Según su padre, Juan Carlos, se siguieron todos los procedimientos ordenados por los captores y aconsejados por los fiscales y policías intervinientes pero Axel fue asesinado luego de que Juan Carlos concurriese al pago del rescate a un lugar al que nunca llegaron los secuestradores porque ellos fueron interceptados por fuerzas de seguridad que seguían a Juan Carlos. Dado que los secuestradores circulaban en un auto blindado, la tentativa de interceptarlos resultó infructuosa. La pesadilla se convirtió en tragedia.
El jueves 1º de abril habían transcurrido 16 días del secuestro de Axel Blumberg, y 10 de su brutal asesinato. Esa noche, una multitudinaria movilización pacífica, que superó las estimaciones de los organizadores y de muchos medios de comunicación, reunió a más de 150.000 emocionados argentinos en la Plaza de los Dos Congresos, creyentes de que la historia podía cambiar. Que su clamor removería los obstáculos que impiden que el orden, la seguridad y la justicia prevalezcan en la sociedad.
Sin embargo, 100 días después de aquel evento tan especial, que se convirtió en un suceso con inmediatas consecuencias políticas, interpretado como una presión formidable sobre los tres poderes republicanos, ha quedado casi en la nada. Lo que ocurrió se asemeja a cuando la clase media urbana ganó las calles, luego de que el Estado le incautara su dinero, y al son de las cacerolas reclamó un "que se vayan todos", hastiados de los dirigentes políticos que nada resuelven, oportunistas ignorantes, incapaces para construir un país moderno y pujante, obtusos en su concepción de una sociedad mejor. Sin embargo, nadie se fue, todos permanecieron, y la frustración desembocó en un Presidente elegido con menos del 23% de los sufragios y que, para legitimarse, practica a diario la demagogia más ramplona y sórdida.
Los 100 días de Blumberg, que incluyeron una segunda movilización, al Palacio de Tribunales, el jueves 22 de abril, comenzaron con un gran entusiasmo acerca de cómo podría mejorar la calidad de vida de la población, que sufre la inseguridad a diario. Pero no se han producido avances. Sólo provocaron que Gustavo Béliz, ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, quien el 7 de enero ya había anunciado un plan de seguridad, expusiera en la Casa Rosada, el lunes 19 de abril, una iniciativa más compleja, más burocrática y más impracticable, ante la mirada del Presidente, y los gobernadores, que horas después firmarían una solicitada de apoyo que pagamos entre todos.
El abogado y ex juez federal Oscar Salvi afirmó: "Blumberg trascendió los fines que se propuso. De pronto, sin pretenderlo, Blumberg se convirtió en un referente. Más allá de su ignorancia inicial en temas jurídicos y aún de seguridad, su voz tomó fuerza ante la opinión pública. Sin embargo, hay que evaluarlo todo con objetividad: ninguna de las propuestas legislativas de Blumberg logró prosperar. Las iniciativas que fueron sancionadas ya se encontraban en comisión en el Congreso, eran proyectos anteriores al asesinato de Axel".
Ocurrió algo más: Blumberg se convirtió en el blanco preferido de los líderes de la izquierda, de los protagonistas del piqueterismo y de los activistas anti-sistema más diversos.
Monseñor Michael Louis Fitzgerald, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, se preguntó, días atrás ante un absorto auditorio porteño convocado por el Foro Ecuménico, cuál era la libertad posible a cristianos, judíos y musulmanes. Él habló de la dignidad y el respeto por cada persona.
La inseguridad atenta contra esos valores básicos de la convivencia. ¿Quedó esto en evidencia en la sociedad argentina, luego de las dos movilizaciones de Blumberg, o permanecen las dudas? (Faltó una tercera que él quería hacerla hacia la Casa Rosada).
Aparentemente no. Es difícil instalar principios de convivencia cuando los líderes políticos más importantes practican el enfrentamiento como eje de sus discursos, y cuando un Presidente es mencionado en los matutinos porteños 5.000 veces en un año de gestión junto a la palabra "enojado".
Pero lo que ocurre en la Argentina es aún más complejo porque la inseguridad física se suma a otras inseguridades que se arrastran desde hace tres años, por lo menos. En el último bimestre del año 2001 comenzó una violación masiva del derecho de propiedad que se profundizó durante el año 2002. La ausencia de garantías ha lesionado la actividad económica y la inversión al punto que la recuperación pos-devaluación en la Argentina ha sido muy inferior en porcentaje y en período de tiempo prolongado a la registrada en Corea del Sur, Rusia e Indonesia.
La formidable fuga de capitales que se produce en la Argentina es una demostración de que los ciudadanos no se encuentran seguros y que no creen que esta emergencia será superada en el corto plazo. En el 1er. trimestre de 2004, la salida de capitales fue de US$ 4.420 millones, acumulando desde finales de 2001 US$ 54.276 millones.
Aquel jueves 1º de abril, un día antes de la conmemoración de otro acontecimiento sangriento en la historia argentina reciente –el desembarco en las islas Malvinas para el inicio de una guerra inexplicable, ocurrido en 1982-, cuando Blumberg, con la ayuda de Mirtha Legrand (América TV), Radio 10 y Canal 9, citaba a las escalinatas del Congreso para entregar un petitorio y, luego, llevar otro hasta la Casa de la Provincia de Buenos Aires, a tres cuadras, sobre la avenida Callao, Néstor Kirchner decidió no regresar a la Ciudad de Buenos Aires de una gira por el interior, y anticipar su estadía de fin de semana en Río Gallegos, Santa Cruz.
Este comportamiento es tradicional en Kirchner. Cuando era gobernador santacruceño, cada vez que se produjeron conflictos importantes con los trabajadores estatales provinciales –la mayoría de la mano de obra en Santa Cruz-, Kirchner se encontraba en viaje de ida a la Ciudad de Buenos Aires. O de regreso, descendiendo en El Calafate. Quien recibía los gritos o los petitorios era el ministro de Gobierno, Julio De Vido. Kirchner nunca estuvo presente en esas ocasiones, y reprodujo semejante comportamiento ahora que asumió el Ejecutivo Nacional.
Kirchner descendió del avión presidencial a las 21:30, conociendo que en la Ciudad de Buenos Aires se producía la convocatoria popular independiente más grande de los últimos 20 años. Probablemente habría que comparar lo ocurrido aquella noche con la convocatoria que logró Raúl Alfonsín en la Plaza de la República, junto al Obelisco, en octubre de 1983 para el cierre de campaña.
De pronto, Kirchner decidió que si Axel Blumberg había muerto en la provincia de Buenos Aires, en un acontecimiento investigado por la Policía Bonaerense, no correspondía que el Estado nacional se hiciera cargo. "Hay que acotar los daños", le aconsejó Carlos Zannini, secretario Legal de la Presidencia, personaje central en la estructura del poder pingüino.
Entonces, el Presidente sentenció: "Hay que limpiar la Policía Bonaerense". Y agregó: "Si la situación no se toma en serio, se hace muy difícil, a veces, luchar solo", en un mensaje destinado al gobernador bonaerense Felipe Solá, a quien terminaría imponiéndole días después el relevo de Raúl Rivara y la designación de León Arslanián en Seguridad.
Sin embargo, el Presidente fue hipócrita. Por un lado, la Secretaría de Inteligencia de Estado había participado activamente en la investigación del secuestro de Axel Blumberg. Si bien Juan Carlos Blumberg ponderó en varias ocasiones la actuación de la unidad antisecuestros de la Side, que dirige el ingeniero electrónico Jaime Stiuso, lo que ocurrió realmente aquella noche aún hoy faltan precisiones. Por otra parte, la Policía Federal Argentina tuvo un rol en la investigación y terminó recibiendo imputaciones muy fuertes que culminarían con el relevo, por orden del Presidente, del comisario Jorge Palacios, alias el Fino.
Pero lo que impactó más al Presidente y a su grupo íntimo –algunos de sus integrantes, incluyendo al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, quedaron encerrados en la Casa de Gobierno cuando una porción minoritaria de los movilizados a Plaza de los Dos Congresos marchó hasta Plaza de Mayo- fue que Kirchner nunca movilizó semejante multitud. La convocatoria presidencial del 1º de marzo, frente al Congreso Nacional, para la inauguración del período ordinario de sesiones, apenas llevó 5.000 personas. La envidia acongojó el espíritu de los Kirchner.
El Partido Justicialista ya no es un fenómeno de masas. Ha perdido desde hace tiempo el espíritu multitudinario que logró en vida de su fundador, Juan Perón. Y perdió la calle. La capacidad de movilizar masas pasó a manos de la clase media, siempre que ocurra una determinadas suma de hechos que hoy estudian con esmero politólogos y sociólogos.
Por supuesto que Blumberg, de traje oscuro, camisa blanca y corbata, de cabello blanco, hablar sereno, lenguaje de profesional de clase media, padre de un joven universitario egresado de un instituto de educación privada como el Goethe, logró una enorme comunicación por el efecto de identificación que logró con miles de hogares. La clase media sintió que la habían tocado. Salvi dice: "No era un joven de clase baja como Diego Peralta, cuyo asesinato no conmovió a la clase media".
Salvi recuerda un sketch que popularizó la vedette y actriz Susana Brunetti en los ’70: "Si viene el comunismo, me voy a la estancia". Según él, con el caso Blumberg, la clase media descubrió que "si llegaba la inseguridad, ya no bastaba con rajarse al country".
A Kirchner aquella noche el destino le jugó fiero porque lo que él imaginó como una protesta contra el gobernador y la policía bonaerenses, se transformó en una presión sobre el Gobierno nacional. Los diarios del día después contaron que la multitud que fue a la Plaza de Mayo gritaba: "¡Movete... pingüino... encontrá a los asesinos!" y, con velas en las manos y agitando banderas argentinas, abucheaban en dirección a los balcones de la Casa Rosada, donde se habían cerrado las ventanas.
Ocurrieron tres acontecimientos a partir de ese momento: Blumberg se convirtió en una estrella de la TV, Kirchner se enfermó gravemente, y Béliz debió inventar un plan de Seguridad trienal.
De Blumberg no debería esperarse más de lo que ya ofreció. Un padre que decide iniciar una movilización para que a otros jóvenes no les ocurra lo que a su hijo, de pronto es consultado acerca de complejas cuestiones de la justicia y la seguridad, y se lo evalúa según su desconocimiento. Esto lo obligó a leer de golpe, a consultar, a ordenar su trabajo, a buscar apoyos. Algunos asesoramientos que recibió permitieron a sus adversarios cuestionar su tarea. Se lo acusó de perseguir móviles políticos, mientras impulsaba una campaña de recolección de firmas que resultó impresionante porque ya alcanzó los cinco millones de adhesiones.
La rueda echada a girar comenzó a tomar una dinámica propia, que superó al propio Blumberg. Viajes a USA, gira europea, el apoyo de fundaciones varias, entrevista con el papa Juan Pablo I, Federación Interamericana de Abogados, creación de la Fundación Axel Blumberg, para la que el propio presidente Kirchner comprometió su apoyo, según el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, quien recibió a Blumberg en la Casa Rosada. ¿Este Blumberg es el Blumberg del 1º de abril? ¿Cómo la opinión pública imagina que debería haber evolucionado Blumberg? ¿Blumberg sigue representando la preocupación de la opinión pública en forma mayoritaria, o ha sido sustituido por otros personajes?
Aquel 1º de abril, desde dos horas antes, quienes se movilizaban comenzaron a prender velas, pasándose el fuego unos a otros como si se tratara de un rito religioso. El mar de velas encendidas tapizó la Plaza de los Dos Congresos. Los vecinos se movilizaron por su cuenta desde los barrios de la ciudad y localidades del norte, el sur y el oeste del conurbano bonaerense. En subtes, trenes, caminando, en sus propios autos, lentamente, se reunieron delante de las escalinatas, sin punteros políticos que convocaran ni líderes encapuchados que explicaran las consignas.
Juan Carlos Blumberg, desde las escalinatas del Congreso, a las 19:15, dijo: "Axel es el hijo de todos ustedes. Axel nos está iluminando para exigir cosas para nuestra sociedad, cosas simples para que nuestros hijos puedan disfrutar de la vida y no sean asesinados. Por eso, vamos a pedir una serie de pautas a los senadores y diputados", y no pudo terminar la frase ante los silbidos que provocó entre los presentes la mención genérica de los legisladores. Blumberg pidió calma con las palmas abiertas: "Ciudadanos, tenemos que luchar, pero siempre en democracia".
Los silbidos se reiniciaron cuando recriminó al Poder Judicial la existencia de magistrados "más preocupados por los derechos humanos de los delincuentes que por los derechos de nosotros". Así expresó lo que opina la mayoría de la sociedad, en un país sin instituciones vigorosas, sin líderes transparentes, carente de proyectos conjuntos.
La multitud insistió en el aplauso cuando Blumberg leyó las exigencias del petitorio que, tras el acto, entregó al vicepresidente Daniel Scioli y al presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño. Uno de los reclamos más aplaudidos fue la necesidad de que los detenidos trabajen para pagar su pensión y, a la vez, aprendan un oficio que les sea útil si salen en libertad. También pidió que vistan uniformes que los identifiquen. "Vamos a exigir al gobernador Solá (silbidos ensordecedores) la reestructuración de toda la policía de la provincia. Debe eliminar a las manzanas podridas, formar una buena policía".
La muchedumbre se abrió para dejar un pasillo, de modo de que Blumberg pudiera llegar a la Casa de la Provincia de Buenos Aires, en Callao al 200, mientras gritaba: "Nunca más, nunca más, nunca más".
En los balcones de los edificios, también había velas encendidas. En la Casa de la Provincia de Buenos Aires, Blumberg fue recibido por el entonces ministro de Gobierno bonaerense, Rafael Magnanini; por el entonces jefe de Gabinete provincial, Florencio Randazzo, y por legisladores provinciales a quienes les entregó el mismo petitorio. Entonces fue cuando unas 20.000 personas inundaron la avenida Corrientes y comenzaron a ir al Obelisco, desembocaron en Diagonal Norte y hacia la Casa de Gobierno, para entonar el Himno Nacional.
¿La seguridad depende de las leyes? Bueno... si las leyes se cumplen a rajatablas, ayuda a la seguridad. Pero no puede haber seguridad sin orden. "Orden y seguridad forman un círculo virtuoso", dice Salvi. En la Argentina fallan ambas condiciones.
Pero no es la única falla. Por ejemplo, el Poder Ejecutivo prevalece sobre el Legislativo y el Judicial, cuando deberían ser equivalentes e independientes. Pero, básicamente, la sociedad no cree en sus representantes, y esto resulta un perjuicio para todos.
Para reconstruir las instituciones no se precisan nuevas leyes sino recuperar la confianza en la representación de los ciudadanos. Y los partidos mayoritarios se han opuesto, una y otra vez, a modificar la estructura política porque temen que el cambio perjudique sus privilegios. Este egoísmo los hizo sordos a los lamentos que provoca su conducta en el tejido social.
En este nudo fracasa todo el petitorio de Blumberg. Sin reforma política, no hay cambio posible en la sociedad.
Salvi afirma que "todo está mal. La representación política argentina es absurda y no sirve. Tierra del Fuego, con 100.000 habitantes tiene tres senadores nacionales y el partido bonaerense de Pilar, con 300.000, ninguno. ¿Quién representa qué en esta Argentina?", fue su reflexión.
Y otra más, para el final: "El día que un magistrado comprenda que la sociedad exige que se aplique la ley y que esto puede hacerse desde el Poder Judicial, quizá la Argentina tenga un nuevo líder para promover el cambio". Hasta entonces, las esperanzas son escasas. El caso Blumberg es un ejemplo.
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