APUNTES PARA EL FINAL DE ÉPOCA

Sin repechaje: El campo no cree en Cristina

No importa qué ofrezca Cristina Fernández de Kirchner para seducir. El campo no le cree ni le creerá. La relación está rota, y no se puede reparar. Hasta que Cristina no se vaya, el campo no vuelve a apostar.

 

por SUSANA MERLO
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Campo 2.0). “Los Reyes Magos existen…”  ó  “les vamos a devolver las retenciones” (después de la cosecha y si se logran más de 7 millones de toneladas), parecen ser frases equivalentes a los oídos de los productores agropecuarios.
 
Es que más allá de las buenas (o no tanto) intenciones del mensaje presidencial; de la preocupación (o no tanto) por el destino de un cultivo que era central para la Argentina y que hoy se encuentra en su piso de la era contemporánea con menos de 4 millones de hectáreas de siembra y bien por debajo de los 10 millones de toneladas de cosecha (cuando el país llegó a superar los 9 millones de hectáreas y los 16 millones de toneladas), los productores están sin plata y, por sobre todo, no creen más en promesas oficiales, mucho menos en un año eleccionario. Dicho de otra forma, no están para invertir hoy y esperar a que se cumplan las promesas de reencontrarse con su dinero dentro de 9-10 meses, o un año.
 
Después de todo, desde el 2005  los vienen engañando con una  zanahoria que nunca llega. Al contrario.
Desde 2002, cuando las retenciones se reimplantaron pero no llegaban a US$ 1.000 millones, los aumentos fueron permanentes hasta 2008 (Resolución 125) y actualmente rondan los US$ 9-10.000 millones.
 
Se cerraron las exportaciones de carne, se sumaron y multiplicaron restricciones. La Cuota Hilton de carne Premium para Europa lleva 7 ciclos sin cumplirse plenamente, y en esta campaña (en muy pocos días más se cerrará) alguno se sorprenderá al enterarse que quedarán más de 10.000 toneladas sin vender (más de un tercio). Los tamberos están desapareciendo, muchas veces trabajando a pérdida, y reclamando (sin suerte) desde 2005…
 
Las pérdidas en ganadería llegaron a un cuarto del rodeo nacional. Luego comenzó a recuperarse (cuando el precio, obviamente, voló por los aires sin que nadie pudiera hacer nada para impedirlo) y ahora, inflación y tipo de cambio mediante (que impide casi exportar), otra vez está bajo amenaza de volver a entrar en un ciclo de liquidación. Lo que es seguro es que ya no hay más crecimiento.
 
Qué se puede decir de la pérdida irremediable de transparencia de los mercados a causa de la continua intromisión de funcionarios de turno, o de los aumentos –negados- en los costos productivos que impiden saber, finalmente, cual puede ser el resultado económico de una producción.
 
Es cierto que hoy, localmente, el trigo tiene un precio récord de $ 1.680  (más de US$ 300 al tipo de cambio oficial), pero no hay. Al menos, no en manos de los productores. 
 
Seguramente, si hubiera oferta genuina entonces las cotizaciones serían bien distintas.
 
Por otra parte, los costos promedio de US$ 300-400 por hectárea, sólo como gastos directos de implantación, resultan hoy incompatibles con la iliquidez de los hombres de campo, mucho más, a la hora de invertir con promesa de retorno a futuro. Ya bastante con los riesgos implícitos de la actividad (clima, mercados, etc.).
 
Pero el Gobierno tampoco es sincero y ahí muestra la hilacha. Si bien es cierto que las retenciones son importantes ya que implican una quita directa, antes de descontar gastos, de 23%, también es cierto que ésto cobra una importancia mucho mayor si se considera que el recorte se hace sobre el tipo de cambio oficial, hoy prácticamente a mitad del valor que el que marca el mercado ($ 5,30 vs  $ 9,80). Pero hay algo mucho más importante todavía, que relativiza incluso  los dos aspectos anteriores, y sobre lo que el gobierno no dijo nada hasta ahora: las restricciones al comercio.
 
Es que si no se permite exportar, esa sola medida es equivalente a una retención del 100%, y eso es lo que implican los Roes  (Registros de Operaciones de Exportación), la apertura o no de los registros, etc, dependientes de la arbitrariedad del funcionario de turno.
 
El tema es bien conocido en la Cancillería pues de aquí dependen, en buena medida, las negociaciones internacionales: de nada sirve la preferencia máxima a un mercado si, simultáneamente, no se cuenta con el acceso al mismo.
 
Pero eso que se aplica desde siempre al comercio mundial no tiene quórum a la hora de hablar de la plaza doméstica y se pretende que los productores agropecuarios acepten, sin chistar, lo que la Argentina no está dispuesta a aceptar de parte de ningún otro país del mundo…
 
Raro, ¿no? Al menos, contradictorio.
 
Dicho esto, y al margen de si oficialmente se cumpliría o no, finalmente, con la rebaja de las retenciones, el planteo es incompleto si no incluye, conjuntamente, la eliminación de todas las trabas y restricciones a la exportación que imponen al comercio interno desde el propio Gobierno.
 
De hacerlo, es probable que los productores tampoco creyeran demasiado, pero al menos la propuesta sería algo más prolija.
 
Y, en ese caso, algún agricultor hasta podría verse tentado de poner en la tranquera, el pasto y el agua para los camellos (aunque sea, para seguir la corriente…) 

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