ACTUALIZANDO EL SISTEMA

La política por el piso: Las democracias insuficientes

La democracia representativa es cuestionada por quienes le endilgan una cada vez más abultada deuda con la sociedad. Antes que resulte impagable ese pasivo, con riesgo de default, ¿es posible reprogramarla para satisfacer las demandas, algunas propias del siglo 21? El concepto es abordado aquí:

Más de una vez la intrascendencia anecdótica es el mejor ejemplo para describir una realidad.

En este caso fue la marca de las zapatillas del Señor Juan Grabois lo que sirvió para medir su dimensión e idoneidad política.

Se consideró que era una muestra de incoherencia política o ideológica que hubiera criticado a una marca por el mal modo con que trataría a su personal laboral, al tiempo que se lo veía luciendo zapatillas de esa misma marca lo que desencadenó una ola de burlas que, según dijo el propio Grabois en un canal de TV, habría sido desencadenada por Marcos Peña.

Hace tiempo Giovanni Sartori dijo que se vive la época de la “cultura del epíteto” y una forma de hacer política que se viene imponiendo es la de denostar al rival, lo que genera también un clima, cuando menos, de hostilidad social.

Pierre Rosanvallon hablaba de la “soberanía de la obstrucción” y del paso de las democracias representativas a las democracias de la imputación, acusación que la mayoría de las veces se sustenta en epítetos incontestables.

“Juzgar no consiste -tal como lo hace el militante político- en dirigir un mensaje a los demás y comunicar una verdad sobre su situación”, aclara Rosanvallon; y Pablo Moyano lo ratifica plenamente cuando al terminar su declaración indagatoria en una causa penal dijo a la prensa: “…Quedó demostrado en el expediente que no vendo choripanes, que no revendo entradas y mucho menos recaudo la plata de los trapitos", en una palabra se autodeclaró inocente y esa afirmación personal, sin marco ni referencia institucional alguna, es la verdad que debe ser aceptada por la sociedad y por el Juez de la causa.

Personalmente pienso que más bien debemos afrontar la difícil tarea de reconfigurar a la democracia republicana dado que, hoy, institucionalmente, es insuficiente.

Diría, sin contradecir a Rosanvallon, que la gran cuestión política del momento es la “insuficiencia” del sistema democrático tal como lo conocemos, por eso debemos aceptar este viaje, por ahora sin destino que, comenzó a emprender el sistema democrático y que parecería que, al carecer de ideas reconfigurativas, se lanzó en busca de los llamados políticos “antisistema” que en general se adueñaron de la “derecha”.

La izquierda a su vez, tal como lo señala Sergio Berensztein, práctica su modo de ser “antisistema” mostrando su desprecio por las instituciones parlamentarias.

Esta morbosa realidad nos muestra esta orfandad cultural que nos coloca muy debajo de la altura de los tiempos, tal como diría Ortega y Gasset, que nos impide descifrar lo que pasa no solo en el país, sino en la región y en el mundo.

Un primer concepto que debemos recomponer es el de la representación.

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Se supone que nos gobiernan nuestros representantes, elegidos periódicamente. Nuestra Constitución dice expresamente: "El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución”; y agrega que toda reunión de personas que se adjudiquen los derecho del pueblo incurre en sedición.

Esta norma viene de antiguo, desde la Constitución de 1853 cuando la realidad geográfica y social era muy diferente. La distancia entre las ciudades y el analfabetismo eran obstáculos que la política resolvió, en ese momento acertadamente, mediante la norma citada del artículo 22 de la Constitución.

Hoy ese concepto resulta obsoleto y la realidad lo pone a prueba diariamente, pero la actual insuficiencia representativa se convierte en una peligrosa fuerza de obstrucción y potencial de violencia política.

En los últimos años, no más de 20, las sociedades del mundo, no solo de la Argentina, han cambiado radicalmente debido a los sistemas de comunicación y relacionamiento social horizontal y la gente diría que hasta está informada en exceso, razón por la cual siempre su primera reacción es obstruccionista.

La Constitución de 1994 creó el “derecho de iniciativa” o la consulta popular, incluso en algunos supuestos “no vinculantes”, pensando que, de ese modo, se facilitaba la participación social en la elaboración de decisiones fundamentales o cruciales.

Una vez más se confundió el “voto como sinónimo de participación social". Quizás porque aun hoy es fácil “comprar” votos como ocurre en el conurbano bonaerense, sin ir mas lejos.

La reconfiguración debe apuntar a facilitar la participación de la gente en los ámbitos barriales, comunales, laborales y políticos.

La gente no solo debe expresar sus opiniones que en general serán reflejo de sus necesidades sino que, además, debe escuchar y pensar sobre lo que dicen las funcionarios que los representan y hasta qué punto tiene capacidad de persuasión para justificar, legitimar y, en su caso, modificar sus decisiones.

Hoy la tecnología facilita este modo de participación que, obviamente, en un principio será caótico, ya que deberemos aprender a participar.

Para poner fin a esta nota, lo más urgente es pensar en un nuevo Derecho Laboral en el que la persona trabajadora pierda su dimensión clasista de “trabajador”, para convertirse en una suerte de “accionista laboral” con derecho a participación y voto como los accionistas capitalistas.

Como colofón, ¿los “trabajadores de la educación” no tendrían que volver a ser “docentes”?

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