RIVER VS. BOCA EN EL BERNABEU

Vergüenza

La Superfinal será el domingo 09/12 a las 16:30 en el estadio del Real Madrid. Pero ni Riveer Plate ni Boca Juniors se encuentran conformes. River va a apelar la sanción económica (US$ 400.000 y disputar sin público 2 partidos oficiales organizados por la Confederación Sudamericana de Fútbol) y la pérdida de la localía en la definición del título ante Boca: reclama jugar en el estadio Monumental. Boca acudirá ante la Cámara de Apelaciones de la Conmebol en reclamo del triunfo por decisión administrativa. Mientras tanto, el operativo ya está desplegándose para la oferta de entradas en el Santiago Bernabeu. El asunto, que tan mal ha dejado a la imagen argentina, en especial la de su fútbol profesional, merece más reflexiones.

Vergüenza es el sentimiento generalizado que sintetiza lo ocurrido en el anunciado “partido del siglo”. Pasamos del orgullo a la incredulidad pasando luego a la bronca para finalizar en aquel sentimiento inicial.

Orgullo por ver que un acontecimiento de esa naturaleza iba a ser televisado a países remotos, que el propio presidente de la FIFA, Gianni Infantino, viajaba por pocas horas a Buenos Aires para asistir, así como los titulares de federaciones de fútbol de todo el continente, llevándonos a creer, tal como tantas veces ya, que éramos el centro del universo.

Incredulidad por lo ocurrido, por no entender cómo es posible que el ómnibus de Boca Juniors quedara a merced de unos marginales inadaptados, sin nadie que lo protegiera y, aún más, que la represión haya afectado con sus gases a los propios protegidos. Que no haya ocurrido alguna demora para apresar a una madre que ató bengalas al cuerpo de su hija y que la condenaran en tiempo récord pero que no se pueda siquiera identificar a los violentos que actuaron no en un ámbito privado sino en una esquina concurrida llena de cámaras de seguridad.

Bronca por la frustración y la utilización de la gente, tanto que concurrió como la que dispuso su tiempo para verlo por la tv por largas horas hasta tener una decisión final (la suspensión) que no ameritaba tener a la gente en vilo por largas horas con detalles tales como dejar sin agua a los baños del estadio obligando a los concurrentes a pagar para hidratarse.

Vergüenza como sociedad por tan siquiera poder organizar un partido de fútbol sin hinchas visitantes (la Argentina es el único miembro de los 211 que tiene FIFA que impide la concurrencia de visitantes) y con una dotación de policías contratados de magnitud. Vergüenza que un país vecino brinde las seguridades que nosotros no podemos garantizar.

Esta sucesión de faltas de respeto, es lo que el ciudadano percibe diariamente cuando le coartan su libertad de movimiento en las calles, cuando paros sorpresivos le generan perjuicios, cuando permanentemente se cambian las reglas de juego dejando que sea sólo el capital especulativo o los políticos oportunistas los que siempre ganan.

La imprevisión deja al ciudadano con una sensación permanente de desprotección. ¿Cómo es posible que suceda esto en un partido sin visitantes y con tanta policía que incluso supera en número a la que se dispone en un mismo turno para una ciudad con 300.000 habitantes? La respuesta lamentablemente se vincula no sólo a la incompetencia sino a la especulación respecto a intereses espurios que motivaran los hechos. La disputa entre la Federal y la Policía de la Ciudad; los negocios de los barras ligados a intereses policiales y dirigenciales de los clubes, son algunos de los supuestos que se han ventilado.

Los ciudadanos se sienten cada vez más convidados de piedra y aún peor usados por pequeños y oscuros grupos de poder lo que lo lleva a una suerte de nihilismo y falta de compromiso con el bien común. La certeza de que el poder no reside en la gente ni siquiera en sus representantes potencia el individualismo y la sensación de desprotección al no existir un contrato social básico que se expresa en el respeto por la ley. En todas partes hay marginales, insanos y corruptos, no en todas partes existe impunidad. Esta anomia impulsa una ética del naufragio (sálvese quien pueda) que deja en el olvido a la ética de la solidaridad.

Si este postergado partido terminara jugándose en otro país tal como se especula no haría más que potenciar este sentimiento de vergüenza ya que la comparación cada vez menos habitual pero todavía vigente con países denominados desarrollados (¿Alguien sigue creyendo que somos europeos en América?) queda cada vez más en el olvido para intentar acercarnos al menos al nivel de certezas que ofrecen nuestras naciones hermanas del continente.

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