60 AÑOS, 50% DE PÉRDIDA

A propósito de Videla, y algunos apuntes sobre la deuda de la democracia

El Proceso de Reorganización Nacional fracasó -por motivos bien diferentes a la Revolución Argentina y a la Revolución Libertadora- pero no cumplió sus objetivos. ¿Y la democracia está cumpliendo con los suyos? Hasta ahora, esta democracia ganada por la sangre de los muertos en la ocupación fallida de las islas Malvinas, acumula pasivos importantes. El Instituto para el Desarrollo Social Argentina deslizó algunos de ellos, que ayudan a expresar la decadencia argentina: "El fallecimiento del personaje más emblemático de la última dictadura militar generó una amplia revalidación del rechazo colectivo al autoritarismo. Los regímenes autoritarios no aportan soluciones sino nuevos y más graves problemas. Pero desde el advenimiento de la democracia, la Argentina no pudo superar la decadencia económica, aun con condiciones externas crecientemente favorables. El principal motivo es que sigue prevaleciendo la intolerancia, la confrontación y la irracionalidad, es decir, los mismos factores que desencadenaron el golpe del ‘76."

 

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Idesa).  La muerte de Jorge Rafael Videla cierra un capítulo signado por la tragedia y el horror en la Argentina. Si bien desde la recuperación de la democracia, en 1983, prevalece un robusto y compartido consenso de que los regímenes autoritarios no son la vía para resolver problemas o urgencias que no se solucionan en democracia, el fallecimiento de la figura más emblemática de la dictadura reavivó esta conciencia colectiva. Se trata, a la luz de una larga tradición de inestabilidad, de una saludable prueba de madurez colectiva.
 
Sin embargo, parecería que queda pendiente en la Argentina lograr el mismo nivel de aprendizaje colectivo para construir reglas de organización política, económica y social que induzcan a la prosperidad. Sin perder de vista que la última década ha sido de notable crecimiento económico, frente a los signos de agotamiento de este ciclo resulta pertinente una mirada en retrospectiva de los últimos 60 años. 
 
Según datos de la CEPAL para el período 1950 – 2011 y de la publicación “Dos Siglos de Economía Argentina” de la Fundación Norte y Sur se observa que:  
 
• En los últimos 60 años, el Producto Bruto Interno (PBI) de la Argentina pasó de representar el 30% del producto de toda América Latina en 1950 a sólo aportar el 16% en la actualidad.
 
• Desde la recuperación de la democracia a la actualidad, la participación del PBI de la Argentina oscila pero se mantiene en el 16% del producto de América Latina.
 
• La decadencia persiste aún con términos de intercambio externos que en la actualidad son un 36% más altos que en los últimos 60 años. 
 
Estos datos históricos ponen en evidencia el gradual pero sistemático proceso de decadencia de la economía argentina. En los últimos 60 años, la participación del PBI argentino en el producto de América Latina se redujo en un 50%. Esto no significa que el país no creció, sino que el crecimiento fue mucho más bajo que en la mayoría de los países de América Latina.
 
Ciertamente que, casi la mitad de los últimos 60 años estuvieron signados por las proscripciones, la intolerancia, la violencia y la lucha fratricida, donde la última dictadura militar fue el punto cúlmine. Pero en las 3 décadas que transcurren desde la recuperación de la democracia, el mediocre desempeño económico y social no se revirtió. La participación de Argentina en la economía de América Latina es similar a la que había en 1983, aun cuando la relación entre los precios de las exportaciones y las importaciones está entre las más altas de los últimos 60 años.
 
Todos los gobiernos constitucionales, desde 1983, tuvieron aspiraciones de refundación de la república, de perpetuación vía intenciones reeleccionistas y mucha irracionalidad en el manejo de la política económica. El actual ciclo político testimonia esta sumatoria de costosos errores políticos y económicos. La particularidad, en esta ocasión, es la sobrecarga de intolerancia, confrontación y violencia con la que se tiñó la convivencia ciudadana. 
 
Por eso, la condena que merece el golpe de Estado del ’76 debería complementarse con un riguroso análisis crítico de los factores que originaron semejante atrocidad histórica. Planteado de esta manera, el fallecimiento de Videla debería llevar a reflexionar de que el horror de la dictadura fue precedido por el caos asociado a la diseminación de irracionalidad e intolerancia en todos los órdenes de la vida social. Un análisis de este tipo permitiría dimensionar mejor los riesgos que subyacen en muchas de las actitudes, conductas y políticas que se vienen aplicando en los últimos años.
 
El mundo le sigue dando excelentes oportunidades a la Argentina. Para no seguir desaprovechándolas, se necesita tolerancia, diálogo y racionalidad económica. Una lectura completa e integral del período más triste de la Argentina ayudaría a no seguir cometiendo los errores que explican la decadencia persistente.

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