SOBRE ABUSO Y ABUSADORES

La verdadera revelación de Natacha Jaitt

Prudente aunque descarnado, y enfocando el tema desde su experiencia personal que ha denunciado en público, José Benegas realizó un análisis tan profundo como equilibrado acerca de lo que deja el 'caso Natacha Jaitt' más allá de Natacha Jaitt y todos los personajes mencionados durante los días recientes.

Al día de hoy, viernes (06/04) a las 8:30 de la mañana, no sabemos qué tiene Natacha Jaitt para aportar a la causa en la que se investiga el abuso y prostitución de menores del club Independiente. Tampoco es ya lo más importante frente a las reacciones que provocó, que transparentan algo por sí mismas.

Vimos un desfile corporativo de los medios intentando desacreditarla, tal como si fuera la persona más importante del país, mientras verbalizan lo opuesto, y como si guardara un secreto que, de ser revelado, los pusiera a todos en jaque.

Vimos también el programa de Mirtha Legrand, donde dos periodistas, Gustavo Grabia y Mercedes Ninci parecían no querer que hablara y no la dejaban completar sus frases.

Vimos el “pedido de renuncia” a Ignacio Viale por parte de Jorge Rial por permitir que se dijeran cosas que normalmente son la materia prima de su industria del chimento.

Vimos a una cantidad increíble de figurones condenando a Mirtha Legrand y hablándole en nombre de lo enojado que suponen que estaría con ella su hijo.

Vimos un llamado meteórico a declarar a Jaitt por parte del famoso y favorito de los medios, fiscal federal Federico Delgado, en la denuncia que Carlos Pagni hiciera por espionaje de parte de Jaitt, veinticuatro horas antes, pero no bajo las garantías constitucionales y procesales, sino si fuera una testigo, obligada a prestar juramento. Se puede agarrar ese acto procesal y llevarlo a la facultad para que los alumnos entiendan todo lo que es nulo en un procedimiento debido.

Vimos a Elisa Carrió decir que aquellas manifestaciones podrían ser una “operación contra el gobierno”, sin decir por qué ni permitir que se le repreguntara, mientras que la vicepresidente de la Nación, Gabriela Michetti, “absolvió” a la conductora de los almuerzos, dando por sentado que Jaitt merecía ser condenada. Hubo editoriales apasionados en defensa de la “honorabilidad”, la “seriedad” y unos cuantos valores que, tal como sabemos, son tan firmes en la Argentina.

Pero Jaitt nunca siquiera terminó de hablar ni declaró donde debía declarar. Al final de todo esto, más importante que lo que tenga Jaitt, quien lo único que hizo fue nombrar a cuatro personas sin brindar detalles como para dar por cierto lo que manifestó, es lo que todos estos creen que puede tener y que con toda claridad prefieren que no se conozca, en nombre de la honorabilidad y la seriedad. Ese es todo un dato por sí mismo. Podría la involucrada decir mañana que todo era un chiste, que todas las reacciones seguirían estando mal.

Cuando no les toca cerca, los mismos actores de esta inquietante película se horrorizan al ver otras como Spotlight (2015) o La Celebración (1998), al conocerse el 'caso Malenchini' o el del obispo Fernando Karadima en Chile y se preguntan cómo funciona el silencio. Tal vez se atreven a dudar de las víctimas bajo el manto hipócrita de “¿por qué no hablaron antes?”.

Ellos deberían fijarse en cómo contribuyen con sus acciones a generar los climas en los que se hace imposible hablar. Lo contundente que es el mensaje de que hay que hacer silencio, no bien aparecen indicios de que estos crímenes que para la mayoría son inaceptables, pero que en vez de enfrentar y sacar todo a la luz, prefieren enterrar, produciendo muchas veces más daño que los abusadores. La mayor parte de las veces por las razones más frívolas, para mantener las cosas como están, nada más que para que sus familias, sus iglesias, sus medios de comunicación, sus ídolos, se sigan viendo bien. Por comodidad, pero suelen ser más activos en ese propósito que los mismos involucrados.

Las dos cosas van juntas: el aviso claro de que eso es horrible, la cosa más horrible que pueda ocurrir y, a la vez, que no se puede saber.

Cualquiera que lo piense puede imaginar lo que hace eso en la cabeza, en al ánimo y la manera de ver la vida, de quién, además de haber sido vulnerado en su inocencia, recibe estos dos mandatos simultáneos opuestos y que, como resultado, es colocado en el lugar de "problema".

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Lo que digo es independiente, por completo, de que las personas que mencionó Jaitt indirectamente sean culpables de algo. No es cuestión de “creerle o no” como una cosa optativa, como quién elige Boca o River, chocolate o frutilla, sino de querer saber. Querer saber es el ABC de la justicia, pero también del periodismo.

Parece que está muy bien la investigación sobre lo de Independiente. Todos están dispuestos a decir palabras correctísimas políticamente al respecto, pero claro, siempre y cuando no suenen cerca las balas o no comprometan a gente “intachable”. El carácter de intachable es simplemente asignado y no se pierde. Les tenemos que preguntar a los gurúes de quienes se puede dudar.

Todos los que colaboraron con ese “no querer saber” han hecho un daño tremendo a mucha gente que padece o ha padecido el abuso y el destierro consecuente del mensaje del silencio, que son convertidos en “el problema”, “la amenaza”, testigos incómodos contra lo establecido. Han propagado los mandatos incompatibles de horrorizarse y callar, de que de las cosas “demasiado feas”, no se habla.

Cuando todos evitan hablar de algo, tal como están haciendo los diarios en este momento centrándose en una “operación de inteligencia” tratada en un rincón cada vez más recóndito de sus portales, los demás perciben que mejor borrarse la cuestión de la cabeza, incluso de los recuerdos. Así funciona el silencio, así es que las víctimas no hablan u olvidan.

En las familias descartan a alguien o lo convierten en loco, en la Iglesia los transforman en amenaza contra la fe, en los Colegios en atentado contra la imagen, en la corporación periodística en falta de seriedad. ¿Y los individuos? Pues dejan de importar. Siempre, porque se pone en juego el poder, la idea sobre el poder, la idea sobre lo que es inmaculado e intocable, para cuyo mantenimiento se pagan todos los precios que haya que pagar y se realizan los horrores más inimaginables, sin que a sus autores se les mueva un pelo.

Desde mi experiencia lo digo, desgraciadamente: el silencio y quienes lo promueven, son capaces de dañar más a las víctimas que los abusadores.

El abusador no es el que queda solo, sino el que lo ha sufrido a él, salvo por aquellas buenas excepciones de gente consciente, minorías que siempre son las que producen los cambios y sacan a las sociedades del oscurantismo que está ahí invitándoles a callar todo el tiempo. Por eso las personas consideradas más réprobas de la sociedad son, a veces, las únicas capaces de exponer ciertas verdades.

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