VISITA DEL FMI

Muy delicado próximo fin de semana con Lagarde

El mayor desafío del gobierno de Mauricio Macri será cruzar con relativo éxito el campo minado que era previsible pero para la Administración resultó una sorpresa.

El gobierno, progresivamente y en un lenguaje climatológico, pasó de definir la crisis cambiaria de "turbulenta" a "tormentosa". Sin embargo, omitió decir, en ese lenguaje, que estamos entrando en la "época de huracanes", y la novedad que transmitirá a la oposición criolla la directora del FMI, Christine Lagard, cuando arribe para la reunión de ministros de Finanzas del G20 el sábado 21/07.

 

En concreto: "huracanes" provocará un posible incumplimiento de lo pactado en el acuerdo bilateral entre la Argentina y el FMI, porque sería un golpe tanto al prestigio del organismo financiero multilateral como al propio gobierno, que tiene la virtud de ser preferido ante la comunidad internacional, en especial como consecuencia de la volatilidad política de Brasil, sumado al reciente triunfo del socialista mexicano Manuel López Obrador. Resulta que al mundo corporativo, Brasil y México no le garantizan ser 'market friendly'.

 

Esta virtud ha sido siempre bien destacada por quienes manejan la imagen del gobierno. Ya lo practicaba cuando su rol de opositor al entonces gobierno nacional le concedía más beneficios electorales que su propia gestión en la Ciudad de Buenos Aires.

 

Sin embargo, tal como toda gestión diplomática, Lagarde concederá un apoyo y elogios al gobierno, un condicionamiento a la oposición que apuntale el acuerdo del crítico Presupuesto 2019, y a los gobernadores que aprueben el ajuste les presentará personalmente al presidente del Banco Mundial, el médico estadounidense nacido en Corea del Sur, Jim Yong Kim.

Él es un posible financista de las obras públicas provinciales postergadas. No obstante, aún así, el acuerdo necesitaría de la oposición para uno de los puntos más delicados del acuerdo: amortizar el Fondo de Garantia de Sustentabilidad jubilatorio, que antes de la más reciente devaluación del peso se lo estimó equivalente a la suma de reservas brutas del Banco Central.

 

A la vez, el gobierno le planteará a Lagarde algunas "inconsistencias" del acuerdo:

 

> para llegar a una inflación anual de entre el 27% y 32% y desarmar las Lebac por Letes, hay que diferir progresivamente los vencimientos de corto a un mediano plazo pero esto pondrá en alerta a inversores externos necesarios para complementar las necesidades financieras futuras; y

 

> en el ámbito local, con tasas de interés en pesos muy elevadas, tal como las actuales, inexorablemente se profundizaría la recesión doméstica.

 

Hace 2 años publicamos en esta columna un artículo titulado "La tormenta perfecta", donde me referí a que el ajuste tarifario anunciado públicamente con un aumento promedio de 250% en lo que se pagaba en el Área Metropolitana Buenos Aires, podría ser una mina a estallar en el futuro, tal como también la desregulación del precio del combustible, ya que las proyecciones sobre estos aumentos, estaban basados en un precio del petróleo de US$ 29 el barril (que había tenido épocas de US$ 140), y un dólar de $15.

 

Siendo el precio del crudo un valor cartelizado por los países productores, todas las planillas Excel proyectadas sobre los posibles aumentos de las tarifas quedarían totalmente desactualizadas cuando el precio del petróleo aumentara, tal como ahora que cotiza a US$ 70 promedio, sumado a una devaluación del peso equivalente al 100% desde inicio de 2016.

 

La suma de esta devaluación + el aumento del precio del petróleo exigiría, a valores de hoy, un aumento de 100% de de las tarifas vigentes para eliminar los subsidios, algo pactado con el FMI.

 

Si bien esta parte del 'campo minado' es uno de los "huracanes" previstos, hay otro que podría afectar seriamente este acuerdo. Se trata de la 'cola' de la guerra comercial internacional que se avecina a nuestras costas.

 

Guerra comerciales siempre las hubo. Ya Ronald Reagan, en 1981, puso cupos para la importación de automóviles japoneses, hasta lograr la instalación de las fabricas niponas en suelo estadounidense.

 

George W. Bush, en 2002, también lo hizo con los aranceles de aluminio del 30%.

 

Lo paradójico de esta guerra comercial es que, mientras en todas las reuniones del G20 promueven el libre comercio -tal como también lo harán la próxima semana en Ciudad de Buenos Aires-, los países miembros de la Organización Mundial de Comercio han elevado una cantidad récord de solicitudes de reclamos por medidas proteccionistas (desde sanitarias a incremento de aranceles, trabas aduaneras, nuevas tasas e impuestos: la hipocresía de los intereses económicos).

 

Pero la verdadera guerra comercial, que generalmente no se discute por su poder de lobby y que puede afectar al planeta Tierra ya que modifica el nivel de calidad de vida, es la guerra por el precio del petróleo y sus derivados. Sucede que el petróleo ha sido el eje principal de la economía mundial y origen de guerras en estos últimos 50 años.

 

En 1971 el dólar perdió la supremacía como divisa global respaldada por el oro, y los países petroleros compraron oro y se desprendieron de sus dólares, hasta que en 1975 George W. H. Bush (padre) convino con los países de la OPEP (que por volumen lidera Arabia Saudita), que usaran el dólar para las transacciones petroleras, algo que permitió al dólar recuperar la supremacía como moneda global.

 

Este movimiento provocó un cambio radical en las reglas de juego mundial ya que el petróleo pasó a ser un producto bursátil de fácil acceso, condicionando el costo de vida del planeta y, a la vez, el origen de los fondos de inversiones especulativas, lo que llevó al gobierno estadounidense a la articulación de un marco jurídico y normativo para el desarrollo de estos canales de inversión colectiva, hoy buscados cuando de financiamiento se trata, y que han dejado utilidades promedios en dólares de más del 20% anual.

 

En 2008, cuando el crecimiento de China convirtió al país en el mayor consumidor de petróleo, esa demanda llevó al barril a su valor máximo de US$ 146, para luego estabilizarse en US$ 70, un valor no casual: es el nivel necesario para desarrollar el fracking, la tecnología en que destaca USA (y que se utiliza en Vaca Muerta, Neuquén, Argentina). Hoy día Arabia Saudita, Rusia y USA son los mayores productores de petróleo y gas, casi igualando la producción del total de la OPEP.

 

Si la guerra comercial entre USA y China convierte al petróleo en su campo de batalla, podríamos volver a precios del petróleo de US$ 150, tal como hace 10 años. Por este motivo será muy interesante seguir el encuentro entre Vladímir Putin y Donald Trump, donde el tema energético será parte de la agenda que hoy vincula estrechamente a USA y Rusia en una situación no imaginada en los años de la Guerra Fría.

 

Durante el reciente año, el 'gasolinazo' en México, que proyectaba ajustar el precio de la gasolina al precio internacional, fue uno de los detonantes principales del arribo de Manuel López Obrador al gobierno. En tanto, el 'camionazo' en Brasil, a causa del aumento del precio del combustible, en especial el gasoil, paralizó el país y dejó a Michel Temer sin capital político. Semanas atrás, el aumento del precio de los combustibles, en especial el querosene, provocó en Haití escenas más desmesuradas que las que ocurrieron luego del seísmo de 2010. Las experiencias regionales se repiten en otras latitudes y el FMI lo sabe. Seguir atacando los déficit fiscales para pagar los nuevos precios de los combustibles, cuando gran parte son de precios internacionales cartelizados, no mejora su imagen histórica.

 

Para cruzar este campo minado que nos ofrece, a cambio, la bendita apertura al mundo, no alcanza con ganar una elección. Si no se acuerdan, por ejemplo, bases más sólidas y ejemplificadoras, tal como una política energética de Estado que priorice hasta detalles tales como la limitación de la iluminación en edificios públicos, la suspensión de espectáculos tanto deportivos como musicales nocturnos, código de edificación con doble vidrio para mantener la temperatura, entre muchas y variadas decisiones, se necesitará algo más que pan y circo.

 

Se necesita subir un escalón y convocar a los más capacitados de todos los rubros que, generalmente, por causa de su propia autoestima no aceptarán ser auditados por aquellos que condicionan su labor.

 

Son dilemas del poder que sólo podrá resolver el Presidente.

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