Los pueblos fantasmas que dejará USA por el retiro de tropas

La semana pasada, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, anunció que el Ejercito comenzará un proceso de reestructuración de las casi 70.000 tropas que se encuentran en el exterior. Este es el mayor proceso que realiza esta institución desde la Guerra Fría. Sin embargo, las consecuencias de la vuelta a USA de los soldados que se encuentran en Asia y Europa ocasionará varios hechos negativos. Por ejemplo, varios poblados que se crearon en torno a las bases militares de USA están destinados al ocaso. A continuación, U24 reproduce una columna escrita por Silvia Roman para el diario español El Mundo:

El pueblo alemán de Baumholder ha recibido con angustia el anuncio de Bush de repatriar parte de las tropas que EEUU tiene en todo el mundo. Los «yanquis» representan allí dos tercios de la población.

Erase un pueblo español, un pueblecito cualquiera...». Las palabras con las que Berlanga comienza su Bienvenido Mr. Marshall son lo primero que vienen a la cabeza del visitante de Baumholder.Eso sí, cambiando inmediatamente el epíteto de español por el de alemán

«Érase un pueblo alemán, un pueblecito cualquiera...». Por ejemplo Baumholder, una pintoresca aldea germana, con sus calles empedradas, sus casas de entramado de madera, sus soldados estadounidenses bebiendo grandes jarras de cerveza... ¿Soldados estadounidenses? Sí, y muchos, unos 5.700, además de sus 7.000 familiares. Todos ellos instalados en la base militar que linda con la villa, la cual sólo tiene un vecindario de 4.500 habitantes, que adoran a sus vecinos yanquis y que son incapaces de imaginar que el presidente Bush les haya ordenado regresar a casa y abandonar un país al que llegaron en 1951.

«Si se marchan, tendré que cerrar la tienda». Helmut Klein augura desesperado su destino. Su establecimiento, Audio-video-shop Klein, en plena Hauptstrasse, calle principal del pueblo, no tiene nada que envidiar a los que salpican Tennessee. Guitarras, bajos, amplificadores,... Todo el reino de la música está en la tienda de Klein. «El 70% de mi clientela es americana. Pregúntele a cualquiera que tenga un negocio aquí. Está condenado a la ruina».

Klein es consciente de que le quedan unos tres años para pensar en un nuevo oficio. Será a partir de 2007, cuando la 1ª División Blindada de EEUU en Alemania (esto es, la de Baumholder) cruce para siempre el Atlántico .

La cifra exacta de tropas retiradas se hará pública dentro de dos años, pero, a día de hoy, se sabe que Alemania perderá a 30.000 soldados de los 75.000 que alberga en la actualidad. De Baumholder se marchará la tercera parte. «No hay pánico entre la población. Ni siquiera me veo saturado de preguntas por los ciudadanos», asegura tranquilizador a CRONICA Peter Lang, alcalde de Baumholder.

«Perdone, pero me tengo que marchar. Hoy empiezan la fiesta popular y se la vamos a dedicar a la comunidad americana. La hemos llamado la Welcome Party o Welcome Home», revela el alcalde. La dedicatoria es para el último destacamento que acaba de llegar de Irak.Y, efectivamente, al bajar a la calle, el centro se ha transformado de repente: banderolas estadounidenses combinadas con carteles en inglés acaban de convertir totalmente Baumholder en el Villar del Río de Berlanga.

Los soldados comienzan a pasearse ya con su uniforme, aunque la mayoría prefiere ir en sus impactantes BMW con música hip-hop a tope y una hamburguesa en la mano. Van en grupos. Muchos son afroamericanos, pero muchos más hispanos. En la comunidad militar de Baumholder se oye y habla el castellano en cada rincón.

SOLDADOS HISPANOS

«Andele y siéntese aquí ahorita mismo». El recibimiento de Ignacio Iggy Rubalcava no puede ejemplificar más la composición del Ejército americano. Antiguo miembro de la Air Force, Rubalcava colgó los galones para seguir trabajando en la Armada, pero como personal civil. Como él hay 800 civiles trabajando en la base, 300 de ellos estadounidenses y 500 alemanes.

«La convivencia es perfecta. Es una pena que tras el 11 de septiembre tuviéramos que cerrar la base, rodeándola de alambradas y estableciendo un férreo control a la entrada. Antes estaba completamente abierta, de ahí que 30 familias alemanas se hayan quedado atrapadas en la comunidad americana, ya que sus casas estaban dentro».

El despacho de Rubalcava está inundado de banderas con barras y estrellas. El café que toma es americano y, si comiera algo, de seguro estaría envuelto en una bolsa de papel del Burger King, del Robin Hood Sandwich o del Taco Bill, tres de las cadenas americanas que tienen establecimiento en la base militar.

La Baumholder estadounidense es una pequeña América. Tiene dos iglesias, una escuela infantil, dos de primaria, una de secundaria, una clínica, un cine (con los mejores estrenos llegados directos, y antes que en Alemania, de Hollywood), una piscina, un campo de béisbol, otro de golf, un club, una gasolinera (afortunadamente, pues los precios germanos están disparados), un banco y un hipermercado (repleto de productos americanos, incluidos carne y pescado) que hacen que el soldado pueda subsistir y divertirse sin tocar territorio alemán.

Se puede ver a rubias germanas saliendo de Correos o comprando en la tienda de juguetes. Son las mujeres de los soldados americanos que un día llegaron aquí, bajaron al pueblo a divertirse, se enamoraron y se casaron. Viven con ellas en las residencias militares y ahora no saben cómo decirles que tendrán que mudarse a casa del Tío Sam.

«Yo lo tengo fácil, porque a mi mujer, Kathrin, no le importa dejar su país y seguirme», comenta el capitán Mike Scott, de 27 años. «Pero tengo amigos que no quieren regresar ni hacerles esa faena a sus chicas, por lo que muchos incluso se están planteando dejar el Ejército», revela manteniendo una sonrisa, que sólo desaparece cuando se le pregunta por la Guerra de Irak.

Los tanques y blindados de Baumholder, así como su personal (entrenado a diario en el campo de 25.000 acres que pertenece a la base), fueron reclamados para la última Guerra del Golfo. Nadie cree (o quiere) recordar el número de tropas que tuvo que irse a combatir, pero sí los que fallecieron: 27.

El capitán Scott se salvó de ver el Tigris y el Éufrates. «Además, he de confesar que no quería ir. Nadie quiere ir a la guerra.Pero lo cierto es que luego comencé a sentirme culpable cuando vi cómo mis compañeros caían en combate».

En un prado de la base, unas carpas blancas están siendo desmontadas.Son las que daban cobijo a los jóvenes que iban llegando de Irak, necesitados de chequeos, charlas, terapias y todo tipo de consuelo tras poner fin a la pesadilla.

«Los ciudadanos de Baumholder también lo pasamos muy mal», cuenta el alcalde Lang. «Enviamos paquetes con todo tipo de productos de alimentación o aseo para los soldados. Aunque creo que el acto más bonito fue el del día posterior al 11-S: todos fuimos a la entrada principal de la base y dejamos montañas de flores».

LOS PERCANCES

«Nuestra relación es fantástica», insiste Rubalcava. «Hacemos muchas fiestas y esos días invitamos a la gente del pueblo. La más famosa es la del 4 de Julio», detalla este californiano de origen mexicano. Finalmente, reconoce que a veces surgen percances germano-americanos, aunque todos ellos sentimentales. «Nos llaman chicas alemanas preguntando por algún soldado, que, precisamente, ha regresado a EEUU, siendo novio de ella e incluso dejándola embarazada. Los jóvenes que vienen aquí (algunos voluntarios, otros obligados) tienen la mayoría entre 18 y 21 años, y no están más de tres años».

Rubalcava también tiene novia alemana, Rosie, pero no tiene intención de dejarla. Se están comprando una casa. No volverá a su tierra y se quedará en Alemania.

La tarde cae y los soldados jóvenes, de paisano y con camisetas de la NBA, se concentran en las escaleras de entrada de las residencias militares. Beben Budweiser, chocan las palmas de la mano y se pasan unas pelotas de baloncesto.

«¿Saben lo que me dicen los americanos que vienen por aquí a comprarme guitarras?», confiesa Klein. «Que no desespere, si gana Kerry ellos, y nuestros puestos de trabajo, permanecerán».

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