo que quiera. Por lo tanto, no es mejor no votar un presupuesto, sino que es peor. Como dije antes, a pesar de que nos parece un presupuesto grotesco, vamos a acompañarlo.

Más allá de eso, queremos discutir otras cuestiones porque vemos errores en las proyecciones. Esto mismo lo dijeron varios diputados y lo sugirió la Oficina de Presupuesto del Congreso, ya que pasa hace muchísimo tiempo. De hecho, en 2014 la pauta inflacionaria del año se consumió en marzo, el dólar quedó viejo en diciembre de 2013, es decir, antes de que empezara a tener vigencia el presupuesto, y el crecimiento fue ocho puntos menor del pronosticado.

En 2018 pasó algo parecido y lo advertimos. El crecimiento será seis puntos menor al pronosticado, la inflación será del triple y el dólar ya vale el doble. Estos errores en las proyecciones no son inocuas. De hecho, la Oficina de Presupuesto del Congreso, a partir de un proyecto de ley de este bloque, estimó que nos equivocamos. Si el dólar valiera lo que dijo el jefe de Gabinete acá, en lugar de lo que establece el proyecto de ley de presupuesto, que es también lo que estima el mercado, tendríamos que pagar 66.400 millones de pesos más en intereses de la deuda.

Ahora bien, cuando vemos la situación en la que debatimos el proyecto y las medidas que se toman, debemos decir que en la crisis de este año, por lo menos en la cambiaria que parece estabilizada, el gobierno no resolvió absolutamente nada. Los dos grandes desequilibrios de la Argentina eran el externo y el fiscal.

Todas estas cuestiones pueden abordarse en contra de la voluntad del gobierno y llevarse adelante por el mercado.

Por un lado, esto ocurre por la brutal devaluación y el impacto social que acarrea y, por el otro, porque la devaluación permite poner retenciones. Una mitad del ajuste realizado para llegar al déficit cero surge del aumento de impuestos. La otra, de la baja de gastos.

Pero la verdad es que se hace con guadaña y no con bisturí; tema que no estamos analizando ahora. No discutimos en qué gastamos y no deberíamos; ni tampoco en qué no gastamos y deberíamos. Digo esto porque en el Estado hay mucho dinero. El presupuesto para este año indica que hay 93.000 pesos anuales por argentino. Reitero: 93.000 pesos anuales por argentino. Cuando uno compara lo ocurrido hace veinticinco años, hay 7.300 dólares más por año por familia argentina. Entonces, no es que falte plata, sino que se gasta mal. ¿Cómo puede ser que ese dinero no alcance?

Obviamente, la corrupción tiene que ver con estas cuestiones. Mucho dinero se va con la corrupción, pero es solamente uno de los problemas. Otro, es la mala asignación del gasto. La corrupción es el grado penal de la inmoralidad, pero las malas prioridades también suenan a inmoralidad.

Daré algunos ejemplos de temas que no discutimos y que deberíamos, si quisiéramos aplicarlos correctamente y ahorrar los sufrimientos de un ajuste a la gente.

El sistema de registros automotores recauda 21.000 millones de pesos por año y cuenta con 1.500 entidades. Al respecto, presentamos un proyecto para estatizarlos. ¿Por qué? Porque es privado, designado a dedo y repartido discrecionalmente. Además, otorga ganancias de miles de millones para los titulares de los registros.

Por otro lado, creemos que hay enormes asimetrías en la distribución geográfica del gasto. ¿Por qué digo esto? Si uno mira cómo se ejecutaron las partidas del gasto social, ve que la gran privilegiada principalmente y desproporcionadamente es la Ciudad de Buenos Aires, que recibe más que todas las provincias en apoyo a la economía social, al empleo, a los centros comunitarios de desarrollo de la infancia y a los centros educativos comunitarios. ¿Cómo puede ser que reciba treinta o cuarenta veces más que la provincia de Tucumán, que es cien veces más grande? Tiene la mitad de la población, pero mucho más con NBI, pobreza o en situación de precariedad.

Se dice que con el ajuste habrá más dinero de los multilaterales disponible. Ojalá sea así, porque la parte del león se la llevó la Ciudad de Buenos Aires. Esto lo digo como porteño, conociendo enormes proyectos.

Debemos tener cuidado de que las penurias de algunos no paguen las exuberancias de otros. Esa es la señal que queremos dar a la gente cuando nos vemos obligados a estas circunstancias.

Tenemos más ejemplos asimétricos. Para mantener el precio ficticio del gas en 7 dólares el millón de BTU en Vaca Muerta, para el caso del no convencional, siendo hoy el precio de 4 dólares, gastaremos 27.000 millones de pesos.

Pasando al impuesto a las ganancias en el caso de los jueces, todavía no se recaudan 10.000 millones de pesos. Al respecto, hace dos años la diputada Carla Carrizo presentó un proyecto.

Hay sistemas previsionales para empleados del sector público. No hablo de las fuerzas de seguridad que merecen un sistema diferencial porque la carrera laboral y de retiro son distintas. Hay jubilaciones que superan veinte o treinta veces el promedio del haber jubilatorio.

Hasta 2007 en la Argentina hubo 180.000 pensiones por invalidez y ahora hay 1.050.000. Uruguay tiene 3 millones y medio de habitantes y tiene 20.000 pensiones. Nosotros deberíamos tener 200.000 o 250.000. Es decir que hay 800.000 de más. Puede ser que se trate de asistencia social, pero no son pensiones por invalidez. Las 800 mil pensiones por invalidez son más que el total de muertos durante la Segunda Guerra Mundial entre Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Polonia, Grecia y los Países Bajos. Esta situación no es normal. Como no tuvimos ese tipo de catástrofe deberíamos ser rigurosos y revisar cómo gastamos el dinero.

La partida destinada a consultoría es de 18.000 millones de pesos. Un Estado enorme con una gran cantidad de empleados y funcionarios gastará 18.000 millones de pesos en consultorías de distinto tipo.

Tal como lo señaló varias veces la diputada Carrizo para apoyo a las ONG ‑donde no hay ningún orden de mérito ni rendición de cuentas‑ se gastan 15.000 millones de pesos. ¿Falta dinero? No, no nos falta dinero, sino que está pésimamente gastado.

En resumen, se destinan 60.000 millones de pesos para pensiones por invalidez, 20.000 millones de pesos para los registros, 27.000 millones de pesos para Vaca Muerta, 10.000 millones de pesos para las ganancias de los jueces, 18.000 mil millones de pesos para consultoría y 15.000 millones de pesos para las ONG. ¿Falta dinero? No, no falta dinero, sino que deberíamos poner las prioridades correctas.

La Argentina, cuando no hace esto a tiempo, termina discutiendo, como lo ha hecho tantas veces, cómo recorta a lo bruto, afectando a quien no debe hacerlo. Estamos convencidos desde nuestro bloque que esto es lo que deberíamos discutir y no es lo que estamos haciendo. No discutimos si hay partidas prescindibles que no afectarían a la población en general.

Si se aprueba o no esta iniciativa, igualmente tendremos una ley de presupuesto para el próximo período porque utilizaremos la norma en tratamiento o la del año en curso. De todas formas, nos perdemos la oportunidad de debatir y discutir más profundamente dónde debemos gastar más o menos dinero y de decirle a la población qué es imprescindible y qué es superfluo. Como nos perdemos la oportunidad de debatir estos temas, no podemos cambiarlos o legitimarlos de cara a la gente y todo esto queda escondido.

Si no queremos repetir los problemas mencionados por el diputado Laspina y que mencioné anteriormente, debemos contar con un Estado sobrio, eficaz y equilibrado, que tenga las prioridades correctas. Afectar las partidas a las prioridades incorrectas es inmoral. Esta es la única manera de no tener nuevamente una crisis y de ampliar derechos de manera sostenible en el tiempo, que es lo más importante. Así construiremos aquello que tanto queremos, que es una sociedad moderna y de iguales.

Si no abordamos la ley de leyes y establecemos cómo y en qué gastamos y cómo recaudamos con mayor rigurosidad, seguiremos teniendo distintas crisis y, en el fondo, no estaremos discutiendo nada. (Aplausos.)

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