EL DREAM TEAM AMARILLO QUEDÓ

Mauri no es el Virrey; Marquitos no es Román, ni Quintana es Cagna

Nos disfrazamos un rato de Olé como despedida del año e intentamos calificar al equipo de lujo de la economía nacional que muy lejos está de darle a Mauricio Macri las satisfacciones de aquel que tenía en Boca cuando era presidente. Haber culminado los dos años de gestión con déficits trillizos (fiscal, comercial y de inversiones) hubiera mandado al descenso a Cambiemos, si no hubiese tenido enfrente una deshilachada oposición, fagocitada por sus propias debilidades. El elenco económico fue el que más goles en contra tuvo e hicieron sus propios defensores, un mediocampo que no generó juego, con un enganche como Marcos Peña que no emula ni por las tapas a un Juan Román Riquelme y arriba sólo contó con un ariete de los mercados internacionales que enhebró créditos en cada hueco que se le abría: Luis Caputo, que tampoco es el Titán Palermo, convengamos. De la crítica zafan Sturze, quien tapó varios mano a mano pero no logró evitar de tener la valla más vencida, y Rogelio Frigerio, un incansable media punta que se colgó del alambrado para gritar su gran gol federal.

El periódico deportivo Olé daría así la formación del equipo que sale por el túnel de la Casa Rosada vestido de amarillo (como los globos del Pro, la camiseta alternativa de Boca Juniors o la luz de precaución): Federico Sturzenegger en el arco, una línea de 4 con Guillo Dietrich de lateral derecho, Juan José Aranguren de marcador central, Francisco Pancho Cabrera de líbero, y Luis Etchevehere de lateral izquierdo; tres en el medio, Mario Quintana por derecha, Nicolás Dujovne al centro y Gustavo Lopetegui por izquierda (aunque tan diestro como su par). Marcos Peña (capitán) de enganche, Rogelio Frigerio de mediapunta y Luis Caputo como delantero neto.

Urgente 24 encomendó imaginariamente a los cronistas del diario Olé que calificaran la actuación individual de cada player en el torneo 2017 que acaba de finalizar, en el que el equipo amarillo consiguió más puntos (votos) que sus contrincantes, a pesar de tener una de las defensas más flojas de la liga, la que más goles en contra se hizo, de no generar juego, aunque sí cortárselo al rival, en el mediocampo y depender adelante de incursiones solitarias por afuera de un artillero que se cansó de mandar la pelota al fondo del arco casi todas las veces de penal.

El informe virtual de los periodistas deportivos fue el siguiente:

> Federico Sturzenegger (6): un arquero-jugador que se venía adueñando del área cuando la defensa hacía agua y los formadores de precios le llegaban mano a mano. Intentó con suerte dispar achicar los espacios para aplicar la ley del offside. Evitó goleadas pero nunca pudo mantener el arco invicto. Le sacó varias pelotas de gol a sus propios defensores, sobre todo a Aranguren. Salió jugando rápido de contra con las Lebacs y con pelotazos de lejos puso al “pescador” de arriba, Luis Caputo, de cara a la valla de enfrente. De impactante personalidad, transmitió la sensación de que era inexpugnable, hasta que le embocaron varios goles de biógrafo y se le empezaron a animar a patearle de lejos. No pudo hacer valer la voz de mando con la defensa y el tanteador negativo ya no lo ayuda a seguir copando la parada. Hasta se dice que perdió la confianza del entrenador.

> Guillo Dietrich (4): luce lento y apático para frenar a rapiditos como los Cirigliano o los del SOMU que lo encaran por su lado. Se hacía fuerte en la contención cuando jugaba en la liga municipal y los atacantes quedaban pasmados ante mamposterías potentosas como el Metrobus. Ibernó las planillas de aumentos del transporte hasta después de la elección y ahora pica al vacío y pretende que le tiren pases largos, pero el enganche Peña prefiere progresar de a poco y lo hace fatigar en balde.

> Juan José Aranguren (2): un recio zaguero veterano de roce internacional, aunque no pasó de la Conmebol, y de baja estatura para ser último hombre. Se calzó la camiseta amarilla en el ocaso de su carrera, y pese a cumplir a rajatablas con el esquema táctico que le impartió el entrenador de tirarle la pelota de primera y sin levantar la cabeza a cualquiera que escuche con acento gringo, se lo notó falto de reflejos e impreciso en los despejes, al punto que por sus pifiadas se convirtió en el player con más goles en contra del campeonato. Eso sí nadie duda de su carácter: con la anterior camiseta se había ganado el respeto y admiración de los colegas por poner pierna fuerte y no arrugar frente a rudos rivales, como el ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Además, les hizo mostrar la roja a molestos compañeros, como el ex Ceo de YPF, Ricardo Darré, y a un subalterno José Luis Sureda. Pero en el debe le queda haber exagerado la asistencia a los “morfones” de siempre, los petroleros, arriesgando el propio arco inflacionario, y como contrapartida hasta ahora nunca le devolvieron una bien. Lo espera una degradación de rango.

> Francisco Pancho Cabrera (1): fue un colador con los que le tocaba marcar cuando le venían por adentro, como los formadores de precios y los sometidos a regulaciones, y de afuera, como el lobby norteamericano que hizo bloquear las exportaciones de biocombustibles nacionales (de otras multinacionales, bah), y ni siquiera mereció una presentación ante la Organización Mundial del Comercio para meterle un poco de presión. Le quedó en su órbita después de una ardua disputa con Cancillería la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional y en dos años no activó ni una cosa ni la otra, y para peor, tornó crónico el déficit comercial. Le reprochan que deja desguarnecido el puesto porque se va rápido, en viajes a Punta del Este acompañado, y regresa lento. Se equivocó feo con los planes de cuotas y cuando frenó un incipiente consumo, tuvo que rebobinar. Goza de la confianza personal del técnico y por eso sigue en el equipo.

> Luis Etchevehere (3): entró hace poco en reemplazo de Ricardo Buryaile y, no se había acomodado aún en el puesto, cuando le saltó un escándalo en su anterior actuación, la Sociedad Rural. Recomendado por la camarilla del capitán Peña, este defensor del campo luce más preocupado en sus cuitas patrimoniales que por el complicado panorama que tiene por delante, en un sector que parecía el agraciado pero se ha empezado a tornar poco amigable para el elenco oficialista. Si bien afirman que se entiende con el carrilero por izquierda, Lopetegui, el enganche que lo trajo se pone molesto cuando gira para ese lado y, como lo ve con la cabeza en otro lado, no se la puede pasar.

> Mario Quintana (2): suele ser doble cinco, pidiéndolas todas para ser él quien da el primer pase. Se prodiga y entiende el juego que le indica el mandamás que reconoce como tal, el Presidente, quien lo imaginó como el Diego Cagna que tenía el Virrey en las formaciones campeonas de Boca. Con los canos e hirsutos cabellos al viento, cuando veía al equipo cerrado, Bianchi se arrimaba a la línea de cal y le hacía gestos agitando el brazo extendido con la palma de la mano invertida, hacia un lado u otro, que el volante comprendía perfectamente: había que abrir el juego a los laterales para ensanchar la cancha. En aquel momento el enganche era Riquelme, pero enfocado en imaginar el armado ofensivo. En el actual esquema, el equivalente, salvando las siderales distancias, inclusive metafóricamente hablando sería Peña, a quien lo cautiva filosofar, a diferencia de Quintana, quien prefiere identificarse más con los antiguos peones de brega. Pero la ambición lo ciega a Quintanita y, en disputas personales de espacios para ascender en la consideración del técnico, diluye la coordinación encomendada. Otro defecto está en su formación empresaria, que lo lleva a distraer el foco y meter la pata. No fue acertada su intersección con los casos de Oca-Moyano y Mercado Libre, por mencionar las más recientes.

> Nicolás Dujovne (2): entró para comerse los chicos crudos en reemplazo de un tibio Alfonso Prat Gay y se vendía como la versión rubia de Chicho Serna, con lápices rojos y otros símbolos de dureza implacable, pero cuando Quintana se la sacaba del pie para ser él quien diera el pase, quedó al descubierto que no tenía nada que ver con el volante de contención y voz de mando, colombiano. Sólo pudo hacer filigranas tácticas, como mover números de una partida a la otra, para sacarle un poco de viruta al Presupuesto. Con poca mística para adueñarse del puesto, al punto que ni el arquero lo tiene demasiado en cuenta para salir jugando, directamente no se habla con el goleador especialista en penales de arriba, Caputo. Es el típico candidato a salir del equipo cuando el partido se complica.

> Gustavo Lopetegui (1): Intrascendente, anodino. Los ex colegas Ceos que lo vieron últimamente quedaron decepcionados de escucharlo transmitir con entusiasmo que el gobierno iba a actuar con firmeza después de las elecciones y haría arrancar la economía. En la mesa chica no corta ni pincha.

> Rogelio Frigerio (n) (6): no es amigo del técnico, ni mucho menos de la camarilla del capitán del equipo Marcos Peña, pero se destacó por bajar a media agua a buscar el juego que no llegaba de los del medio y mirar el arco contrario. Hizo gala de cintura para descolocar las marcas provinciales y dio varias asistencias a sus compañeros de gabinete. Festejó el gol federal haciendo partícipe a Dujovne ante la necesidad de rescatarlo del ostracismo doméstico y balancear un poco la hegemonía que ejerce en el grupo uno de los mimados de la cantera macrista, el jefe de Gabinete.

> Luis Caputo (6): el artillero, el Palermo del Virrey, pero nada que ver con el Titán. Solitario, autosuficiente. Atora a los defensores y se hace ver en la zona de definiciones. Tiene en claro que no está para hacer chiches, sino que se mueve con el endeudamiento entre ceja y ceja. A 5 años, a 100 años, Letes, Bonar, lo que venga. Habla de conseguir US$ 30 mil millones para financiar el déficit como si fuera ir al entrenamiento. No le presta atención a Dujovne ni mucho menos a los restantes mediocampistas. Se entiende con Sturze, picando al vacío para hacerlo que salga del área con juego largo. Considera su ciclo cumplido y quiere salir con gloria del equipo, pero el capitán le recuerda que está al borde del límite de las amonestaciones y sin la contención oficial quedará a merced del tribunal de penas, no de la AFA sino de Comodoro Py.

Los años mozos

Un Mauricio Macri 20 años más joven, con un bigotito a lo Freddie Mercury, asumía al frente de Boca Juniors en 1995, cuando Carlos Menem era el Presidente de la Nación que iba por el segundo mandato tras el éxito de la Convertibilidad.

Entró al club xeneize con los tapones de punta: aumentó 25% la cuota social, redujo los sueldos de los empleados y del plantel profesional, recortó los gastos de todas las actividades deportivas, menos fútbol y básquet, y se largó a remodelar la Bombonera, con la construcción de los nuevos palcos, que redujo las populares pero aumentó la capacidad total a 57.503 personas. Nada de gradualismos.

Contrató a Jorge Griffa, un exitoso coach del semillero de Newells Old Boys de Rosario, y trajo a un contingente de juveniles de Argentinos Juniors, entre los que se encontraba Juan Román Riquelme

Sembró de esta forma el plantel campeón de la copa Libertadores del 2000, al que la cantera aportó 11 de los 25 integrantes.

Sin embargo, no le había ido nada bien de entrada en lo que de veras importa en Boca, que es el fútbol. Desfilaron técnicos (Silvio Marzolini, Carlos Bilardo, El Bambino Veira) sin encontrarle la vuelta a un grupo de jugadores de mucho prestigio, con Diego Maradona y Claudio Caniggia como estandartes, pero díscolos e inmanejables, y hasta la entonces nobel promesa Diego Latorre llegó a calificar al vestuario de cabaret.

A Macri se le derrumbaba la estantería, pero un día se le alinearon los planetas y aparece el Virrey Carlos Bianchi como entrenador, precedido por su fama como goleador en Argentina y Francia y una espectacular campaña con el club de sus orígenes, Vélez Sarsfield.

El equipo empieza a sumar estrellas a la bandera y las copas internacionales se acumulaban en las vitrinas, siempre con la legendaria figura del Virrey grabada en una suerte de holograma imaginario como el Dios Sol.

Si bien el destino le marcó un más que exitoso derrotero hacia la política cimentado en esos éxitos deportivos que lo catapultaron al sillón número uno del país, Macri nunca pudo superar haber quedado marginado del primer plano en el reconocimiento de la afición boquense y ni siquiera participó en el “pingüino” que hicieron en el campo de juego japonés el técnico y los jugadores cuando se consagraron campeones intercontinentales luego de derrotar al imbatible Real Madrid.

Sin bigote y canoso, el Presidente de la Nación aún sueña con ser él quien forme grandes equipos y que nadie le arrebate la autoría ni la gloria, como le sucedió, en parte, con Bianchi.

En ese discurso antihéroe comprometió los dos primeros años de gestión en la Casa Rosada y hasta se ufanó de haber armado él un equipo de “lujo” en el gabinete y los puestos claves.

Pero como la única verdad es la realidad, no sólo no estaba presente en la conferencia de prensa del Día de los Inocentes que dio “la base” de su dream team para admitir que la meta antiinflacionaria había sido desbordada y tuvo que ser replanteada, aunque no se lo expuso de ese modo, sino que tampoco se encontraba en actividad.

La cara que tenía el jefe de Gabinete, Marcos Peña, flanqueado por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, y algo más alejado el ministro de Finanzas Luis Caputo, que registró el álbum de fotos del evento, fue más que elocuente para cualquier observador de gestos y silencios, que (como se sabe) valen más que 1.000 palabras. Y ni hablar de la de sus acompañantes.

La expresión del arquero Sturze no era precisamente la de un derrotado, ni la del mediocampista Dujovne de un vencedor, y ni tampoco la abstraída suficiencia que más alejado denotaba el centrodelantero titular de Finanzas, Luis Caputo, lograba situarlo más allá del bien y del mal.

El equipo económico que termina el año con déficits trillizos, como tal, no asume ni se hace cargo del fracaso de gestión y “vende humo” a través de la prensa sobre la que influye de que se trató de una disputa interna y, sobre esa hipótesis, quiso transmitir que, a partir de ahora, y con todos los supuestos contendientes juntos como buenos muchachos, las diferencias quedarán zanjadas.

Y como canta la tribuna, “las buenas ya van a venir”.

En ese aspecto, el comunicado de prensa alusivo emitido por Presidencia de la Nación, del que seguramente ya nadie, ni quienes lo redactaron, se acuerda ni trascenderá como testimonio, gráfico: “El Gobierno remarcó hoy que se han cumplido los objetivos trazados en materia económica para el año 2017, anunció un recálculo de metas y ratificó el propósito de seguir equilibrando las cuentas públicas, combatir la inflación, reducir la pobreza y trabajar para atraer más y mejores inversiones al país”, pontifica.

Lo corona un “moño” del Jefe de Gabinete de la Nación y capitán del equipo de lujo, Marcos Peña, a quien seguramente tampoco el electorado que le dio hace apenas un par de meses un voto de confianza a Cambiemos tomará demasiado en cuenta: “El 2018 va a ser mejor que el 2017, así como el 2017 fue mejor que el 2016”.

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