Idesa: La polítiKa laboral no mejora la distribución del ingreso

En su informe semanal, el Instituto para el Desarrollo Social Argentino explica los riesgos de continuar con la misma estrategia K, en política laboral. El informe:

La muy precaria inserción laboral que prevalece entre los estratos socioeconómicos más bajos, con una alta presencia de empleo "en negro", explica que los aumentos de salario mínimo y de suma fija del gobierno no logren cumplir con el objetivo de mejorar la distribución del ingreso.

Persistir con la misma estrategia, más la novedad de reducir el impuesto a las ganancias, implicará consolidar un patrón distributivo regresivo y modestos resultados en reducir la pobreza.

El Gobierno ha utilizado con mucha intensidad la estrategia de imponer de manera centralizada aumentos de salarios. El salario mínimo legal ha aumentado de 200 a 450 pesos, ubicándose en términos relativos entre los más altos del mundo. A esto se suma aumentos generalizados que acumulan 384 pesos. Sin embargo, la pobreza se mantiene en niveles intolerablemente altos. Mientras que en 1998 era de 28% y en 2001 se ubicaba en el 34%, en el último trimestre del 2004 todavía afectaba al 40% de la población.

La realidad indica que los instrumentos que utiliza el Gobierno no son los apropiados para el objetivo de mejorar la distribución del ingreso. Para entender las razones de este fracaso hay que analizar el tipo de inserción laboral que prevalece entre los distintos estratos socioeconómicos de la población. Según datos del INDEC:

· La mitad de las personas entre 25 y 65 años de edad no pobres tienen una buena inserción laboral. El 40% trabaja como asalariado registrados y un 8% como cuentapropista profesional; apenas un 16% declara ser asalariados no registrados.

· Entre los pobres, en cambio, apenas el 12% tiene un trabajo como asalariado registrado. En contrapartida, el 23% son trabajadores no registrados.

· El salario registrado en el sector privado entre diciembre del 2001 y marzo del 2005 aumentó un 62% –un aumento similar a la inflación del mismo periodo– mientras que el salario no registrado apenas aumentó un 17%.

Los aumentos de salario impuestos por el Gobierno en un contexto económico muy favorable permitieron la recuperación de las remuneraciones de los trabajadores registrados en un nivel muy parecido al de la inflación. Si bien insumió 3 años, la recuperación de la pérdida producida por la devaluación, se logró.

En cambio, el incremento del salario de las ocupaciones "en negro" ha sido muy modesto. Apenas el 17% desde la salida de la convertibilidad. Resulta llamativo que aun con una duplicación del salario mínimo legal el incremento en la remuneración de los trabajadores "en negro" no llegó a compensar ni un tercio del aumento en los precios.

La muy alta informalidad laboral en los estratos socioeconómicos más bajos explica la ineficacia de la política oficial. Insistir con los mismos instrumentos no alienta la esperanza de reconstituir el tejido social. Por el contrario, dado que en muchos sectores la capacidad instalada está utilizada a pleno, han aumentado las probabilidades de que los incrementos de salarios por vía regulatoria exacerben las presiones inflacionarias.

En esta hipótesis, el efecto regresivo es más fuerte ya que los pobres por tener trabajos "en negro" no reciben –o en el mejor de los casos, reciben a cuentagotas– los aumentos de salarios, pero sufren de manera plena los incrementos de precios.

La idea de acompañar los incrementos de salario con reducciones en la presión impositiva es correcta, especialmente teniendo en cuenta que existe margen desde el punto de vista de la situación fiscal. Sin embargo, si como propone el gobierno se hace sobre el impuesto a las ganancias, su impacto positivo será muy modesto.

Los pobres, que mayoritariamente trabajan "en negro", no reciben los aumentos de salarios, sufren de manera plena los aumentos de precios y no gozan de los beneficios de la reducción de impuestos a las ganancias. En otras palabras, el resultado final es probablemente un mayor empobrecimiento o, como mínimo, una perpetuación de su situación.

El primer paso para iniciar un camino que efectivamente conduzca a mejorar la distribución del ingreso es promover la formalización de los puestos de trabajo que ocupan los pobres. Para ello es clave disminuir la presión impositiva con un criterio progresivo. Lo que hay que aumentar no es el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias sino establecer un mínimo no imponible para los impuestos al trabajo.

Así, la disminución de la carga impositiva no se concentrará en los altos salarios, que son los que hoy pagan impuestos a las ganancias, sino que será extensiva a todos los salarios de la economía, con impacto proporcionalmente mayor entre los salarios más bajos.

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