La falsa culpabilidad vs. la real inocencia: Una lucha despareja

POR GABRIELA POUSA (*)

Desde hace un tiempo, en la Argentina hemos caído en el error de considerar obvias a situaciones, circunstancias o temas que sin embargo, aún admiten ser discutidas o requieren que se complete la trama para poder darlas por asentadas.

Asimismo, se torna cada vez más imprescindible exigir que no se coarten los contextos donde las cosas ocurren o se suceden, a fin de manipularlas a intereses sectarios en detrimento generalmente de la verdad. Menos todavía es lícito silenciar el desenlace de ciertos hechos que afectan al don de gentes o a la cualidad humana por antonomasia. Por admitir que se cercenen a conveniencia de algunos ciertos acontecimientos, el inconsciente colectivo se puebla de sospechas, indicios, apenas datos que distorsionan la verdad y generan escenarios parciales, caprichosos o incluso forjan ideas que distan considerablemente de la realidad.

Hoy, es moneda corriente esa obsesión por dividir para lograr un mayor dominio de las masas: basta advertir que ni siquiera las huestes piqueteras mantienen una unidad precisa. Así ocurre también con los temas que hacen a Instituciones que son base misma de la Nación
Argentina.

Desde la Justicia hasta las Fuerzas Armadas, encuentran en este presente versiones diezmadas, historias parciales, amnesias macabras y un trato eminentemente hostil por parte de los dirigentes de turno.

En los últimos días, eso es justamente, lo que acontece con la Institución policial y la Gendarmería. En rigor, todo aquello que no comulgue con esa suerte de ideología maquillada de "progresismo" pero con raíces en estructuras obsoletas, superadas ya en el mundo entero, es blanco de ataques y manejos turbios tendientes a desvirtuar la verdad y abrir falsas causas que ameriten negar un espacio válido en el escenario actual. Los medios compran esas tramas.

Siempre se dijo que no es noticia si un perro muerde a un hombre. Lo que cuenta es si acaso el hombre muerde al perro. No parece ser una ética oportuna pero es la que surge, a simple vista, hoy en día.

A pesar de que el modus operandi permite advertir su origen ruin en las fauces gubernamentales, suele propagarse a diestra y siniestra. Tal estrategia instrumentada en el marco de la comunicación admite un manejo de la información peligroso capaz de dejar temas escindidos de su esencia. Así, se mantiene un estado de confusión tal que no permite distinguir quién es quién y cuál es cuál. La verdad por este mecanismo ruin, es suplantada por todo tipo de suspicacias proclives a mantener este des-orden de cosas en el que nos movemos a diario.

Tomemos por ejemplo al personaje de la semana: Luis D’ Elía.
Ahora bien, por obra y magia de la ignominia dominante, el piquetero pasó de liderar un grupo insurrecto que tomara y saqueara literalmente, una comisaría, a ser -en menos de 24 horas- un paladín del sentido común merecedor del aval oficialista y de la felicitación presidencial…

Del mismo modo, y por similares prebendas puede pasar un ex mandatario a ser un exilado o un prófugo de la Justicia. Siguiendo esa lógica es como, el prócer de ayer, puede pasar del bronce a la desidia, y un Maestro sólo logra reconocimiento cuando, tumba mediante, se dirigen a su memoria…

Es así como antes se entronizaba a los héroes y ahora se los ridiculiza…

A quienes se enviara en calidad de soldados de la Patria a combatir en Malvinas, hoy se les destina a una supervivencia mísera y, si de la dirigencia dependiera, su gesta quedaría sumida en el mayor de los silencios o relegada a la amnesia de una biblioteca sin tinta, sin argumento, sin sentido…

El trato vilipendioso que el Poder Ejecutivo destina hoy a Instituciones que obraron como sostén mismo de la República alcanza, posiblemente su máxima expresión, en las filas de las Fuerzas Armadas.
En ese marco, no hay pasado que absuelva ni presente que de tregua. Menos aún, cabe esperar una reivindicación acorde a la verdad o acaso una rectificación de humillaciones infundadas vertidas tan sólo por resentimientos lejanos a la razón y a la lógica de los acontecimientos.

El afán de una casta obsesionada en revivir viejos tiempos, quizá por carecer de aptitud para manejar el presente y conducir a un futuro, genera un sinfín de víctimas inocentes que son, precisamente, las que luego no encuentran viabilidad para exponer su verdad y dejar a resguardo el buen nombre y honor, burdamente menoscabado.

Ejemplos hay demasiados. Recordemos cuando se removió al Procurador del Tesoro, Carlos Sánchez Herrera, sin ir más lejos. Llovieron críticas acerca del mismo sin otro fundamento más que el haber patrocinado al ex general Juan Bautista Sasiain. Qué se tratase de cumplir con las funciones intrínsecas de un abogado defensor no tuvo trascendencia alguna.

El dedo acusador fue lo último que se mostró a la opinión pública.
No hubo posibilidad siquiera de escuchar causa o razón por la cuál se le relega a quién ha cumplido con su misión…

Una situación similar sufrió el ex Jefe del Ejército, Ricardo Brinzoni a quién se le adjudicó la posesión de propiedades y sociedades en San Carlos de Bariloche sin que medie una verificación concreta de ello. Hasta ahí se dio parte a los medios y se diezmó la información. Una vez que la Justicia se expidió sobre el tema, demostrando con fundamento la inocencia del ex Jefe del Ejército, no fueron muchos los centímetros que se destinaron a reivindicar la imagen de un hombre de armas que, lejos de administrar sociedades ajenas, se ocupara de servir a la Nación. ¡Vaya diferencia!

No hubo eco siquiera de la sentencia judicial según la cual, "no existe constancia documental alguna que identificara al mismo, con la empresa o las sociedades" mencionadas inescrupulosamente.

Esta visto que, las denuncias que se desestiman en los expedientes de la Justicia, no hallan luego posibilidad de notificación ante la opinión pública, limitada a versiones antojadizas y sectarias. Si a Ricardo Brinzoni, la Justicia lo encuentra libre de culpa y cargo no parece ser trascendente. ¡En cambio la sospecha vaya si lo era…!

Esta primacía de la desconfianza por sobre la comprobación empírica es un ardid lamentable que se viene ejecutando desde el poder en Argentina.

Hoy en día, el buen nombre y honor no gozan de garantía. En cambio sí, adquiere trascendencia el descrédito y el echar sombras a través de denuncias sin asidero.

No es sólo, con la división de poderes como se le devuelve a la Nación su razón de ser, sino que es menester contar con la posibilidad de dar a cada uno, una participación ecuánime ante la opinión pública.

El pueblo quiere y debe saber de qué se trata desde el principio hasta el final de la trama. De otro modo, se vaciaran los anaqueles de la historia y sólo habrá Judas redactando des-memorias…

...........
(*) Lic. en Comunicación Social/Periodismo (Universidad del Salvador) Master en Economía y Cs. Políticas (ESEADE) Estudios en Sociología del Poder (Oxford). Autora del libro "La Opinión Pública: el nuevo Factor de Poder". Analista Política independiente.

Dejá tu comentario