HACIA EL 23/10

De Laclau a Moreno: La inflación, madre de todas las batallas

En el Frente por la Victoria, la idea hegemónica conduce al deleite frenético. Pero es muy disparatado la hipótesis aunque les permita la victoria el 23/10. Y la inflación sigue siendo la verdadera madre de todas las batallas.

N. de la R.: Ernesto Laclau (Buenos Aires, 6 de octubre de 1935) es un teórico político argentino profesor de la Universidad de Essex (Inglaterra) donde ocupa la cátedra de Teoría Política, y también es director del programa de ideología y análisis del discurso. Ha dado numerosas conferencias en universidades de Estados Unidos, Latinoamérica, Europa occidental, Australia y Sudáfrica. El libro más importante de Laclau es Hegemonía y Estrategia Socialista, que escribió junto con Chantal Mouffe y que es la piedra fundacional del postmarxismo. Los transversales del Frente para la Victoria han reivindicado a Laclau y lo consideran un pensador estratégico. El gran  problema de la doctrina de Laclau es la realidad: cuando la hegemonía acaba con los adversarios, comienza la disputa interna irreconciliable entre el ex movimiento hegemónico. El internismo es inevitable en el hegemonismo. En algunos casos, esa disputa es bestial y con graves consecuencias.

 
 
por CARLOS SALVADOR LA ROSA

CIUDAD DE MENDOZA (Los Andes). Ernesto Laclau es el más celebrado intelectual del kirchnerismo. Al residir fuera del país, sus opiniones carecen del apasionamiento extremo de los militantes locales, como las de un general que libra la guerra desde la colina, mirando planos y definiendo estrategias, pero sin poner el cuerpo, lo que le aporta una visión más global e interesante.

 
Sus teorías centrales son un extraño pero atractivo mix entre las ideas de Carl Schmidt, Antonio Gramsci y Jorge Abelardo Ramos, que, en lo esencial, critican a la democracia republicana porque el pluralismo que ella sostiene entre ideas distintas tiende a un consenso abstracto que busca obviar el conflicto de intereses, que siempre es lo determinante en las sociedades reales
 
Laclau cree que las democracias populistas son más avanzadas que las republicanas porque en ellas se admite que en todo sistema político, incluido el democrático, conviven sectores inconciliables en ideologías como en intereses, por lo que la conciliación entre ellos no sirve para nada
 
O sea, para esta teoría la política no se libra entre adversarios sino entre enemigos.
Laclau propone reemplazar el concepto de pluralismo por el de hegemonía, que significa pelear para ver quién es el que impone la dirección a la sociedad, ya que al enfrentarse proyectos enemigos, uno debe dominar a los otros. No obstante, lo bueno del sistema democrático es que esa imposición no se hace mediante la violencia física como en los otros sistemas políticos. Acá no es necesario exterminar físicamente al enemigo sino que basta con doblegarlo ideológicamente. 
 
De allí que cuando se conquista el poder político, el próximo paso es el de dominar ideológicamente universidades, medios de comunicación y toda usina de ideas para asegurarse el control y la dirección total de la Nación mediante la creación de un nuevo sentido común. Vale decir, lograr que la doctrina oficial sea la doctrina dominante en la sociedad. 
 
 Desde esta teoría, la verdad o la mentira sólo están en la ideología y los intereses que se representan, por eso que de lo que se trata es de imponer esa ideología y esos intereses, porque, como en toda guerra, la verdad definitiva le pertenece al ganador.
 
Con esa lógica, sus émulos locales minimizan la corrupción dentro del sistema K, argumentando que, aun existiendo, en tanto el sistema en sí no es ideológicamente corrupto, los corruptos son apenas la resaca que queda del pasado, o, en todo caso, sus excesos. Mientras que en el neoliberalismo (léase menemismo), al ser un sistema ideológicamente corrupto, la corrupción es estructural, inherente al mismo, aunque algún neoliberal sea individualmente honesto. 
 
Para este pensamiento hay ideologías honestas e ideologías deshonestas, aunque en realidad lo que está diciendo es que hay ideologías buenas e ideologías malas, ideologías amigas e ideologías enemigas. Y ellas viven en guerra total, permanente y prolongada, siempre, aunque haya paz.
 
Laclau y Perón

Laclau no es un cínico, sino alguien que presume de “realista” en el sentido de que -más allá de que le guste o no- cree que la guerra es inevitable en toda sociedad, pero que la democracia permite que esa guerra inevitable se haga en relativa paz, al librarse ideológicamente y no mediante el recurso de las armas. 

 
Es la inversión del principio de Clausewitz, ya que para Laclau la política es la continuación de la guerra por otros medios. Perón creía, como Clausewitz, que la guerra era una forma más de la política, mientras que Laclau cree que la política es una de las formas de la guerra. La diferencia es clave: en el mundo de Perón, incluso siendo militar, todo es política, aun la guerra. En el mundo de Laclau, aun siendo (o precisamente por ser) un ideólogo, todo es guerra, incluso la política, y aunque no haya tiros.
 
Mentiras verdaderas

Esa ideología es la que sostiene Guillermo Moreno desde que, con autorización superior, tomó por asalto el Indec y cambió drásticamente todos sus datos estadísticos por otros que -más allá de su verificación empírica- son validados como ideológicamente correctos, o sea, que están del lado de los “buenos” en esta guerra por el relato que es hoy la política argentina.

 
Al principio se acusó a los técnicos expulsados del Indec por Moreno de representar intereses ajenos al pueblo, de servir a las consultoras privadas. Y mientras se producía la razzia, se les explicaba a los militantes K que se trataba de una especie de mentira patriótica, porque por cada punto más de inflación que se difundiera, más intereses habría que pagar de la deuda externa. 
 
Entonces, mentir o no era un tema menor en la gran guerra contra el imperialismo. Es mejor mentir una cifra que seguir pagándoles intereses a los usureros del mundo y al FMI, es el discurso patriotero que por años predicó Moreno entre los adeptos al kirchnerismo.
 
No obstante, siendo un poco menos ideologizados, todos los ministros de Economía, incluyendo a Boudou (y con el aval de Cristina) intentaron salir de la mentira patriótica viendo si era posible volver a dar los números reales de inflación, siempre y cuando lograran previamente un indulto hacia las mentiras del pasado
 
Para eso le propusieron a las universidades nacionales que les hicieran un informe benévolo, y hasta cometieron la herejía de permitirle a una misión del FMI que se metiera en los archivos del Indec. Pero cuando vieron que nadie en el mundo -ni los buenos ni los malos- estaban en condiciones de otorgarle ese indulto a la mentira flagrante, se tomó la decisión de ir por más, que es el método con el cual hasta ahora el kirchnerismo está demostrando ser políticamente invencible. 
 
Por eso ahora se han invertido los términos: en vez de defenderse de los que acusan de mentir al Indec (la humanidad entera excepto el oficialismo... y no todo el oficialismo) han decidido acusar de mentirosos a todos los que acusan de mentiroso al Indec.  
 
Para eso les vino de perillas que la jefa del FMI se sumara a los que critican los números del Indec.

El nuevo discurso es que si el FMI, que siempre miente en todo, ahora dice que el Indec miente, es porque el Indec dice la verdad. Y que si la prensa enemiga difunde lo que dice el FMI, es porque lo del Indec es más cierto aún. Y que si aun así el Indec no resulta del todo creíble, lo resultará inapelablemente luego del 23 de octubre cuando el pueblo, votando plebiscitariamente por Cristina, también vote por el Indec.

 
En la lógica de la guerra, la verdad la tienen los que ganan, mientras que los que pierden son una manga de mentirosos. Y para colmo, si comparten lo que dice el FMI sobre el Indec, además de mentirosos también son antiargentinos, cipayos, antipatria.
 
Posdata técnica I y seguramente inútil: Hace años que el periodista y economista Maximiliano Montenegro viene demostrando que esa presunción de que bajando los índices de inflación el gobierno se ahorra dinero, es absolutamente falsa. Porque si bien es cierto que “la inflación aumenta la deuda pública en pesos, ajustada por el CER, alrededor de un tercio de la deuda total”, también es cierto que “al subestimar la inflación el gobierno también sobreestima el crecimiento del PBI, y resulta que la Argentina paga todos los años un cupón ¡en dólares! a los acreedores por cada punto extra de aumento del PBI”.
 
Montenegro prueba con números irrefutables que a nivel global, lo que se gana por un lado se pierde por el otro. Con lo cual queda claro que el gobierno nunca mintió para pagar menos deuda, sino para no admitir ante el pueblo la inflación real. En la guerra todo vale, sobre todo si se la está ganando.
 
Posdata técnica II y seguramente tan inútil como la anterior: Además de falsear en baja los índices de inflación y/o costo de vida, el Indec hace lo mismo con todos los demás índices, incluyendo el de la pobreza, lo cual es refutado hasta por varios técnicos del kirchnerismo que no avalan la mentira.

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