CRISTINA, LA CÁMPORA Y OTROS TRANSVERSALES

La obsesión es "tener el control" porque son "el futuro" (que atrasa)

Ellos dicen que marchan rumbo a la victoria y que cambiarán definitamente la historia. También lo dijo alguna vez Muamar el Gadafi... Mucha épica y exceso místico en el Cristinismo. Por ahora funciona pero...

por CLAUDIO M. CHIARUTTINI

 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). El clima y la acción de campaña invade la Casa Rosada y los actos y las decisiones que se toman son dirigidas

> a seducir electores potenciales,

> ocultar las internas que sacuden al kirchnerismo,

> encubrir los escándalos oficiales y

> tapar la distorsiones macroeconómicas que abundan en el mítico Modelo K que el marketing oficial trata de imponer.

 
Cualquier lectura lineal o inocente de las acciones del Gobierno llevan a análisis equivocados y decisiones erróneas, como las que realizan los opositores, demasiado ocupados en luchas internas inútiles que desgastan a las figuras de cada agrupación pero las mantiene entretenidas, mientras la Casa Rosada construye poder y prepara el escenario para realizar la campaña electoral que más le conviene y más beneficio le dará.
 
¿Los focus group dicen que el luto de Cristina Fernández, viuda de Kirchner, ya es contraproducente? Entonces, la Presidente de la Nación comienza el lento proceso de recuperar los colores en su vestimenta.
 
¿Pelear con USA atrae a todo un universo de votantes jóvenes de izquierda que podrían irse hacia Elisa Carrió, Proyecto Sur o el Partido Socialista? Entonces se mantiene caliente la disputa con Washington mientras se ignoran las señales de fastidio del Departamento de Estado, un fallo negativo de la Suprema Corte estadounidense a favor de los fondos buitres y un nuevo revés en las negociaciones con el Club de París.
 
¿Permite ganar votantes la persecución solapada a la vieja guardia sindical peronista? Entonces el Gobierno hace un guiño a la jueza Wilma López y el titular de la Unión Ferroviaria, José Pedraza, termina preso, envuelto en una causa de asesinato, otra por intento de soborno contra una Cámara de Apelaciones en lo Criminal y por negocios espurios con empleados tercerizados.
 
Desde la muerte de Néstor Kirchner, Cristina Fernández está convencida que la continuidad en el poder, sea kirchnerismo o cristinismo, se encuentra en manos de los votantes jóvenes. Entonces se organiza un gran acto con La Campora en Miramar, ciudad de los niños, se deposita sobre ellos el futuro del oficialismo y se les reclama una militancia propia de los ‘70, que hace recordar, demasiado, a cuando Juan Domingo Perón alentaba, desde Madrid, a Montoneros y la Juventud Peronista a encabezar “la Resistencia” para así volver a la Argentina.
 
Cristina Fernández sabe que tiene que apoyarse en los gobernadores amigos (aunque ellos desdoblen las fechas de las elecciones) y hacer crecer a las oposiciones aliadas para sostenerse en la Casa Rosada. Por eso, viaja a Catamarca y lo hará a Chubut, pese a que sus candidatos deben enfrentar elecciones difíciles. Además, promete ir a Salta, a pesar de que Juan Manuel Urtubey le habría dicho, durante el reciente viaje al Golfo Pérsico, que no será su compañero de fórmula.
 
Incluso, la Casa Rosada acepta, con enojo, que Agustín Rossi y Rafael Bielsa realicen pésimos cierres de lista en Santa Fe, porque no tiene suficiente autoridad para obligar al presidente de la bancada del Frente para la Victoria en Diputados y al ex canciller a obedecer las órdenes de la Quinta de Olivos. Con Néstor Kirchner vivo no ocurría...
 
Lo mismo sucede en Córdoba, donde la Casa Rosada necesita un acuerdo con José Manuel de la Sota, pese a que en las últimas 2 elecciones intentó empujar candidatos propios sin suerte, confirmando que en los liderazgos territoriales es mejor negociar con un mal candidato antes que probar con postulantes que ofrecen sólo fidelidad y nada de poder real.
 
Por eso, el acoso que la Casa Rosada impulsa contra Daniel Scioli puede ser suicida dado que se está empujando al gobernador a una ruptura en la creencia que puede domesticarlo por la fuerza, cuando no lo logró ni en Santa Fe, ni en Córdoba, ni en Chubut, ni en Catamarca, ni en Salta.
 
Desde la demanda, nunca satisfecha, para que Daniel Scioli apoyara efusivamente el proyecto reeleccionista de Cristina Fernández, que en lenguaje peronista implicaba renunciar a cualquier tipo de candidatura a nivel nacional; la Casa Rosada ha presionado al gobernador de Buenos Aires con

> la baja en la imputabilidad de los menor que delinquen,

> las “listas colectoras” y, ahora,

> con la política de seguridad provincial y las dos personas que encabezan la lucha contra la inseguridad: el ministro Ricardo Casal y el jefe de la Policía Bonaerense, Juan Carlos Paggi.

 
En el choque entre cristinistas y peronistas en la provincia donde debe pelearse la Madre de todas las Batallas electorales, Daniel Scioli lleva ventaja: nunca apoyó la reelección de Cristina Fernández, mantuvo su idea de bajar la edad de imputabilidad de menores, las “listas colectoras” no fueron aprobadas todavía por el PJ y Ricardo Casal y Juan Carlos Paggi se mantienen, por ahora, en sus cargos.
 
Incluso, desafiado por el cristinismo ligado al Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Daniel Scioli anunció el jueves 24/02 que enviará a la Legislatura provincial un proyecto de Ley de Reforma Electoral para Buenos Aires y otro para bajar la edad de imputabilidad de delitos para menores, confiando que sus diputados y senadores, con la colaboración de los Barones del Conurbano y la oposición, frenará los intentos de la Casa Rosada de imponer las “listas colectoras” y defenderá su política de seguridad.
 
Si bien el Gobierno saldrá a buscar voto por voto para lograr imponer las “colectoras”, la euforia que envuelve a la Casa Rosada (todos convencidos que Cristina Fernández va a la reelección y que puede ganar en la 1ra. vuelta) no les permite pensar en el efecto que puede tener para los planes oficialista una ruptura con Daniel Scioli y con los Barones del Conurbano.
 
Creer que con los jóvenes movilizados por La Campora se puede ganar una elección es una fantasía (lejos está de ser la heredera de la “Gloriosa JP”). Pero también lo es creer que el aparato asistencialista armado por el ministerio de Desarrollo Social puede perforar la estructura punteril de los Barones del Conurbano y de Daniel Scioli.
 
En este escenario, es clave la “rama sindical” que encabeza Hugo Moyano:

> la prisión a José Pedraza,

> la intimidación sobre Gerónimo Venegas,

> el abandono de Juan José Zanolla y

> la amenaza sobre 90 obras sociales que son investigadas por las irregularidades en el pago de subsidios de medicamentos

pueden vaciar la estructura de poder que controla el camionero.

 
Cuando faltan pocos días para que se inicie el período ordinario de sesiones en el Congreso Nacional, la verdadera pelea por el poder se mantiene dentro del oficialismo y tiene como eje la pugna entre la Cristina Fernández y Daniel Scioli, mientras la oposición, se desgasta.
 
Pero la concepción setentista del Frente para la Victoria obliga a Cristina a mantener la presión sobre todos los factores de poder del escenario político.

Por eso relanzaron el viejo “Plan Productivo Nacional”, que en 2007 anunciaron Néstor Kirchner y Felisa Miceli, ahora rebautizado con el nombre de “Plan Estratégico Industrial 2020”, buscando liderazgos empresariales cercanos al Gobierno para vaciar a la Unión Industrial Argentina y crear una entidad patronal oficialista, como lo hizo José Ber Gelbard con la Confederación General Económica (CGE).

 
El silencio no es indicación de inacción en la administración cristinista. Nadie habló de vaciar la UIA, pero es una intención clara del Gobierno, como destrozar al Grupo Clarín. Hay que recordar que la Presidente de la Nación no habla más del holding que encabeza Héctor Magnetto desde horas antes de la muerte de Néstor Kirchner. Pero eso no implica que cese la presión sobre las actividades del multimedios.
 
En ese sentido, la Mesa de Enlace, la UIA, el Grupo Clarín, los bancos, la Bolsa de Comercio, "los Gordos” de la Confederación General del Trabajo y los Barones del Conurbano tienen algo en común: para el cristinismo son representantes y representaciones de una Argentina que debe quedar en el pasado, con la idea de que ellos son el futuro.
 
Por eso, citan en al Banco Nación a los industriales beneficiados por las Licencias No Automáticas, los hacen formar fila en la puertam como si fueran “coleros” que están comprando US$ 100 para revender en una “cueva” y les dicen que no deben aumentar los precios con metáforas infantiles y poco técnicas como “no cacen en el zoológico”.
 
Así, el Gobierno, que dice defender 600.000 puestos de trabajo, que espera reducir importaciones por US$ 6.000 millones y que busca cuidar el superávit de la balanza comercial, usa un acto público (otro más) para basurear a los empresarios beneficiados por la Licencias No Automáticas y para retarlos como hacía el demonizado Domingo Felipe Cavallo en su época de oro.
 
El oficialismo hace todos los esfuerzos posibles para controlar la agenda mediática, ocupar el centro de la escena política, imponer los temas de discusión y la directriz con la que debe leerse y analizarse la realidad que intentan dibujar. 
 
“Tener el control” es la expresión correcta del accionar del Gobierno sobre la opinión pública, dado que si se controla lo que ven, lo que escuchan, lo que piensan y cómo piensan los ciudadanos, es sencillo decirles lo que deben ver, lo que deben escuchar, lo que deben pensar y cómo deben pensar. De allí, a decirles como votar, hay sólo un paso.
 
Mientras la oposición se desgasta en eternas internas y pujas personalistas, la Casa Rosada construye el camino para un triunfo electoral en octubre, pese a que el desgaste en la opinión pública es evidente, la imagen positiva y la voluntad de voto baja, con lentitud, pero bajan; y nadie piensa en las elecciones de octubre. 
 
“Tener el control” es el concepto. Pero para el Gobierno es necesario construir el poder y controlar todo entorno político y mediático cuando la realidad demuestra que el poder, ya no lo tiene como antes. En especial, como lo tenían cuando vivía Néstor Kirchner.

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