Una comida para el equilibrio emocional

Existen muchos ejemplos que muestran la relación de la personalidad y el lugar donde se vive con la forma de comer y el tipo de alimento que se ingiere. Conózcalos en este informe especial.

El equilibrio emocional depende de varios aspectos. El tipo de  alimentación es uno de los factores fundamentales en el desarrollo del sistema nervioso.
Los alimentos expansivos tales como azúcares, frutas, verduras tienden a relajar, descontraer, a la pasividad.
Por el contrario, los alimentos salados, contractivos, como carnes, grasas y alimentos con mucha cocción tienden a tensionar, a la acción, a la rigidez.
La fuerza de contracción (tensión) y expansión (relajación) son fuerzas propias del universo y actúan permanentemente para generar el equilibrio y la armonía. Hay momentos en que necesitamos de una y momentos en que necesitamos de otra. Nada es absolutamente estático, pero lo que si es real es que el alimento que se ingiere cotidianamente hace a nuestra forma de ser y actuar en la vida.
* ¿Por qué no a las dietas?
La palabra dieta en su origen significa, "modo de vida", pero la mayoría de nosotros la relacionamos con algo restrictivo, impuesto, relacionado con la represión, por eso cuando se trata de nutrición, es mejor hablar en otros términos, para evitar condicionarnos por las palabras.
Si consideramos que toda persona necesita una forma de alimentación adecuada a su personalidad y problemática particular, y si vemos que en verdad, todos los seres humanos tenemos a lo largo de nuestra vida, temas especiales a resolver, el alimento tendría que ser el adecuado en función del momento que estamos viviendo, como nos sentimos, si tenemos o no energía, si estamos cansados o muy excitados, si nuestro intestino está funcionando correctamente o no, si surgen dolores en alguna parte de nuestro cuerpo, si dormimos poco o mucho, si nos sentimos angustiados o nerviosos.
De manera que más que hablar de dietas tendríamos que hablar de comer en función de la necesidad del momento. Podríamos entonces cambiar la palabra dieta por la de "una alimentación responsable". Cuando se encara la comida de cada persona, desde esta perspectiva, no hay restricciones, sino que cada uno se hace cargo conciente y racionalmente de lo que tiene que comer.
Cuando la persona entiende porqué elige ciertos alimentos y porqué descarta otros, no hay dieta, sino que hay una elección personal conciente, racional, reflexiva, producto de la comprensión. Cuando los cambios se hacen desde la imposición, difícilmente funcionen, cuando se hacen desde la comprensión, pueden generarse.
* Una forma racional de comer
Es necesario conocer cuáles son los alimentos que perjudican la propia salud, tanto física como psicológica y cuáles son los que la benefician.
Hay alimentos que son perjudiciales para todas las personas, más allá de sus características personales y hay otros que si bien forman parte de la naturaleza, en determinados momentos no conviene consumirlos, en función de la circunstancia especial que se esté atravesando.
Por ejemplo los alimentos industrializados, tales como los productos diet y light, los que contienen productos químicos como resaltadores de sabor, conservadores, espesantes, mejoradores, blanqueadores, antibióticos, los alimentos que excitan el sistema nervioso como carnes, alcohol, azúcar blanca, café, té negro, hierba mate, los lácteos industrializados, los empaquetados, enfrascados, enlatados, los edulcorantes artificiales, las bebidas colas, harinas blancas, repostería en general, es importante prescindir de ellos, ya que alteran el funcionamiento del organismo, sobrecargando la función hepática, circulatoria, intestinal, renal, endocrina y al sistema nervioso.
Hay alimentos que aún siendo de naturaleza orgánica, en determinadas circunstancias, tenemos que prescindir de ellos, temporalmente, mientras tengamos alguna dolencia en particular.
Por ejemplo, ciertas personas, con problemas de flojedad intestinal, tienen que evitar las frutas, las verduras de hojas verdes crudas, las harinas, los lácteos. Y las personas con problemas de hipertensión, no pueden comer alimentos muy salados, grasas saturadas (carne, leche, queso, yogur), aunque sean orgánicos. También las hay con n colesterol alto que tienen que prescindir de lácteos, grasas saturadas y alcohol y otras con afecciones del sistema nervioso que necesitan prescindir de carnes y alimentos azucarados, aunque sean orgánicos también.
* ¿Por qué se busca la energía, el vigor, o el sentirse relajado, a través de la comida?
La falta de energía es fácil de percibir en uno mismo, ésta se traduce en sensación de cansancio, abatimiento, desgano y todo pareciera tener que hacerse con esfuerzo.
Cuando tenemos exceso de energía, nos sentimos hiperactivos, muy estimulados, sobreexcitados. Suele ocurrirnos, que en función de cómo estamos energéticamente, busquemos apaciguarnos a través del consumo de ciertos alimentos.
Antes de buscar la forma de paliar estos síntomas, es necesario comprender el origen de la falta o el exceso de energía.
La falta de energía puede deberse a varios factores, por ejemplo: Poco descanso, dormir pocas horas, trabajar demasiado, una mente que nunca para de pensar, el hígado sobrecargado por el consumo de azúcar, quesos, alcohol, carnes, químicos, farináceos, comer más de lo que el cuerpo necesita, estar en estado de tensión permanente.
El exceso de energía, la sensación de excitabilidad, puede deberse a que el sistema nervioso esté alterado debido a que uno no haya dormido o descansado lo suficiente, o trabajado demasiadas horas lo que comúnmente se dice que se está "pasado de vuelta".
El exceso de energía puede deberse también a la ingestión de bebidas o alimentos excitantes del sistema nervioso que segregan adrenalina.
Tanto uno como otro síntoma se retroalimentan permanentemente.
Cuando nos falta energía, buscamos alimentos o bebidas que nos la den.
Suele ocurrir, que el gusto por consumir carne o la necesidad de ella, tenga que ver, con el querer a través de su consumo, compensar la falta de energía. Esto es muy común en los hombres que necesitan de la carne para sentirse potentes. El consumo de café, té negro y hierba mate también está relacionado con la necesidad de sentir fuerza, potencia, vitalidad, porque en verdad uno se siente desvitalizado. El consumo de azúcar, tiene que ver con la necesidad de calmar la ansiedad, de buscar relajar, de calmar el exceso de adrenalina, lo mismo que el de alcohol.
Por eso es importante, comprender porqué uno busca los estimulantes, cuál es la sensación interna que invita a consumirlos y tratar entonces de restablecer de otra forma la falta o el exceso de energía, comprendiendo sus causas y de esta manera ir a la raíz del síntoma, buscando equilibrar el desequilibrio no con alimentos nocivos a la salud, sino comprendiendo las causas.
Cuando se destierran los estimulantes del sistema nervioso, surge una energía genuina, la propia, que no es poca, ni en exceso, sino la justa, la necesaria para encarar los procesos del diario vivir.
* Relación entre la química de la sangre y las emociones
La sangre de un ser humano para que sea de buena calidad tiene que ser alcalina, es decir tener un PH entre 6,9 y 7,2.
Pero generalmente la sangre se acidifica. Cuando la sangre se acidifica ocurren diferentes síntomas. Por ejemplo, en el aspecto físico pueden aparecer dispepsias, hinchazones, gases, problemas intestinales, infecciones, la aparición de quistes, problemas circulatorios, hemorroides, contracturas. En el plano emocional cuando la sangre está acidificada hay ansiedad, nerviosismo, depresión, irritabilidad, miedos.
* ¿Qué es lo que acidifica la sangre?
La sangre se acidifica por la mala sangre, por el estrés y tensión, también por el exceso de contaminantes ambientales, por el consumo de café, hierba mate, exceso de carnes, harinas, azúcares, químicos en general, grasas saturadas.
Para que la química del organismo en general y de la sangre en particular esté estable, la persona tiene que desarrollar una actividad física cotidiana, tiene que estar atenta a no estar muchas horas frente a computadoras, televisores, no estar mucho tiempo con su celular prendido, no estar demasiado tiempo sentada, necesita moverse e ingerir alimentos que no le quiten nutrientes.
El ser humano para estar químicamente estable, es decir que su sangre tenga una buena calidad y que sus órganos y funciones corporales funcionen adecuadamente, necesita: carbohidratos, azúcares, vitaminas, minerales, grasas y agua. Estos elementos son los que forman parte de la leche materna y a lo largo de la vida, son los que necesitamos ingerir para funcionar equilibradamente, cambiando la proporción de los mismos de acuerdo a la etapa evolutiva que se va atravesando.
Cuando la persona se alimenta ingiriendo estos nutrientes su química se estabiliza, posee la energía necesaria, y no busca otros alimentos que lo estimulen porque ya está estimulado, ya tiene una energía genuina, no buscada afuera, no necesita buscar la energía en el jamón, la carne, el queso, el café o la relajación en el azúcar o el alcohol.
Una alimentación basada en cereales integrales, legumbres, verduras, frutas, algunas grasas animales, aporta energía genuina, además de la actividad física y de la actitud de la persona frente a la vida. Cuando la química del organismo está estable, las emociones se estabilizan, porque somos una unidad. No existe un cuerpo sano en una mente enferma, cuerpo y mente son una sola cosa.
* Una comida energética
Es aquella que aporta energía, que genera una combustión lenta de azúcar en la sangre, que uno siente satisfacción al ingerirla y no que al poco tiempo de ingerirla se sienta hambre nuevamente.
Por ejemplo si un día fresco, nublado, comemos  arroz cocinado con mucha agua y verduras al vapor, probablemente a las pocas horas necesitemos comer nuevamente. O si ese mismo día desayunamos fruta solamente y té, al mediodía estamos voraces frente a la comida.
Una alimentación energética aporta fuerza, vigor, no genera ansiedad, ni insatisfacción.
Luego de ingerirla se puede dormir bien, la mente no se dispersa, hay capacidad de concentración, el humor está estable, uno no se siente enojado, ni tiene descontroles emocionales.
Cuando la comida tiene la suficiente energía, el intestino ha de funcionar adecuadamente, no surgen contracturas, la mente no esté parloteando todo el tiempo, la persona tiene la posibilidad de encontrar momentos internos de silencio. Si bien todos estos temas tienen que ver no solo con la elección del alimento, éste y la forma en qué comemos, cuáles desechamos y cuáles incluimos, hacen a la posibilidad de equilibrio.
Una alimentación basada en cereales integrales (arroz, cebada, avena, centeno, mijo, maíz, quínoa, amaranto, trigo), proteínas vegetales (soja, lentejas, garbanzos, porotos en general), semillas (sésamo, nueces, almendras, zapallo), frutas secas y frescas, aceites de 1ª presión en frío, algunos productos animales como quesos, yogures y huevos orgánicos, verduras crudas y cocidas, aceites de 1º presión en frío son alimentos que aportan energía.
Ahora bien, no solamente se trata de tener en cuenta la calidad del alimento ingerido, sino las combinaciones de los mismos, qué conviene consumir con qué, qué es importante de evitar, cómo consumir las proteínas, cuáles son las hierbas más conveniente para cada uno, cuántas veces podemos ingerir  tal o cuál cereal, proteína o verdura durante la semana, cuáles pueden formar parte de la ingesta de todos los días y cuáles son necesario que sean para consumo ocasional, cómo cocinarlos y combinarlos, qué condimentos son necesarios a unos ú otros alimentos, etc.
Todo esto depende de cada persona en particular y de su problemática y características individuales.
* Alimentos que aportan energía y alimentos que quitan energía
Hay alimentos que le implican trabajo excesivo al organismo para poder digerirlos. Por ejemplo, si una persona está atravesando un momento de cansancio, fatiga, está convaleciente o necesita concentrar su energía para resolver un problema concreto de salud o armonizar sus emociones, tendrá que prescindir de tomar café o mate, o azúcares o frutas azucaradas, carnes o harinas, o alimentos dulces en general. Todos estos alimentos generan gasto de energía para poder digerirlos, ya que sobrecargan las funciones corporales.
En momentos en que el cuerpo se siente cansado, cuando hay fatiga corporal o mental, es importante consumir alimentos cocidos, para poder digerirlos fácilmente, tales como cereales, verduras, frutas que no contengan mucho azúcar, huevo, algún poco de queso no estacionado, es decir sin tanto tenor graso, semillas livianas, tales como las de zapallo o de girasol tostadas. Las nueces y almendras contienen mucho aceite y a veces son difíciles de digerir.
Las proteínas son alimentos  densos, que aportan energía y en momentos en que ésta falta, tal vez haya que ingerir una mayor cantidad de las mismas, cuidando de no excederse, ya que el exceso genera la misma sensación que la falta.
Las proteínas animales son las carnes, los huevos y los lácteos. Las vegetales son las legumbres (porotos de: soja, aduki, negro, lenteja, garbanzo, etc.) y también el zeitán que es el gluten de trigo. Los cereales y proteínas aportan energía, pero es necesario consumirlos con verduras para que ayuden a drenar, ya que suele ocurrir que aquello que aporta energía, si se consume en cantidad y no se le da el agua, la verdura o fruta suficiente, sobrecarga las funciones corporales y termina desenergizando también.
* La madurez o inmadurez emocional en relación a la elección del alimento
La respiración es el primer vínculo que tenemos con la vida, el alimento el segundo. Si no respiramos no vivimos, si no comemos tampoco. El ser humano desde el momento en que nace necesita el alimento, primero es la leche materna, luego el biberón, y así diferentes tipos de comidas.
De niños apenas lloramos o estamos molestos nos dan comida. El primer sabor al que nos acercamos es el dulce, ese es el sabor de la leche materna. De pequeños frente al enojo, la tristeza, el llanto, aparece el pecho de la madre o el biberón, o la galletita dulce o la golosina o el pedacito de pan.
Ya desde temprana edad canalizamos la angustia por medio de la comida y desarrollamos el sentido del gusto desde temprano, distinguimos diferentes sabores y en general para el niño el dulce es el sabor preferido. No es extraño, entonces que de adultos busquemos la comida como forma de llenar el vacío, de buscar afecto, contención, que busquemos el sabor dulce o las harinas para llenar nuestro vacío existencial.
La comida es fuente de vida, es también la vida misma, nuestra forma de vincularnos con el alimento es nuestra forma de vincularnos con todo. Si somos posesivos, exigentes, celosos, carentes y necesitados, comemos de la misma forma a cómo actuamos en nuestros vínculos afectivos.
Si existe inmadurez emocional, si seguimos apegados al niño que fuimos, si continuamos esperando de los otros la solución a nuestros problemas, el alimento que elijamos va a estar teñido de éstas características. El niño busca solo placer, diversión, entretenimiento, si continuamos siendo niños buscaremos en el alimento solo esto.
Podemos decir que existe madurez emocional cuando la persona puede hacerse cargo de sí misma, cuando puede ver a los otros y no sentirse el centro del Universo, sino que se siente parte de todo, cuando no niega su realidad, cuando no pone en los otros, ni en la vida, la responsabilidad de cuanto le ocurre.
En general sucede, que nos cuesta madurar, convertirnos en adultos y dejar ir al niño o niña que fuimos. Tratamos de perdurar el estado infantil. Cuando se es niño, no se ve al otro, uno está auto-centrado, actúa egoicamente, necesita recibir y no tiene capacidad de dar.
Suele ocurrirnos que de adultos mantenemos al niño que fuimos, encontramos ciertas ventajas actuando inmaduramente, creemos falsamente que manteniendo ese niño que fuimos recibiremos más afecto, más atención, tal vez la misma que recibimos en la infancia. Sucede también, que vivamos esperando de nuestros padres o de otras personas lo que sentimos que fue carente en la infancia.  Cuando comemos irracionalmente, seguimos perpetuando al niño que tenemos dentro.
* Comer de acuerdo a la personalidad
En general las personas comen sin pensar, no hay razonamiento acerca de qué es lo que conviene o no en función de la manera de ser y actuar.
Si una persona es extrovertida, dinámica, activa, realiza actividades físicas continuamente, está en movimiento gran parte del día, su comida tendrá que contemplar esas características, para ayudarla a equilibrarse.
Si una persona es introvertida, pasiva, tiene poca energía, es más bien pensante y tiene una vida sedentaria, tal vez porque realiza actividades mentales, su comida tendrá que contemplar estas características para poder equilibrarla.
Hay alimentos que ayudan a extrovertir, a salir hacia afuera, que aportan energía de acción y otros que aportan energía de mayor sosiego e introspección. Por ejemplo, los alimentos dulces (incluidos los cereales integrales que tienen un sabor dulce, verduras como zapallo, zanahoria, papa, cebolla, miel de arroz, miel de maíz, miel de cebada, jalea de membrillo, azúcar integral, miel de abeja) tienden a descontraer, a relajar, por supuesto siempre en cantidades moderadas, lo mismo ocurre con las frutas y las verduras.
Las personalidades extrovertidas y dinámicas tendrían que consumir poca cantidad de aceites y grasas animales y llevar adelante una alimentación vegetariana.
La persona introvertida, tímida, más bien pasiva no admite en su alimentación exceso de dulces, frutas o verduras, porque éstas le quitan energía; necesitan alimentos potentes, con mayor cocción, proteínas, un consumo regular de grasas, cocinar con más aceite, cereales con mayor contenido en grasas como avena, maíz, en forma de polenta, guisos y casi nada de dulces y verduras crudas, más bien verduras cocidas. No se trata de no incluir frutas o verduras sino en moderar su consumo.
Es importante entender la relatividad de todo, ya que nada es permanente y hay momentos de la vida en que si bien nuestra naturaleza es de determinada manera, puede que nos sintamos con menos o más características de las que nos son propias, por ej., si bien tiendo a tener mucha actividad, y ser muy energético, me siento en algún momento desenergizado, cansado, y ahí tendré que cambiar la forma de comer y viceversa.
* Comer de acuerdo al clima
No es la misma comida la que se tiene que ingerir en un lugar de clima húmedo, que seco, de clima cálido que frío, de montaña que de mar. Ni tampoco tenemos que comer igual en invierno que en verano o en otoño que en primavera.
Cuando se vive en un lugar de clima húmedo, ya de por sí el organismo tiene una cantidad de agua que el medio ambiente le aporta, por lo tanto es necesario consumir más alimentos que admitan la presencia del fuego, y no tanto del agua, es decir alimentos cocidos, frutas y verduras cocidas, más proteínas, preparaciones tipo guisos, más carbohidratos en forma de cereales integrales en proporción que verduras crudas y frutas.
Si el clima es seco, significa que el organismo tiene menos agua disponible, por lo que se necesitan alimentos que contengan agua, de manera que la proporción de frutas y verduras tiene que ser mayor.
Si el clima es frío, necesitamos alimentos que den calor, o sea carbohidratos tipo cereales integrales, que llevan bastante cocción, más cantidad de proteínas que las que se consumen en climas templados o cálidos, de grasas, por lo que es necesario usar un poco más de aceite en la cocción de los alimentos, más proteínas vegetales cocidas, en forma de guisos de lentejas, poroto aduki, garbanzos y más consumo de derivados animales.
Si el clima es caluroso, eso implica una mayor presencia del sol en la vida de uno, por lo que se necesitan alimentos que contengan agua en cierta cantidad, es decir ensaladas, frutas y consumir menos alimentos grasos, densos, menos aceites, menos carnes y lácteos e incorporar cereales y legumbres preparados en ensaladas con verduras frescas.
* ¿Cómo como lo que como?
Estas son preguntas que uno debería hacerse en el momento de comer:
¿Cuándo como, estoy atento a lo que estoy comiendo?, ¿Sé cuáles son los ingredientes de cada comida y cómo estuvo hecha?, ¿Quién la hizo, qué ingredientes lleva cada plato?, ¿Como pensando en lo que estoy comiendo, o como pensando en lo que tengo que hacer después de comer o lo que hice antes o lo que tengo que hacer mañana?, ¿Durante un almuerzo o cena, como conversando todo el tiempo con los otros comensales?.¿Como apurado, porque tengo que salir rápido?, ¿Como ansioso, porque devoro la comida, tratando de llenar un espacio de insatisfacción con ella?, ¿Como apreciando cada bocado o como llenando un vacío?.
Comer debería ser un acto de meditación. Cuando se medita se está atento a cada pensamiento, a todo lo que ocurre externa e internamente, por eso decimos que comer es meditar, es estar atento a cada bocado, masticar hasta dejar líquidos los sólidos y ahí recién tragarlos, es desmenuzar cada bocado, es como masticar los pensamientos, estar permanentemente atento.
Es importante que cada uno examine si come por hambre, si aprecia el alimento, si es que se busca llenar el vacío existencial, si no hay voracidad, glotonería, si se trata de tragar para llenar, si se es austero, humilde, o si se es compulsivo, ansioso.
Cuando se aprende a masticar hasta licuar los sólidos y recién ahí dejarlos que vayan hacia la garganta y tragarlos, la mente se tranquiliza, la ansiedad disminuye, se aprecia lo que se está haciendo, no hay apuro, hay sosiego, hay conciencia de hacer lo que en cada momento corresponde, cuando se come, se come, no se está en otra cosa.Al comer masticando y masticando, la química del cuerpo cambia, la sangre adquiere una buena calidad, porque al masticar la saliva segrega una enzima llamada ptialina, que al mezclarse con el alimento alcaliniza la sangre.
Esta forma de comer permite apreciar cada bocado, la satisfacción es mayor y no es necesario comer en cantidad ya que al masticar, la búsqueda de satisfacción es menor, ésta se da naturalmente.
* La búsqueda de placer y la insatisfacción
La comida tiene que ser además de sana, sabrosa al paladar y dar la posibilidad de satisfacción y placer. Pero, cuando buscamos afanosamente la satisfacción y el placer, es porque estamos insatisfechos y también ocurre que cuanto más dolor tenemos, más necesidad de placer sentimos.
Tratamos de paliar con la comida, por ejemplo, la frustración de no sentirnos contentos con nuestra vida, de sufrir y no encontrar la dicha que anhelamos. Comemos dulces, panes, quesos, golosinas, gaseosas, alcohol, buscando engañosamente en ellos una satisfacción que no la vamos a encontrar ahí.
En general nos sentimos disconformes. Un cierto grado de disconformismo es necesario que exista, para cuestionar, para modificar, para transformar. Pero el disconformismo por que sí, el que siempre está instalado, se asemeja al del niño que nunca está conforme con el juguete que le dan, que pasa de un juego a otro juego.
Cuando se está eternamente insatisfecho, se está siempre esperando, la necesidad de recibir es mayor que la de dar.
Cuando la vida de una persona está centrada casi exclusivamente en si misma, hay insatisfacción.
Cuando se madura, cuando se comprende profundamente el dolor, los momentos traumáticos de la vida, cuando éstos se ven, no se niegan, cuando hay un exponer, un sacar afuera, que limpia, uno comienza a hacerse cargo de sí mismo.
Cuando existe una actitud de confianza, en la vida, en los otros, cuando hay un ver sin ilusión, cuando se es conciente de la insatisfacción, cuando uno ve claramente la necesidad de reconocimiento, cuando no se espera llenar vacíos con nada, no se busca en la comida el sustituto afectivo o la fuente de placer.
Entonces, el placer se siente por el hecho de tener una actitud amorosa frente a la vida, frente a los otros, frente a cada cosa que uno hace, comer, atender a otros, limpiar, cocinar, cuidar, vender, trabajar.
* La obsesión por la comida
Obsesionarse significa focalizar la mente en una idea y pensar todo el tiempo en eso. Ese pensamiento obsesivo, no deja espacio ni tiempo para otra cosa.
Cuando se piensa mucho en algo, no existe la capacidad de contemplación, la conexión con los sentidos, con las sensaciones, el poder deleitarse frente a una música, al canto de los pájaros, al sabor de una comida. Se piensa, se piensa, se piensa, es como poner una alfombra sobre la basura, o el piso descolorido o roto, para que ésta no se vea.
Tapamos nuestra vida con ese pensamiento obsesivo, de esta forma no se percibe, no se siente, es una manera de insensibilizarse para no sufrir, para no conectarse con el propio dolor o la propia realidad.Pensar incesantemente en la comida es lo mismo que pensar con la misma magnitud en el trabajo, en otra persona, en algún vínculo o situación  en particular.
Uno piensa porque se siente inseguro y cree que pensando va a estar más seguro. Uno piensa mucho en aquello que más inseguridad le genera. ¿Porqué uno puede llegar a pensar tanto en la comida?. Uno piensa en qué va a comer en el almuerzo cuando está aún en la mañana, uno piensa que va a comer mañana cuando está en la noche.
Pensar racionalmente en la comida, es decir no mecánicamente es bueno y necesario, porque hay que prever que elementos se necesitan, que compras hay que realizar, qué espacios de tiempo son necesarios para elaborar el alimento, cómo uno se organiza, qué se necesita comer en función de cómo uno se siente un determinado día en particular.
Cuando hablamos de obsesión, nos referimos a un pensamiento mecánico que insume varias horas del día y en el que a cada momento uno se descubre pensando en eso, por ejemplo… en qué va a comer.
Cuando se piensa demasiado en la comida es porque se espera a partir de ella llenar un vacío y porque en realidad uno se siente hueco, vacío.
En el acto de comer, hay una gran satisfacción y se espera ese momento para encontrar placer, porque fuera de ese instante, hay dolor, hay una gran herida que se trata de tapar.
Cuando uno se siente inseguro, al pensar y pensar pareciera que surge una sensación de seguridad, es como tener la cosa anhelada más cerca. Luego cuando eso anhelado está presente, en este caso la comida, al terminar de comerla, la sensación de inseguridad vuelve nuevamente.
Existen personas que aunque no piensan en comer y comer piensan en que les hace bien y que les hace mal, también de forma obsesiva.
Esto puede tener que ver con la desconfianza, el no creer en las propias fuerzas, el no confiar en la propia capacidad de metabolizar o aceptar tal o cual alimento. En este punto es importante descubrir el miedo al valor corporal de uno mismo, a la fuerza del organismo, a la inteligencia corporal que cada organismo posee, a la capacidad de revertir, a la confianza o no en la vida.
* La hipoglucemia y la comida ¿Se come solo por hambre?
Muchas veces buscamos el alimento no porque tenemos hambre sino porque nos sentimos sin fuerzas.Se suele confundir el tener hambre, con el sentirse desenergizado.
El azúcar de la sangre, llamada glucosa, tiene momentos en que está alta o baja en el organismo, en función de que exista una combustión rápida o lenta de la misma. Si la combustión es lenta tenemos una energía perdurable, si la combustión es rápida ocurre como con las llamas de un pajar, se enciende rápidamente, pero también rápidamente se apaga.
Hay ciertos alimentos que generan una sensación de hipoglucemia, debido a que la glucosa o azúcar de la sangre, ha tenido una combustión rápida.
Las harinas blancas, los azúcares en general, especialmente el azúcar blanca y todo lo que está elaborado con ella, el arroz blanco, es decir todo producto refinado, generan una combustión rápida de azúcar.
Las carnes y las grasas al consumirlas en exceso, generan la necesidad de azúcares y también bajan la glucosa. En general las personas que consumen mucha carne o grasas en general, necesitan vino o alcohol, que es una forma de consumir azúcares.
En cambio los cereales integrales son azúcares complejos que generan una combustión lenta de azúcar en la sangre (glucosa), lo mismo ocurre con las verduras dulces como zanahoria, cebolla, zapallo y también algunas legumbres.
El desequilibrio químico y la necesidad de diferentes tipos de alimentos
Cuando la química del organismo está desequilibrada, los órganos también funcionan desequilibradamente, el hígado, el intestino, el riñón, el corazón, bazo, páncreas, etc. Los órganos se desequilibran producto del estrés, del exceso de alimentación, del exceso de grasas, harinas, azúcares, cafeína. Se desequilibran también por la baja del sistema inmunológico.
Si bien existen aspectos psicológicos que hacen buscar determinado tipo de alimentos, el desequilibrio químico se produce a partir de la elección de ciertos alimentos o bebidas.
La necesidad de dulces puede tener su origen en la sobrecarga del hígado, estómago, bazo y páncreas, que a partir de este tipo de alimentos se sienten aliviados.
El hígado cuando se encuentra sobrecargado también pide harinas. Cuando el intestino está flojo y expandido, el cuerpo pide alimentos sin fibras como harinas blancas, carnes, quesos, la sensación es de baja energía, entonces la necesidad es de algo que de potencia. Cuando el intestino está contraído y hay constipación, el cuerpo pide fibras, verduras, frutas y a veces hay hasta voracidad en la comida, porque parece que naturalmente habría que cargar más para luego generar una descarga mayor, es decir cuanto más constipado se está, más se come. Cuando hay una sensación de debilidad de falta de energía, se busca el mate, el café, la carne, los quesos.
Cuando hay una sensación de tensión, se busca el alcohol, el azúcar.
Muchos de estos alimentos actúan como latigazos, en el momento dan mayor energía, pero luego, viene la sensación nuevamente de cansancio o desenergización y se busca nuevamente el café o el pan, o la cosa dulce para levantar la energía nuevamente. La carne actúa de la misma manera, en el momento da la sensación de fuerza, pero luego el organismo va acumulando toxinas y se necesita cada vez más carne para continuar teniendo energía.
En el consumo de alimentos diet y Light, que las personas los consumen para supuestamente bajar de peso, hay algo perverso, ya que sobrecargan la función hepática con lo que luego la necesidad de ingerir harinas y carbohidratos es aún mayor.
* Lo que genera el exceso de nutrientes
Se sabe hoy la importancia que tienen los alimentos que contienen fibras para que exista un buen estado de salud. Pero es necesario señalar que la falta de fibras genera el mismo problema que el exceso.
En todas las revistas de consumo masivo se publicitan los beneficios del salvado, las semillas de lino, el sésamo, las almendras, nueces, germen de trigo, etc. Si bien estos alimentos son buenos en sí mismos, ya que contienen fibra y muchos nutrientes, consumidos sin criterio pueden generar problemas diversos. La gente consume más de lo que necesita, en todos los órdenes… y en la alimentación también.
Cuando hay exceso de nutrientes, el hígado y el estómago pueden no tolerarlo, desequilibrándose la vesícula y los órganos de la digestión, por lo cual el intestino se resiente y aparecen constipaciones o flojedad.
Muchas personas creen que comiendo cantidad de nutrientes han de generar mayor fortaleza y mezclan semillas de lino, con almendras, salvado, trigo, sésamo, ricota, yogur, quínoa, amaranto, etc.
A veces estas combinaciones son explosivas y buscando la fortaleza, uno se termina debilitando aún más. Habría que entender, en estos casos, si realmente comiendo muchos nutrientes uno se fortalece o si lo que habría que investigar es la sensación de debilidad o el origen de la misma.
Uno se siente débil y busca en el alimento amortiguar esta sensación, creyendo que comiendo demás o comiendo alimentos "potentes", va a remediar dicha debilidad.
A veces estas conductas generan sobrecargas digestivas y circulatorias que terminan haciendo más frágil, la propia condición. Habría que preguntarse de dónde viene esta debilidad.
Puede que tenga un origen puramente físico y sea la consecuencia de alguna enfermedad que se ha tenido y se está convaleciente, puede ser que haya una anemia debido a otros factores o también puede ser que uno cree que la delgadez es sinónimo de debilidad, cuando la delgadez puede implicar un mayor fortalecimiento. Pero muchas veces la debilidad está asociada con algo referido solo al plano emocional, con la sensación de "pobrecito" que uno tiene enraizada. Esta sensación de "no poder", de impotencia, lo lleva a uno a comer muchos nutrientes, con lo que el intestino y el hígado se debilitan y no se asimila lo ingerido y por lo tanto uno baja de peso y más débil se siente.
En general la salud adviene no por el sumar sino por el restar. Cuanto más cosas se sacan y más simple es la comida, menos desperdicio de energía va a haber y más fortalecido uno ha de estar.
* La ansiedad
Etimológicamente la palabra ansiedad significa "ansiar ser", es decir ser algo diferente de lo que se "es".
Estar ansioso implica no aceptar el momento que se vive, no aceptar la realidad de uno, lo que se "es". Uno no está conforme con lo que es, con su realidad, con los otros, con la vida, uno quisiera que las cosas fueran diferentes. En esa no aceptación de la realidad y en ese anhelo por que las cosas sean distintas, se tapa el dolor de lo que "es", ya sea comiendo, fumando, bebiendo, trabajando, o pensando obsesivamente en algo, parloteando con la mente incesantemente.
Cuando uno está atento y comienza a desmecanizar sus actos y sabe porqué come lo que come, sabe porqué no mastica, o porqué come rápido o porqué toma otra porción cuando con una era suficiente o porqué se maneja solo por impulso o porqué traga y no mastica o bebe sin parar, cuando se desmecanizan los actos y se está atento a cada instante, cuando se vive concientemente, no hay ansiedad, hay comprensiones, no hay impulsos, tampoco hay represión, ni imposición, hay capacidad de reflexión, de sentir, vivenciar, hay razonamiento.
Es necesario estar conciente de cada bocado que uno ingiera, de saber porqué se come la galletita a pesar de haber comido satisfactoriamente, porqué se toma el café o el mate o porqué se necesita beber el vaso de vino o la torta de chocolate. En ese porqué uno se autodescubre. Se trata no de juzgar la respuesta, sino de ver el propio comportamiento y ser conciente de él. En esa conciencia sin juicio hay transformación.
Pero para que esto ocurra, para poder ver y verse sin juicio, es necesario tener energía, ganas, cierta vitalidad.
Para tener energía, por alguna punta del ovillo uno tiene que empezar.
En principio para desmecanizar los pensamientos y estar atento, se necesita descansar, comer lo mejor posible, hacer actividad física, estar impregnado lo más que se pueda de naturaleza.
* El uso de cereales integrales para el equilibrio emocional
Los cereales integrales son los alimentos que más proveen Vitamina B, esta vitamina regula el funcionamiento del sistema nervioso, de manera que el consumo de éstos es fundamental para el equilibrio emocional.
Los cereales integrales fueron los primeros alimentos que surgieron en el planeta tierra. A escala evolutiva son los que están en una línea de mayor polarización respecto al ser humano.
Lo primero con vida que aparece en la Tierra son los cereales y la evolución continuó hasta la aparición del ser humano. De ahí que al ser el alimento más polarizado en relación al hombre, sea el más recomendable de ingerir, ya que cuanto mayor es la polarización mayor es la armonía.
Los cereales integrales tienen además muchos otros nutrientes, contienen sílice, que por un proceso de transmutación biológica se transforma en calcio en el organismo.
Cuando una persona comienza a ingerir cereales integrales, tales como arroz, trigo, mijo, avena, etc., sus decibeles bajan, su nivel de ansiedad disminuye, su estado de ánimo cambia. Comienza a haber mayor energía y predisposición frente a la vida.
Por eso es importante consumirlos diariamente, casi en cada comida, almuerzo y cena. Por supuesto sus efectos van a funcionar en un contexto dónde no se incluyan excitantes del sistema nervioso. De nada serviría consumir cereales integrales y tomar café, exceso de carnes, grasas o azúcares.
En algunos países tales como en Inglaterra, se ha desterrado el tipo de comida rápida de las escuelas primarias y secundarias; se les da a los niños y jóvenes un menú basado en cereales, legumbres, verduras, frutas y se ha observado como ha bajado el nivel de violencia en niños y jóvenes. En una cárcel en Lisboa se hizo la experiencia de darles este tipo de alimentación a los presos y sus comportamientos se han modificado, disminuyéndose el tiempo de prisión.
* El condicionamiento familiar en relación a la forma de comer
Cada familia tiene su forma particular de comer. Los niños comen en general de acuerdo a lo que los padres comen. Cuando en la casa la comida es carne, queso, pollo, pan, gaseosas, los niños comen eso y difícilmente acepten comer verduras y otros tipos de sabores, porque esos alimentos no son aceptados por los padres. Cuando en la casa se comen cereales y verduras, los niños aceptan estos tipos de alimentos apenas dejan de ser lactantes.
A lo largo de nuestra vida comemos en función a como fuimos acostumbrados, al tipo de comida que se nos dio de pequeños. El gusto o el disgusto por uno ú otro alimento, en general está íntimamente relacionado con el condicionamiento familiar, con lo que fuimos acostumbrados a comer o no desde niños y funcionamos, como niños, diciendo: "esto me gusta, esto no me gusta".
Nos cuesta cortar con las costumbres que adquirimos desde niños, nos cuesta abrirnos a lo nuevo, a diferentes sabores a lo que puede ser beneficioso para uno. En general, estamos  condicionados por la historia familiar. Hay casos de personas que aún a los 40 años comen solo carne, pan, pastas, huevo, nada de frutas, nada de verduras y cuando se les ofrece una milanesa de soja, no la comen, porque no es algo conocido; sucede que la comida a la que había sido acostumbrado desde niño era ésta.
Cuando la alimentación de una persona es variada e incluye varios tipos de alimentos, su mente se abre, acepta la vida y sus diferentes circunstancias, a los otros, a sí misma. Cuando la alimentación es estrecha y siempre se come lo mismo, hay auto encierro. Hay momentos en que por una necesidad particular, porque la persona tiene que cuidar su condición psicofísica, necesite comer austeramente y durante un tiempo el mismo tipo de comida.
Pero cuando siempre se come lo mismo porque a uno "no le gusta" tal o cual comida, o cuando en un plato hay que sacar por ejemplo la zanahoria o la cebolla, o las pasas de uva, no porque a uno le hagan daño, sino porque "no le gusta", es necesario examinar que hay atrás de ese "no me gusta".
Cuando se examina esto, puede uno encontrar que no termina de cortar con el niño que uno fue, con la infancia, con la necesidad de esperar algo…, con ese aspecto infantil del querer recibir.
Uno puede llegar a ver que está cerrado a lo nuevo, que mantiene una actitud caprichosa, que no se siente capaz de razonar, de actuar con madurez. Uno puede llegar a ver, a darse cuenta, que su necesidad es que lo de afuera se acomode a uno y que uno no tiene capacidad de adaptación.
En fin, es rico poder examinar todo esto en uno mismo, se encuentra un material valioso a partir de esa investigación para poder crecer y entender los comportamientos y elecciones en relación a la comida, que luego terminan expandiéndose a otros órdenes de la vida.
Muchos niños manipulan a los padres a través del alimento, están disconformes con algo de ellos, especialmente con la madre y se rebelan buscando no comer, o comiendo solo ciertos alimentos y los padres se desesperan queriendo que coman verduras o frutas, o lo que sea y ellos tratan de manejar su atención a partir de esta rebeldía. Luego de adultos ya no tienen contra quien rebelarse, pero repiten el mismo comportamiento, perjudicándose a ellos mismos porque se cierran frente a comidas que pueden ser buenas para ellos.
* El vínculo con la madre
La comida tiene que ver con la madre. La madre es la proveedora del alimento, por lo menos los primeros años de vida. Sabemos también, que lo que ocurre los primeros años queda prendido a fuego en uno, queda enraizado, registrado corporal y psíquicamente. La madre es la nutrición, nuestra forma de comer tiene que ver con ese vínculo.
De cómo ha sido esa relación depende cómo vamos a alimentarnos el resto de nuestra vida. Solo cuando comenzamos a madurar podemos cortar esa dependencia afectiva, vincular y funcionar entonces desde uno mismo, más allá de ese vínculo, de la necesidad de madre.
La voracidad frente a la comida tiene que ver con una gran necesidad de afecto y de llenar el vacío interno.
Es importante revisar el vínculo materno, porque la satisfacción o insatisfacción respecto de él, tendrá que ver con la actitud de la persona frente a la comida y la necesidad de esperar que de afuera se llene su propio manantial de afecto.
La anorexia también tiene que ver con el vínculo materno,  esa falta de interés por la comida, es el desinterés por la vida. La vida la dan los padres, el vínculo con ellos es el primario, de ese tipo de vínculo depende como uno luego se conecta con todo lo existente.
El alimento se relaciona con el afecto, con el amor, cuando nos cuidan de niños, cuando nos dan de comer con paciencia, dedicación, sin apuro o desinterés, sin angustia por si comemos o no comemos, nos están dando amor.
Luego cuando crecemos, si no hay interés por la comida o si hay obsesión por la misma, es porque relacionamos a ésta con el desamor y el amor. Todo esto, también tiene que ver con los vínculos primarios, ¿cómo me daba mi madre de comer, cómo me cuidaba, estaba a gusto, lo hacía con indiferencia, estaba conmigo realmente, se interesaba en mi o estaba su mente y su cuerpo en otra cosa y lo que hacía lo hacía por obligación?.
* La importancia de la conexión con el dolor de la infancia
No solo el desequilibrio con la comida pasa por ser obsesivo, o indiferente, sino también,  por ese vaso de vino que se que no me hace bien, o el mate que no puedo dejar de tomar o la masita que la como sabiendo que no es buena para mi.
Por eso para poder sanar, curar nuestra relación con la comida necesitamos conectarnos con ese dolor primario.
Existe el dolor de la humanidad, el que sentimos por el hecho mismo de ser humanos, existe el vacío existencial y a ese vacío le tememos y el temor nos produce dolor.
Pero también está el dolor primario del vínculo con los padres, que queda fijado en uno. Cuando se han vivido situaciones dolorosas, que todos hemos tenido, repercuten a lo largo de nuestra vida; si no las exponemos, si no las vemos, si no nos adentramos en ellas, si no nos metemos en carne viva y las expresamos, las dejamos florecer, salir, no podremos trascender el dolor.
Cuando ese dolor se vivencia nuevamente, se expone, se ve, se comprende, cambia la vida de un ser humano, y entonces el vínculo con la comida también cambia, se equilibra.
* ¿La comida sustituye al amor?
Uno busca en la comida el amor, trata de llenar la carencia.
Por un lado necesitamos exponer el dolor, verlo descarnadamente, sumergirnos en él. Pero por otro lado necesitamos también darnos cuenta que el dolor propio no es distinto al del resto de la humanidad, que si lo vemos desde el auto-centramiento, sintiendo lástima por nosotros mismos o justificando o rechazando, nos llenamos de mayor debilidad y continuaremos buscando tapar ese dolor con algo, llámese comida o lo que fuera.
Si miramos y nos adentramos en el dolor, no desde ser el centro del universo, sino comprendiendo los propios mecanismos de la mente, que son iguales a los de todo ser humano, lo cual significa, la necesidad de recibir, de ser querido, valorado, el miedo a la soledad, la confianza o desconfianza hacia la vida toda, si somos concientes del condicionamiento familiar y social, si comprendemos nuestros vínculos primarios, si vemos como la corriente colectiva influye en nuestra forma de actuar y pensar, cómo la búsqueda de seguridad nos saca de nuestra posibilidad de equilibrio, porque vivimos temiendo no "tener", entonces, al exponer el dolor, desde esa actitud, se generará una condición diferente en uno y otra cualidad energética, habrá madurez, inteligencia, capacidad de sentir y razonar. Desde esta perspectiva el vínculo con la vida cambia y con la comida también.
Extracto de un informe especial elaborado por Spa Las Dalias.

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