Latinoamérica: Luces y sombras de las mujeres en el poder

POR EMILIO J. CARDENAS (*) Hay mujeres, como Alvear y Bachelet, que ascienden por sus propios méritos. Otras apuestan aún a imágenes "compartidas", como Mireya Moscoso, en Panamá, o Cristina Kirchner, en Argentina. La imagen de Vicente Fox ha sido dañada por los episodios protagonizados por su esposa.

Desde hace tiempo en distintos lugares de América Latina los devaluados dirigentes de la política parecen haber olvidado la existencia de uno de los pecados más antipáticos de todos los que -en su momento- pueden cometer: el del nepotismo, que tarde o temprano los devalúa frente a la opinión pública. Porque indigna.

Por todas partes hay esposas y parientes que procuran -con éxito variado- capitalizar la fama o auréola política de sus respectivos maridos, empeñándose en construir poco atractivas "dinastías" o "sociedades" políticas. Como si esa fama y sus réditos fueran fácilmente trasplantables.

Pero no siempre es así. En un caso reciente, en Argentina, la esposa misma de un líder político acusó a la de otro de "portación de apellido".

Lo que es, cuanto menos, curioso. Porque al no sentirse ella misma incluida en la acusación que formulara a su rival, pareció sugerir que en su propio caso sería su esposo el que "porta su apellido". Lo que es insólito, porque su marido es un altísimo funcionario público.

La última pesadilla en este capítulo es la generada por una "primera dama" a su alto cónyuge, en México. Me refiero a la esposa del Presidente Vicente Fox, a quien puso en apuros. El mandatario se vio obligado a sostener -de pronto- que su esposa, doña Marta Sahagún de Fox (en rigor, su ex "vocera"), carece de ambiciones políticas y no está, aunque parezca, tratando de remplazarlo en el poder. Y que ambos, terminado el mandato presidencial, harán "vida de familia". Más allá del mundanal ruido. Todo ello acaba de ser confirmado por la propia esposa.

Los hechos sugirieron una situación bien diferente. La señora Sahagún de Fox, emulando a Eva Perón, organizó en octubre del 2001 una reluciente fundación de beneficencia. Mientras su marido ejerce la presidencia del país, claro está, lo que genera una presión casi automática en muchos donantes.

Se trata, como es de conocimiento público, de la fundación Vamos México. A través de ella, la esposa del Presidente Fox intentó canalizar lo sustancial de la filantropía mexicana. En rigor, algo así como un millón de dólares mensuales, que llega a la fundación que ella dirige. Todo un enorme flujo. Hasta algunos fondos de la Lotería Nacional engrosaron, ¡oh coincidencia!, los recursos financieros de Vamos México.

Pero, de pronto, los medios descubrieron, para desazón de la señora Sahagún de Fox, que los gastos operativos de su fundación estaban en el orden del 56% del dinero recaudado, cuando lo normal es sólo algo así como el 10%. Poco de las donaciones llega, al final, a quienes se supone beneficiarios de las mismas. Como si eso no bastara, la fundación sólo realiza directamente un programa de asesoramiento general a padres y madres, que se distribuye a través del sindicato de docentes. El resto de lo que financia es mucho, pero es indirecto.

Ante lo sucedido, el propio auditor superior del Gobierno Federal mexicano ha iniciado una investigación exhaustiva sobre las actividades de Vamos México y su vinculación operativa con la Lotería Nacional.

Esto, por antipático que sea, parece haber contribuido a profundizar la enorme frustración de los mexicanos respecto de su "clase política", que se hace evidente con inmensas manifestaciones callejeras de protesta. Y algunas renuncias, verdaderamente sonoras, de colaboradores cercanos del propio Presidente Fox, cuya imagen ha quedado ciertamente dañada por los episodios.

Mientras tanto, el delito crece geométricamente en México, como en muchas partes en la región. En una suerte de epidemia de la que sólo Chile parece haberse escapado. Y la gente, frustrada, sale masivamente a la calle, vestida de blanco, reclamando a sus autoridades algo inédito: que simplemente gobiernen. Esto es lo que deben hacer. Desde luego, ello supone cumplir la ley, para asumir así su primer deber esencial, que es el de proveer seguridad para todos. El Presidente Fox, con más de dos años de mandato aún por delante, ha quedado debilitado.

No obstante, en la región hay mujeres que ascienden en el mundo de la política por sus propios méritos, sin muletas ni bastones. Tal es el caso de Michelle Bachelet o Soledad Alvear, en Chile. O Marta Suplicy, en Brasil. Otras, en su ambición, parecen aún apostar a imágenes que creen "compartidas", como Mireya Moscoso, en Panamá, o Cristina Kirchner, en Argentina.

Bienvenido sea el ascenso de la mujer en política que, en el 2003, estuvo presente en nada menos que 17 de los gabinetes ministeriales de la región. Era hora.

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(*)Ex representante permanente de la República Argentina ante las Naciones Unidas. Publicado en el diario La tercera, Santiago de Chile, agosto de 2004.

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