INQUIETANTE INCERTIDUMBRE

Los drones yankees caen fulminados (y no se trata de derribos ni hacking)

El Pentágono reconoció que el motivo por el cual los aviones no tripulados Predator o Reaper caen es una falla en su alimentación eléctrica. Si bien dejó en claro que no se trata de un 'hacking', la incertidumbre inquieta al no poder descubrir porqué se da tal inconveniente que hace que los drones adquiridos por la Casa Blanca por US$4 millones se estrellen contra el piso. El sistema reporta que en 2015 fueron 24 -sumados a los 18 de 2014- y se puede dar en cualquier momento: mientras realizan prácticas sobre la estepa norteamericana, cuando están en plena misión de vigilancia de un líder de ISIS entre Siria e Irak, durante una actividad humanitaria, etcétera.

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Estados Unidos lleva la delantera en materia de producción de drones, pero soplándole la nuca están China y Rusia. Si bien su mercado parece bastante sólido, los últimos acontecimientos pusieron al Pentágono bajo la lupa, sobre todo de su propio Ejército.
 
El 50% de los aviones no tripulados que la Casa Blanca había comprado -marca Predator- a comienzos de la década 2010, ya no existen. Esto advirtió a las autoridades, ya que descubrieron que la razón se debió a desperfectos técnicos, principalmente en su alimentación eléctrica, y no a la puntería del enemigo como se creyó en su momento.
 
Durante el pasado año (2015), 24 aparatos se desplomaron, causando daños irreparables. Se trata o bien de la destrucción total de la aeronave, o bien de daños por un valor superior a los US$2 millones, convirtiendo su reparación en una misión inviable.
 
Uno o varios fallos que todavía no pudieron ser localizados conviertieron a la flota de robots que tiene USA (y que además de a los Predator incluye al más moderno Reaper) en un azaroso enjambre cuyos zánganos pueden caer fulminados en cualquier momento, mientras realizan prácticas sobre la estepa norteamericana o cuando están en plena misión de vigilancia de un líder de ISIS entre Siria e Irak.
 
Los reportes advierten que, de los accidentes de 2015, 20 correspondieron a aparatos de la Fuerza Aéreas: 6 se produjeron en Afganistán, 4 en el cuerno de África, 3 en Irak, y otros 4 en Kuwait, Siria, Turquía (previsiblemente también durante una operación sobre Siria) y Libia, según The Washington Post.
 
Sobre los 2 restantes, la USAF (Fuerza Aérea de los Estados Unidos) no quiere revelar el punto donde se produjo el choque, quizá porque fuese territorio de países aliados en zonas que no están en conflicto, o quizá para no exponer sus operaciones sobre países donde no se reconoce que esté interviniendo.
 
La realidad es que esta tendencia al fallo de estos drones está comenzando a quitarle el sueño a las autoridades de los Estado Unidos, que intentan dilucidar las razones por las cuales se ha producido un repunte de los accidentes, que en 2014 fueron 18.
 
El medio comenta que, según fuentes consultadas, el desperfecto se debería en principio a cuestiones eléctricos causados por el motor de arranque, que derivan en una pérdida de potencia eléctrica total. Esta causa, que parece no ser la única ni tam poco del todo reconocida por los fabricantes, obliga a utilizar la batería de emergencia para poder seguir pilotando el drone de forma remota.
 
El problema es que, cuando el Predator o el Reaper empiezan a gastar su batería de emergencia, al piloto que los controla desde miles de kilómetros de distancia (normalmente, desde USA), no le quedan más que 2 opciones: buscar un aeródromo controlado por las fuerzas de Estados Unidos que esté a menos de una hora de vuelo, o pedir permiso para estrellar el aparato.
 
Esta segunda alternativa no es tanto el resultado de una especial preocupación por proteger a los civiles del impacto de un avión que supera los 20 metros de envergadura, sino sobre todo de la necesidad de destruir todo el material militar para no dejar pruebas de sus actividades, ni armamento que pueda ser reutilizado.
 
Mientras investiga las causas de esta especie de epidemia, que el Pentágono asegura que no tiene nada que ver con la actividad enemiga (intentando cortar las especulaciones sobre un posible hackeo de su flota de robots), el alto mando estadounidense le quita hierro al problema.
 
Sin estadounidenses a bordo, la pérdida de cada uno de estos aparatos se suma a los tantos fracasos que abultan aún más los presupuestos para misiones militares: poco más de US$4 millones por avión destruido, significan US$637.000 millones anualmente.
 

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