DIFÍCIL COMUNICACIÓN CORPORATIVA

En la emergencia venezolana, se recupera el SMS

El chavismo desconfía de las empresas privadas, en general; y de las de capital extranjero, en particular. El chavismo, además, bloquea a menudo direcciones electrónicas en Internet y hasta el acceso a aplicaciones y servicios de mensajería. Por lo tanto, con cierta frecuencia, la comunicación corporativa es complicadísima para los profesionales que intentan informar sobre la comunidad de negocios. En la revista Imagen intentaron presentar un caso concreto que, además, provoca cierto alivio: pudo suceder algo semejante pero no ocurrió en la Argentina.

CARACAS (Para la revista Imagen). “Las empresas muchas veces tienen que enviar sus mensajes corporativos vía SMS”, explica desde su oficina en el elegante y moderno edificio “Cubo Negro” de Caracas, José Luis Peralta, gerente general de Burson-Marsteller Venezuela.

El panorama que pinta es dramático: los diarios críticos ya no saben cómo hacer para obtener los dólares para importar papel, la TV es oficialista, y lo que queda son algunos portales críticos, con bastante audiencia. Los espacios de información se achican a diario. Los funcionarios del gobierno tienen una ideología refractaria a la empresa privada. Las redes sociales, como Twitter, pero también Whatsapp, son un boom, pero el acceso a Internet está restringido, no solo por censura, sino más bien por las limitaciones de la pobre infraestructura y falta de inversión.

Sin embargo, Peralta logra un milagro: ofrecer diariamente comunicación corporativa, PR y asuntos públicos a sus clientes en medio de una convulsión humanitaria, social y política nunca vista en el mundo contemporáneo.

Sí. Quedan consultoras de relaciones públicas en Venezuela. Y hacen –o intentan hacer- algo parecido a comunicación corporativa para empresas, si es que se lo puede denominar de esa forma, en un país en permanente convulsión que hace casi medio año decidió iniciar el tramo final del camino a convertirse en otra cárcel socialista, como Cuba o Corea del Norte.

En Burson Venezuela trabajan 11 colaboradores y atienden, entre otras, cuentas de multinacionales que todavía sobreviven en el “Socialismo del Siglo XXI”, como la española Telefónica, la suiza Nestlé, la norteamericana Oracle, la venezolana de computación Siragon o la argentina Mercado Libre.

Burson-Marsteller no es la única consultora de PR que sobrevive en la Venezuela del dictador comunista Nicolás Maduro y el general narco Diosdado Cabello. “Quedan algunas boutiques, pero somos la única empresa multinacional de consultoría que opera hoy en Venezuela, excepto algunas asociaciones con locales, como el caso de Ketchum”, explica Peralta, que es un ex funcionario de comunicación del gobierno de Hugo Chávez Frías.

El CEO de Burson-Marsteller Venezuela no es precisamente alguien que podría ser calificado de antichavista por el delirante gobierno de Maduro. Fue nada menos que dircom de la televisora chavista Telesur y vocero y dircom del Ministerio del Poder Popular para la Infraestructura, que era algo así como la versión venezolana del todopoderoso –y hoy archisospechado de corrupción- minsterio de Planificación Federal, de Julio De Vido, en Argentina.

No figura expresamente en el CV de Peralta Vincenti, pero no tiene empacho en admitir que –antes del chavismo- fue jefe de prensa del hoy líder opositor Leopoldo López, en prisión domiciliaria, que es el preso político más célebre del mundo, y no se lo puede criticar por no dejarlo asentado negro sobre blanco en su bio ante un régimen dictatorial que se muestra cada vez más violento.

De joven fue asesor de comunicación de la Miss Venezuela, Irene Sáenz, que compitió fallidamente con Chávez en las presidenciales de 1998, que llevaron al militar al poder. Luego la rubia ganó la alcaldía de Chacao, un suburbio del gran Caracas, pero su gestión terminó abruptamente por problemas de salud. Peralta fue director de Comunicación del municipio.

El hoy CEO de Burson entró a la consultora una década atrás como jefe de Práctica bajo el mando del argentino Marcos Álvarez, hoy en Albavisión.

El milagro de ofrecer comunicación corporativa en medio de una crisis humanitaria

¿Cómo es hacer comunicación corporativa en Venezuela, un país en el que la gente tiene dificultades para conseguir los elementos más básicos de la vida cotidiana, como harina, papel higiénico o medicamentos, y que vive en virtual estado de guerra civil?

“No es fácil, todos los días te levantas con un país y te acuestas con otro”, explica Peralta.

El trabajo y el día a día es muy diferente al de sus colegas de Burson en lugares como Madrid, Singapur, Tokio e incluso Buenos Aires, que está en avanzado proceso de sacudirse de encima su propia versión criolla de chavismo, el kirchnerismo.

“Desde hace 120 días que estamos reelaborando los mensajes de nuestros clientes, porque los venezolanos tenemos la sensibilidad a flor de piel. La realidad nos obliga”.

El conflicto escaló desde que el régimen de Maduro decidió darse una reforma constitucional en base a muy cuestionadas elecciones, desconociendo la Asamblea electa con absoluta mayoría opositora. En este momento el país vive el teatral proceso de elaboración de una nueva constitución totalitaria sin respetar a la propia constitución bolivariana, redactada a instancias de Chávez y que mantenía en buena medida el espíritu republicano.

El final de ese show macabro está cantado: Venezuela se convertirá en un país comunista sin Estado de Derecho, ni garantías individuales, ni esquema republicano de representación, sin libre circulación de ideas y mensajes y, muy probablemente, refractaria a la empresa privada.

Para ese escenario vertiginoso y cambiante día a día, Burson Venezuela ofrece a sus clientes estudios semanales de clima social y político, a falta de los clásicos lanzamientos de producto o actividades “normales” de PR, hoy una rareza en medio de semejante convulsión y escasez. Y en crisis, de todos modos, están todos, así que la comunicación de crisis es lo normal. Sus clientes son “empresas que apuestan todavía a Venezuela”. Entre los servicios que ofrece Burson está la imperiosa necesidad de conseguir dólares para poder seguir funcionando.

Los argentinos conocen algo parecido del bastante reciente kirchnerismo, cuando las empresas, para poder funcionar, importar piezas o materias primas, debían conseguir las codiciadas DJAI para importar. Sin embargo las agencias de PR rara vez entraban en ese tipo de servicios.

“Nosotros no los ayudamos a conseguir los dólares, pero sí prestamos el servicio de vincular a nuestros clientes con funcionarios que a su vez pueden ayudarlos”, explica el director general de Burson-Marsteller Venezuela que explica que “el gobierno termina siendo socio de las empresas que necesitan dólares”.

Para tener una idea: el valor oficial teórico del dólar es 10 bolívares, luego hay un dólar subsidiado a unos 3.000, y el del mercado negro, el “verdadero y prohibido”, a 15 mil. Calculado a ese valor, los venezolanos tienen sueldos absurdos, de un puñado de dólares al mes. “Hoy somos la China de América por nuestra mano de obra superbarata”, explica Peralta, pensando en ofrecer servicios que se puedan “exportar” on line desde Venezuela.

Otro de los desafíos que deben enfrentar es el constante achicamiento del espacio que pueden ofrecer los medios de comunicación. “Es un reto diario ver cómo llevar mensajes de nuestros clientes a nuestros públicos”, explica.

Burson es prácticamente la única agencia de PR grande del mercado. Sin embargo subsisten algunas corporaciones multinacionales que todavía se resisten a levantar campamento. Entre ellas Ford, a nivel mundial también cliente de Burson, o Pepsico.

De hecho, Burson es parte del grupo WPP, que cotiza en Londres, y que tiene hoy media docena de filiales de sus cientos de agencias de comunicación y marketing a nivel global trabajan do en Caracas.

Además de Burson están las agencias de publicidad J Walter Thompson, Ogilvy & Mather, la agencia de marketing Wundermann o la empresa de research Kantar. Las empresas del grupo WPP en Venezuela apuntan a ser autosustentables y no necesitar subsidios del exterior, aunque, obviamente, hace años no giran ganancias ni derechos o comisiones a la casa matriz, como cualquier empresa que opera hoy en Venezuela.

Ante esta situación, el éxodo empresario se aceleró en los últimos tres años con la llegada al poder de Maduro: una versión todavía más extrema de Hugo Chávez. Hoy quedan pocas líneas aéras que llegan a Maiquetía, el aeropuerto internacional de Caracas. El problema fundamental es conseguir los dólares para operar.

¿Cómo termina Venezuela, hoy un país paupérrimo, con una de las reservas petroleras más ricas del mundo, según el “último mohicano de las PR”?

“En algún momento esto tiene que cambiar, esta situación es demasiado complicada. Los países no mueren y los gobiernos pasan”.

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