EFECTOS CONDUCENTES INCIERTOS

Cumbre del G-20: inversiones sí, pero en megaseguridad

Los megaoperativos de seguridad del gobierno nacional se superpusieron con los que desplegarán las grandes potencias cuyos líderes top (Donald Trump, USA; Angela Merkel, Alemania; Emmanuelle Makron, Francia; Vladimir Putin, Rusia, y Xi Jinping, China, entre los principales, participarán de la cumbre del G-20, a desarrollarse en la Ciudad de Buenos Aires entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre. La inversión presupuestada a tal efecto ha sido de $3.000 millones (unos US$150 millones al cambio previsto al formularse), más un sofisticado equipamiento militar importado, quedarán pasado el evento como pertrechos para enfrentar la amenaza interna de los piquetes, motochorros, barrabravas, narcos y algunos que otros anarquistas, como la que puso la molotov en la Recoleta y se voló los dedos al hacerse una selfie. De otras secuelas que ayuden a la alicaída economía no hay para hacerse demasiadas ilusiones. Los analistas se conforman con que seamos un escenario no institucional para ventilar las diferencias que complicaron el comercio internacional, como la guerra arancelaria entre USA y China, el cuestionamiento a las instituciones que reglan el comercio transfronterizo, las reciprocidades en materia de libre comercio que exigen las potencias, como Estados Unidos, para entrar en tratados bilaterales, antes que aceptar las normas dispuestas en los subbloques regionales. En esta acalorada discusión en marcha, de final y resultado inciertos, Argentina está en pañales. Sólo participa en acuerdos que comprenden al 10% del PBI global, 5 veces menos que Chile, y muy por debajo de Perú y Colombia. Tiene pendiente redefinir el pacto arancelario del Mercosur con Brasil para recién poder avanzar hacia la Unión Europea. Su inserción internacional se concentra en el agro y la energía. Más allá de esta cumbre del G-20, le puso todas las fichas a negociaciones bilaterales que mantiene con los 2 grandes contrincantes de la conflagración comercial, USA y China, que amenazan derivar hacia presiones cruzadas de ambas para proteger sus intereses.

Los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires que no puedan seguir la recomendación de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, de irse durante el extendido último fin de semana del mes, tendrán que convivir constreñidos por la cumbre del G20, que congregará a líderes de 19 países y la Unión Europea, y atrapados por un gigantesco operativo de seguridad multinacional por el cual no habrá subte ni trenes, ni vuelos de cabotaje; las autopistas y calles estarán vedadas para transitar e invadidas por más de 20 mil agentes de todas las fuerzas federales: Gendarmería, Prefectura, Policía Federal y Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA).

Agentes y funcionarios de Seguridad, Cancillería, Defensa, Modernización y el Poder Judicial fueron capacitados en más de 10 cursos sobre organización, custodia, inteligencia y ciberseguridad en Australia, China, Francia, Israel, Estados Unidos y Reino Unido.

No termina ahí. También forman parte la Policía de la Ciudad, Policía Bonaerense, la AFI, Ejército, Fuerza Aérea Argentina, más 23 equipos marinos custodiando los accesos por mar y ríos, y el generoso aporte americano de un avión y un barco radarizados, que complementan al portaaviones y más de 1.000 guardaespaldas del presidente Donald Trump.

Los jefes de Estado de China, Rusia, Australia, también enviaron adelantados para arreglárselas por las suyas e insertarán, en ese marco, su propio diagrama de custodia personalizada por donde se muevan las delegaciones.

De los $3000 millones que, por lo menos, el gobierno presupuestó gastar en todo el proceso del G20, $1100 millones se afectaron a la defensa y seguridad; $1072 millones costarán los dos días de la Cumbre de los líderes; casi $500 millones estuvieron destinados a los eventos preparatorios en el país, más otros $218 millones a los viajes a las reuniones preparatorias que no tuvieron lugar en la Argentina

Laizquierdadiario publicó que Mauricio Macri había realizado otras suculentas inversiones en la materia, como la compra de 12 aeronaves Texas II por U$S 160,4 millones; 5 aviones de combate SuperEtendard € 12,5 millones.  A lo hay que sumar las 4 lanchas artilladas que adquirió a Israel por U$S 49 millones.

El ministro de Defensa de Argentina, Oscar Aguad, había informado que estaría garantizada la seguridad con los 3 aviones A4 en funcionamiento y que además se encargaron radares móviles que luego serán trasladados a la frontera norte, donde en poco tiempo Fadea (la Fábrica de Aviones, empresa estatal) va a entregar los Pampa 3, a los que se puede artillar y ponerle radares.  

En tanto, mejorsintlc.org recopiló la data de que para la protección del espacio aéreo, totalizaron 6 los aviones supersónicos A4-AR y A4Q que se trajeron y 2 Super Étendard usados que compró a Francia para 12,5 millones de euros, y se trasladará desde Mar del Plata la artillería de defensa aérea; 4 helicópteros bell 412 y 20 helicópteros Bell 412 bimotor; se incorporó un sistema de defensa misilístico RBS70 de la empresa sueca Bofors, que tiene una capacidad defensiva de alto rendimiento con lanzadores de más de 50 misiles dispuestos desde un buque de guerra situado en la costa de la ciudad de Buenos Aires. Estos misiles cuentan con el apoyo de dos fragatas misilísticas, a la vez que radares situados en lugares estratégicos.

Figuran entre el equipamiento buques de guerra y un sistema especial de defensa ante un ataque radioactivo o bioquímico,

Para dispersar manifestaciones se llamó a licitación pública por 180 escopetas, y 15 millones de municiones de goma anti-disturbio; 2.000 proyectiles de gases lacrimógenos y 9.100 chalecos policiales multiamenaza; 6.000 vallas de contención; 2 millones de cartuchos de bala 9 mm; 3.150 juegos de cascos; escudos; máscaras antigas y bastones para policías y gendarmes; 4.900 precintos plásticos de seguridad que se utilizan a modo de esposas para detenidos

Asimismo, se consiguió un sistema para asegurar la seguridad informática.

Podría afirmarse que Buenos Aires estará virtualmente pertrechada y sitiada durante los 3 días que transcurrirán entre los primeros arribos y los últimos que partan de regreso por este gran evento que reúne a líderes de grandes países que albergan a un 66% de la población total, generan 85% de la producción mundial, 75% del comercio internacional y la mayoría de las inversiones globales. Y entre los que están 16 de los 20 principales exportadores del planeta, o 22 de los 30 mayores, o 29 de los mayores 40.

El anfitrión sudamericano de semejante megadespliegue en este año figura anteúltimo en tamaño de su economía, y no se lo encuentra entre los más activos participantes del comercio global ni de los que más inversión extranjera directa reciben.

Todo lo contrario, pero en términos de la relación doméstica concreta, las ventas externas de bienes a miembros del G20 sí lo son: ocupan el 61%, ya que se contabilizaron US$35.718 millones de los US$58.427 millones en total registrados en 2017.

En cuanto a la inversión extranjera directa en Argentina, el 79% del stock acumulado proviene de integrantes del grupo como Estados Unidos de América, España, Brasil, Alemania, Francia, Luxemburgo, Canadá, Reino Unido, México, Italia, Dinamarca, China y Japón, aunque para las naciones del G-20 que en conjunto emitieron IED por US$1.200.000 millones (1,2 billones de dólares), suma que supone 75% del total mundial, la asignación a nuestro país resultó irrelevante.  

De modo que la relevancia del encuentro para Argentina, según el presidente del capítulo Argentino de ISPI (International Society for Performance Improvement, investigador y profesor del Instituto tecnológico de Buenos Aires (ITBA), miembro consultor del CARI y director de la consultora DNI, Marcelo Elizondo, no hay que buscarla en repercusiones directas para la cascoteada economía local, sino en la construcción de un escenario para encauzar las discusiones que se vienen dando en el mundo “de los marcos de referencia para la internacionalidad luego de la pérdida de consensos en materia de comercio transfronterizo, relevancia geoestratégica de las potencias, instrumentos para el posicionamiento de los países y valor de las instituciones internacionales”, enumera.

Y destaca que la reunión en Buenos Aires surge del hecho de que -como ámbito sin mayores formalidades jurídicas, rigideces institucionales, limitaciones procesales- puede constituirse en un espacio adecuado para dar rienda a una agitada discusión mundial que recién se inicia y durará tiempo.

Lo fundamenta en que “los países que logran incrementar su influencia se benefician (si ellos mismos crean un clima local institucional, político, económico y relacional adecuado) facilitando su acceso a flujos de inversiones, apoyo en instituciones multinacionales, consensos para acuerdos económicos o estratégicos, mejor cooperación internacional o inserción en procesos evolutivos internacionales”.

Alejamiento de los tratados

Para la Argentina, en realidad, la inserción en los canales internacionales se fue diluyendo con el correr de los años. Participa en tratados que involucran al 10% del PBI global. Nada más que comparar que Chile lo hace con el 90%; Perú con el 80%, y Colombia con el 50%.

Son proporciones que maneja la Secretaría de Relaciones Internacionales dependiente de la Cancillería, a cargo de Horacio Reyser, quien fijó el Norte comercial en programas como Argentina Exporta para que puedan entrar las Pymes y facilitar la normativa para poder tomar parte de las grandes cadenas de valor reservadas a las multinacionales.

Pero el gran objetivo es ir cerrando un nuevo acuerdo en el Mercosur a partir del recambio presidencial, del subbloque con la Unión Europea y así sucesivamente, porque con esta etapa ya habrá para entretenerse.

Pero también las negociaciones bilaterales con China y con USA tienen importantes fichas puestas. Con el gigante asiático se intenta el ingreso de cerezas, miel, porcinos, pescados y aves, además de una rebaja arancelaria de 20 bienes manufacturados, para cuya aceptación los chinos piden ser incluidos en licitaciones de infraestructura.

A los americanos, que los chinos quieran participar de la obra pública argentina les pone los pelos de punta, en especial porque no se manejan con las limitaciones en la financiación inmanentes a las causas de corrupción que involucran a firmas locales, como sí sucede con los bancos de USA.

A nivel bilateral, sin embargo, avanza el ingreso de carne bovina y de otros 20 productos al Sistema Generalizado de Preferencias, y está bajo revisión la veda que había sido impuesta a la entrada de biocombustibles.

Pero el perfil del modelo económico que administra el presidente Mauricio Macri sólo tiene cabida internacional en agroindustria (carne, soja, lácteos) y energía, en primer lugar, y conocimiento, automotriz y, turismo en términos de balanza comercial y consecuentemente de inversiones.

En el Boletín de la Economía Mundial, que dirige Jorge Remes Lenicov, se describe la mecánica de todos los años, cuando un nuevo país asume la presidencia (Argentina en esta oportunidad), trabaja con la presidencia previa (Alemania) y la presidencia siguiente (Japón) en lo que se conoce como la troika. Así se garantiza la continuidad en la agenda del grupo.

Elizondo recuerda que el G20 se creó en 1999 a raíz de la crisis asiática. Los miembros del G7 decidieron ampliarse e invitaron a otros países desarrollados y a los que están en desarrollo más importantes y/o representativos, con lo que se incorporaron Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Rusia, Sudáfrica, Turquía y la Unión Europea.

Además, España es un invitado permanente de las reuniones, y todos los años el país que preside el foro también elige a otros invitados: Argentina, que tiene la presidencia este año, invitó a Chile y a los Países Bajos.

Remes apunta que el G20 tuvo una gran exposición pública durante 2008/09 cuando se discutieron los lineamientos generales sobre cómo enfrentar la crisis y el rediseño de una nueva arquitectura financiera internacional. Y que sus miembros pudieron avanzar en cómo salir de la crisis: todos concordaron en hacer políticas fiscales y monetarias expansivas, cuando en ese momento el FMI proponía sus tradicionales medidas ortodoxas. Claramente hubo un cambio de visión, más pragmática, que terminó descolocando al FMI y condujo a que éste cambiara de opinión, al menos en las declaraciones.

De todos modos, para garantizar un enfoque realmente global, se lo invita junto a los principales organismos internacionales, como las Naciones Unidas (ONU) y el BM.

La agenda anual incluye más de 50 reuniones, potenciadas por mesas de trabajo y discusiones entre miembros permanentes e invitados. El ciclo concluye con la Cumbre de Líderes, donde se firma una declaración final por la que asumen el compromiso de trabajar y colaborar en los temas tratados.

Esos encuentros se realizan a través de dos niveles: el Canal de Finanzas, que abarca las reuniones entre ministros de Finanzas y presidentes de Bancos Centrales, así como los encuentros de sus segundas líneas y de grupos de trabajo en temas de índole financiera, y el Canal de Sherpas, que en el caso de la Presidencia de Argentina, coordina la Jefatura de Gabinete de Ministros, con la participación de ministerios de distintas áreas. Abarca los temas no financieros, como el compromiso político, la lucha contra la corrupción, el desarrollo, la igualdad de género, el comercio y energía, entre otros.

La génesis, puntualiza Elizondo, se remonta al acuerdo de Bretton Woods que dio nacimiento a 3 organizaciones para regular los flujos financieros y comerciales: Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM) y Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (GATT). Se realizó en 1944, al final de la II Guerra Mundial y en plena Segunda Revolución Industrial.

Pasaron más de 70 años y el planeta es muy diferente: los países de Asia y África se independizaron de sus conquistadores europeos, terminó la guerra fría con la desaparición del bloque socialista, emergió China, se inició la IV revolución industrial (economía digital) y el mundo se ha globalizado aceleradamente.

Tales instituciones de posguerra poco a poco fueron demostrando ser insuficientes a la hora de dar respuesta a las nuevas demandas de la realidad.

Por eso, después de 3 décadas, los grandes países desarrollados (PD) decidieron crear un grupo informal, el G7. Posteriormente, en 1999, y reconociendo los cambios en la relación de fuerzas entre los países, decidieron ampliarse incorporando a países en desarrollo (PED), dando lugar así al G20. Ambos grupos informales dan cuenta de que se requiere una institucionalidad universal y formal diferente, algo que hasta ahora no ha sido posible alcanzar.

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