Política ficción en Lomas de Zamora, cuenta regresiva (2)

POR HÉCTOR SIMEONI

Una de las versiones que impregnan por estos días a los ambientes políticos especula con una futura, tan inmediata como hipotética, situación caótica, tan intensa -siempre según la especie de marras- que condicionaría el poder de Néstor Kirchner. Se sabe que ante una eventualidad, provisionalmente corresponde al vicepresidente Daniel Scioli hacerse cargo, quien limitaría su presencia en el sillón de Bernardino Rivadavia a la faena de convocar a nuevas elecciones presidenciales en 90 días.

Una situación semejante encontraría a la oposición en inferioridad de condiciones, sin un líder que la represente con posibilidades de éxito, ya que no ha podido en estos meses integrarse un frente capaz de presentar una propuesta alternativa coherente.
Quienes se entusiasman con este escenario afirman que la única estructura partidaria capaz de la suficiente envergadura como para decidir el dilema sería el justicialismo de la provincia de Buenos Aires, y por lo tanto, Eduardo Duhalde, tal como ocurriera a fines de 2002, sería otra vez arbitro de la sucesión.

Siempre según la especie que relatan varios importantes punteros PJ bonaerenses, Duhalde no elegiría a alguno de los gobernadores de las provincias peronistas, en parte por ajustes de cuentas domésticos, en parte porque ninguno de ellos creció lo suficiente como para aspirar al máximo cargo. El menemismo, en tanto, aún lame sus heridas y no ha logró recomponer su relación, turbulenta en los últimos años, con la opinión pública.

Entonces, Duhalde optaría por presentar como "su candidato" a un hombre que no pertenece a la falange de los dirigentes políticos sino a la de los economistas: Roberto Lavagna. Con ese cambio de guardia, comenzaría lo que los rumoristas insisten en calificar como "período prolijo", tiempos en los que se mantendría la impronta de cierto nacionalismo (Lavagna nunca fue un liberal) pero con el realismo necesario para "hacer bien los deberes".

Otros rumores, menos apocalípticos, insisten en la "alternativa Lavagna" porque sería el pretendiente duhaldista para las elecciones de 2007. Quienes adhieren a esta hipótesis consideran como remota la posibilidad de que Kirchner, quien dentro de tres años y medio se habría peleado hasta consigo mismo, pueda tener posibilidades de sucederse a sí mismo.

Sea como fuera, el nombre de Lavagna ha trascendido el Ministerio de Economía, acicateado por su propia usina de marketing político y su ambición personal.

Un personaje astuto. Dicho de otro modo: si Roberto Lavagna hubiera presentado su renuncia hace un par de meses (alegando, por ejemplo que se había producido uno de los frecuentes "choques operativos" con Néstor Kirchner) habría pasado a integrar la plantilla de los "presidenciables". Y esto no le habría causado ningún disgusto, ya que en la intimidad nunca ha negado su vocación política.

De todos modos, ha logrado el título de "veterano" dentro del Ministerio de Economía. Cuando Alejandro Lanusse se aprestaba a abandonar el poder, Lavagna tuvo acceso a un cargo mediano en dicha área, aunque ya se había desempeñado como empleado en el Banco Central. Fue funcionario de carrera durante todas las gestiones del peronismo de los ‘70. En 1975, al dejar el Ministerio, fundó Ecolatina (una consultora orientada a atender necesidades puntuales tanto del sector público como del privado). Para entonces ya era considerado como parte del elenco de los economistas afines al justicialismo.

Tuvo el buen tino de no escuchar ofertas que le llegaron desde el gobierno militar. Aceptó, en cambio, integrar el elenco alfonsinista con el cargo de Secretario de Industria. Cuando se convenció de que esa gestión iba a terminar mal por sus fallas en lo económico, no vaciló en renunciar denunciando un festival de bonos no muy diferente al que hoy día está provocando con el endeudamiento doméstico.

El menemismo lo observó con tanta desconfianza que no le confió un sitio en su elenco. Se arrimó a la triunfante Alianza, gracias a Raúl Alfonsín y Chacho Álvarez, y eso le valió que, cuando se resquebrajó la función de Jorge Remes Lenicov, Eduardo Duhalde (luego de ofrecerle el cargo a varios, sin éxito, y con pruebas a la vista de que el reemplazante no estuviera infectado de menemismo) le ofreciera el Ministerio de Economía.

La misión que tenía que enfrentar no era para nada sencilla: recomponer relaciones con el Fondo Monetario Internacional y buscar la manera de cumplir la "misión imposible"de conseguir una nueva financiación para la deuda externa.

Con el Fondo pudo avanzar bastante, pero el convenio que se firmó en su oportunidad no fue definitivo, sino que estuvo sujeto a revisión trimestral. De ese modo la institución multilateral se reserva un instrumento para presionar cuando lo considerara oportuno.

Tenía que ocurrir... Tarde o temprano. El Fondo exigió para renovar por tercera vez el convenio (que implicaría un giro de la entidad por US$ 300 millones) una negociación seria con los acreedores privados, la normalización de las relaciones con las empresas públicas concesionadas, la aprobación de una buena vez de la Ley de Responsabilidad Fiscal, que viene exigiendo desde un primer momento, y el cumplimiento de otras metas menores.

Ante el silencio del Presidente, Lavagna hizo saber que el Gobierno acelerará la renegociación con las empresas mediante un procedimiento que dio en denominar "flexibilización", que permitiría un aumento de las tarifas de luz y de gas. Durante las próximas semanas pretendería firmar, con una serie de empresas, contratos de transición por dos años. El paquete a consideración incluye la oferta de autorizar en un 15% las tarifas hacia fin de año. Las empresas hicieron saber, mediante voceros oficiosos, que esa propuesta no les parecía suficiente. Las empresas de energía eléctrica pidieron un alza mayor que la prometida, ya que consideraron que el monto es exiguo, teniendo en cuenta que se produciría un virtual congelamiento durante los dos años siguientes.

El organismo multilateral también exige que el gobierno argentino muestre su "buena fe" en las negociaciones con los bonistas afectados por el default. La respuesta oficial fue que no existe mejor prueba de buena fe "que el avance de la propuesta elevada el 1º de junio", que duplica la propuesta presentada el año pasado en Dubai.

El Proyecto de Responsabilidad Fiscal, que traba, fijando un tope, al endeudamiento de las provincias, está embretado en el Senado y no sería aprobado en el plazo previsto ni en los términos que precisa, para poder seguir negociando, el Ministerio de Economía. Los gobernadores presentaron un frente firme ante Kirchner, quien no logró avanzar sobre la nueva coparticipación federal, otro de los puntos en los cuales nuestro país está en deuda con el FMI.

Si a esto se agrega que se está produciendo una reactivación inflacionaria (tomando en cuenta los datos existentes cabe esperar un aumento de más del 7 % en la inflación anual), con la necesidad de mantener los salarios públicos congelados para que no aumente el nivel de desocupación, el panorama no se presenta como promisorio.

¿Por qué se queda? Sea cual fuera el futuro, aparece complicado (a los tumbos y con algunas concesiones y perdones) pero, de cualquier manera, el convenio con el Fondo Monetario Internacional será renovado. No es un secreto para nadie que Lavagna no fintegra el elenco de fieles de Kirchner y, a menudo, expresa en público sus disidencias con el Presidente. Él pidió mano dura con los piqueteros y, en los círculos económicos se sabe, el ministro preferiría solucionar el tema de la negociación con los bonistas ofreciendo un desembolso inicial cash que haga más atractiva la oferta.
Se dice que Kirchner estuvo varias veces a punto de pedirle la renuncia, presionado por el grupo progre del gobierno (Miguel Bonasso, Horacio Verbitsky, Carlos Kunkel y compañía) pero desistió porque su olfato le indica que la expulsión de un funcionario tan importante daría la impresión de que comienza la disgregación de un equipo que ya superó el año de vida.

¿Se encuentra tentado el ministro de ganar para sí la patente de haber sido quien sacó a la economía del país de su prolongada parálisis y la puso nuevamente en marcha?
Ese título, que nadie le discute, lo colocaría en una posición inmejorable como para competir en futuras elecciones. Si es así, sólo reflexionaría sobre el éxodo después de acordar otra negociación con el Fondo.

Pero, si considerara la opción del portazo, antes hablaría con Eduardo Duhalde. Y el hombre fuerte le pediría que se quede, a menos que lo echen. Duhalde no quiere que un gobierno que, al fin y al cabo, responde a su factura política entre en una peligrosa barranca abajo que haga peligrar su estabilidad. Como suele repetir en su casa de Lomas de Zamora: "Me equivoqué con este Presidente, pero yo sería el primero en salir a la calle a defenderlo".

Lavagna no olvida que, en los días turbulentos en los cuales no aparecía ningún candidato, después de que Carlos Alberto Reutemann se negara a aceptar su postulación, él mismo se autopropuso para la faena y su jefe político le aconsejó en tono de orden: "Espere Roberto, no sea que por apurarse se vea metido en problemas".
Por todas esas razones pareciera que el Ministro de Economía ha decido esperar una vez más... aunque floten negros nubarrones sobre la situación económica y aunque la mayoría de los economistas no lo comprensa.

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