CUANDO DAVID SE CONVIRTIÓ EN GOLIAT

Algunos apuntes sobre Red Bull para entender un poco más el éxito del 2010

Ganar en Fórmula 1 no sólo es una cuestión de dinero. El espíritu emprendedor de los jefes de equipo y el talento de los técnicos es impagable. Red Bull consiguió lo que por ejemplo Toyota no logró en más tiempo y con un presupuesto literalmente ilimitado: diseñar un coche ganador, mantener a dos pilotos punteros en pugna por el Mundial aun con el riesgo de perderlo todo y, además, formar una selecta cantera de pilotos.

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24) Si le gusta la Fórmula 1, ya sabrá que el heroico pasaje bíblico que enfrenta a David y Goliat no sirve para explicar las carreras y que, por muy valeroso que sea un piloto, los podios le quedarán muy grandes si no pilota un coche de primer nivel.

Sin embargo, antes de olvidar el mito para siempre, conviene echar mano a las estadísticas y comprobar que los equipos más laureados de la historia fueron en sus inicios, con la excepción de Ferrari, pequeñas escuderías impulsadas por ingenieros soñadores, pilotos frustrados o empresarios que sabían más bien poco de las cuatro ruedas.

Sus apasionados progresos frente a las escuderías más tradicionales forjaron leyendas como Lotus, cuyo nombre es tan evocador que aún hoy protagoniza disputas entre magnates por tal de usarlo en sus monoplazas. Por cierto, todos luchan por llevar el estandarte, pero quizá nadie represente los ideales de aquel equipo que ganó siete mundiales en 16 años.

La buena noticia es que, en otros lugares del paddock, no cesan de surgir nuevos fenómenos, meritorias iniciativas que, con los mismos medios que los demás, son capaces de conseguir ese pequeño plus que le deben a medias a la genialidad y a la suerte.

Bienvenido, Red Bull

De acuerdo, Dietrich Mateschitz no es precisamente un humilde artesano, pero Red Bull ha conseguido lo que por ejemplo Toyota no logró en más tiempo y con un presupuesto literalmente ilimitado: diseñar un coche ganador, mantener a dos pilotos punteros en pugna por el Mundial aun con el riesgo de perderlo todo y, además, formar una selecta cantera de pilotos que, como mínimo, comerán del automovilismo mientras vivan.

Todo nuestro reconocimiento, por tanto, para Helmut Marko, Christian Horner y, sobre todo, para Adrian Newey, que ha convertido un coche del pelotón en un misil inalcanzable desde su entrada en el proyecto en 2006.

En este artículo hemos destacado algunos casos que, como Red Bull –producto de la compra de Jaguar a finales de 2005–, surgieron desde abajo parar lograr la gloria con más o menos fondos, pero siempre con innovación, riesgo y picardía cuando ésta fue necesaria.

Sólo podemos esbozar sus trayectorias, porque la vida de cualquiera de los personajes presentados podría protagonizar una película al más puro estilo Forrest Gump: cuesta creer que Bernie Ecclestone fuera piloto de Fórmula 3 a finales de los 50 y abandonara su carrera al darse cuenta que no era 'de los buenos' para representar a otros pilotos, o que Ross Brawn 'emigrara' de la F1 hacia finales de los 80 porque nadie le ofrecía un proyecto interesante en la categoría reina.

Precisamente, la aventura de Brawn GP refleja con especial fidelidad el título de este artículo: con su honda de astucia, ha pasado de defenderse como un atrevido pero pequeño emprendedor a ser el mayor de los filisteos en tan sólo un año; de comprar los restos de Honda por un euro a vender su estructura a Mercedes por más de 100 millones.

Que viva la innovación

El nuevo reglamento técnico supone otra oportunidad para los talentos: ¿quién se adaptará mejor a los neumáticos Pirelli, al KERS y a la aerodinámica trasera móvil? Sí, los equipos con mayor presupuesto llevan ventaja, pero entre ellos destacará el más inteligente, o el más afortunado.

"Espero que empecemos 2011 con una claridad total en cuanto a las reglas", afirmaba Luca di Montezemolo, con una evidente incertidumbre sobre si alguien las interpretará mejor que Ferrari. Aún queda espacio para las sorpresas en la F1.

Adrian Newey: magoaerodinámico

Incansable trabajador y verdadero entusiasta del automóvil –incluso pilota en su tiempo libre–, Newey lleva 30 años diseñando coches de carreras. Empezó con Fittipaldi y luego viajó a Estados Unidos, donde cosechó importantes triunfos con March en la Indy CART.

De vuelta a Europa, dibujó el 881, el primer F1 con el morro elevado. Su salto a Williams le dio la oportunidad de mostrar su talento al máximo y logró cuatro títulos mundiales de constructores entre 1992 y 1996, antes de fichar por McLaren, donde logró otro Mundial pero se vio reprimido por una normativa cada vez más estándar.

Las reglas de 2009 y un equipo Red Bull que le da 'manga ancha' han canalizado de nuevo su talento hacia los títulos. Su frase: "Evolución, no revolución".

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