Golpe aéreo sobre Irán: Rumores

Mesiánicos y en retroceso, George W. Bush y Mahmud Ahmadinedjad son funcionales uno al otro. Y esto pone en peligro a la sociedad global.

MOSCÚ (RIA Nóvosti, Especial para Urgente24). A Seymour Hersh habitualmente se le reprocha un excesivo sensacionalismo. Pero la firma de este periodista norteamericano bajo denuncias que conmovieron tanto al mundo como la sangrienta matanza desatada por un pelotón norteamericano en la aldeucha vietnamita de May Lay o –un ejemplo más fresco- las torturas a los prisioneros en la cárcel iraquí de Abu-Greyb, obligan a tomar sus intervenciones con el más alto grado de seriedad. Ahora él afirma que USA se prepara para un golpe aéreo sobre objetivos vinculados con el programa nuclear de Irán.
Por supuesto, es posible dudar de que grupos de espías militares norteamericanos ya se encuentran en territorio iraní, señalan en sus mapas los objetivos potenciales y reparten paquetes de dólares a las tribus belugies, azerbaidzhanas y kurdas predispuestas en contra de Teherán, como afirma Hersh en su artículo publicado en el portal de la revista 'New Yorker'.
Pero el premio Pulitzer tiene, indudablemente, su red de fuentes de primera clase en la administración washingtoniana, el Pentágono y en la comunidad de expertos allegada a ellos, que le abastece de información caliente exclusiva. Con su ayuda Hersh consigue de tiempo en tiempo darle al mecanismo de decisiones de Washington un poco más de trasparencia.
Existe otro criterio aún, que permite juzgar sobre la verosimilitud de las reflexiones de Hersh con respecto a los futuros bombardeos sobre Irán. Esta es la similitud de los hechos y conclusiones que cita con lo que ya nos ha ofrecido la historia norteamericana actual. Los planes de USA en relación con Irán pueden ser colocados, como un calco, sobre la cronología de la preparación de la guerra con Irak y las coincidencias no pueden menos que tornarse evidentes.
Así, el hipotético golpe aéreo de USA sobre unos 400 objetivos en el territorio de Irán –además, con la posible utilización de las bombas nucleares tácticas B61-11- persigue, según Hersh, una finalidad más amplia que la simple liquidación del programa nuclear iraní, en cuya orientación pacífica los norteamericanos no creen. Para Washington es más importante otra cosa: liquidar el régimen de Mahmud Ahmadinedjad.
Desde el punto de vista de los estrategas norteamericanos, el presidente iraní es un nuevo Hitler. Por eso a ellos les convendría la siguiente concatenación de los supuestos acontecimientos. Independientemente de que sean exitosos o no en el sentido militar, los bombardeos norteamericanos conducirán a la caída catastrófica de la autoridad de la dirección religiosa de Irán en la población de ese país.
El pueblo se insurrecciona y liquida el régimen sumiso, que no supo defenderse. En suma, a Ahmadinedjad lo derrocan del postamento casi con la misma liviandad como ocurriera 3 años atrás con la estatua de bronce de Saddam Husein.
Es posible creer a pie juntillas la existencia en el seno de la administración norteamericana de esta versión idealizada, casi fabulada, si la colocamos en el escenario del mesianismo global que impera en la Casa Blanca. A juzgar por los testimonios de los consultores cercanos al presidente, con los que ha dialogado Hersh, George Bush se considera salvador de Irán, naturalmente, de la posesión de la bomba atómica.
Como lo ve el presidente de USA, él está llamado por la Divina Providencia a hacer algo para lo que no tuvieron valor ninguno de sus antecesores en la Casa Blanca, fuesen republicanos o demócratas. Salvar a Irán (es decir bombardearlo). Esas es precisamente la página de su mandato con la que G.W.B. quisiera entrar en la historia.
Suena algo salvaje, pero se compadece totalmente con el espíritu de la campaña iraquí.
Aunque la guerra en Irak, que ya ingresó en su 4to. año, adopta claramente formas de una feroz guerra intestina y el proceso político allí se ha estancado definitivamente, el Presidente de USA como antes continúa ensalzando este error histórico como "la ayuda a los iraquíes en la construcción de la democracia" y "un ejemplo inspirador para los reformadores en todo el Cercano Oriente".
El fantasma del mesianismo en Washington es imposible de exterminar. Tras toparse con las dificultades iraquíes, no es contrario a hallar un nuevo empleo en el país vecino.
Esta suposición se confirma, en particular, con la similar preparación informativa de ambas campañas. En el caso de Irak, el pretexto para la invasión militar fue, como todavía no lo hemos olvidado, las armas de extermino masivo que al parecer poseía Saddam Husein, pero las que hasta ahora no fueron halladas.
En la aplicación en Irán, el papel de este factor tan místico ha comenzado a ser jugado por la teoría sobre la existencia allí de "un segundo y secreto programa atómico".
El primer programa de investigaciones nucleares, abierto a todo el mundo, es aparentemente sólo para la AIEA, para distraer la atención.
En paralelo con él los círculos militares iraníes y los radicales "guardianes de la revolución" ejecutan un "segundo programa", que les ofrecerá en bandeja la bomba atómica no dentro de 8 ó 10 años, como lo predicen los expertos de la AIEA, sino en dos.
No existe ninguna confirmación documental sobre la existencia de este "segundo programa".
Sus denunciantes norteamericanos con frecuencia se basan en la alocución de diciembre pasado, en el Knesseth, de Meir Dagan (neé Buguerman), jefe del "Mossad" israelí, o en ciertos reconocimientos de Abdulla Hann_ padre de la bomba atómica paquistaní, quien se agota hoy en arresto domiciliario en Islamabad.
Tanto en uno como en otro caso las reflexiones sobre este tema no trascendieron más allá de las versiones. Es difícil superar la sensación de que el "segundo programa secreto" de Irán tiene destinado el mismo papel provocador de pretexto para un ataque militar, como en su tiempo las armas de exterminio masivo en Irak.
Pero Irán no es ni de lejos Irak. Las consecuencias del bombardeo a este estado poderoso y prestigioso en el mundo árabe puede desquiciar a Washington con sus escalas de represalias.
Teherán incluso no tiene siquiera que reducir la extracción de petróleo, que alcanza hoy a cuatro millones de barriles por día, para desorganizar el mercado petrolero mundial. Es suficiente con bloquear los 50 kilómetro de ancho del estrecho de Ormuz, que abre a los países del Cercano Oriente la salida al Océano Índico, y los precios del petróleo instantáneamente saltarán, según evaluaciones expertas, hasta los US$ 90 / US$ 100 por barril e incluso más. Los Estados Unidos sentirán rápidamente la escualidez de sus reservas estratégicas, calculadas para sesenta días.
Pero incluso no se trata de esto. Supongamos que la flota de USA comenzará a escoltar a cada tanque y los barreminas norteamericanos peinarán las veinticuatro horas el estrecho de Ormuz.
Es más complejo evitar que el bombardeo de Irán se convierta en un bumerang que castigue cruelmente a aquellos que lo utilizaron.
Es difícil incluso suponer cómo repercutirán los primeros ataques aéreos sobre Nataniets, la ciudad al sur de Teherán, donde se ubica el principal centro iraní de enriquecimiento de uranio, entre los 1.200 millones de musulmanes en todo el mundo.
Hay pocas dudas de que esto detonará una reacción en cadena de ataques terroristas contra USA tanto en territorio norteamericano como en el exterior. Muchos expertos en terrorismo predicen: se despertará del sueño y volverá a los senderos de la guerra la que tal vez sea la organización terrorista más amenazante, Hezbollah, que recibió en el Líbano el status de partido político.
El golpe aéreo no "disminuirá", como suponen en Washington, sino que al revéz, fortalecerá el régimen de Ahmadinedjad, cuya popularidad hoy cae en pendiente debido a la difícil situación de la economía iraní.
Quizá lo más importante: los bombardeos convencerían tanto al mismo Teherán como a parte de la comunidad internacional en desarrollo acerca de la verdad de la tesis de que la mejor garantía de seguridad, en primer lugar del mesianismo global de USA, consiste en disponer de esta selectamente prohibida bomba atómica.
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Gentileza de Hernando Kleimans.

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