POLÉMICO MÉTODO

Terapia aversiva: De "cura" para la homosexualidad a castigo escolar

La terapia aversiva es un tratamiento psiquiátrico en el cual el paciente se expone a dos estímulos de manera simultánea: uno de ellos es la actividad o estímulo que se desea erradicar y el otro es un estímulo que provoca cierto grado de displacer o incluso dolor. Es una terapia muy cuestionada, que incluso fue usada para "curar la homosexualidad". Ahora, una juez en Estados Unidos avaló la descargas eléctricas como "terapia" escolar. Hay polémica sobre la decisión que algunos padres avalan.

Hace algunos años la homosexualidad era considerada una enfermedad mental; usualmente a su carga patológica se le sumaba la problemática moral y social. Así, los centros psiquiátricos acogieron a muchas personas cuyo único “problema” era sentirse atraídos por personas del mismo género. En un intento de “curar” la homosexualidad, se utilizaron los tratamientos más diversos, uno de ellos fue la terapia aversiva.
 
Sin lugar a dudas esta terapia fue ampliamente utilizada para curar la homosexualidad, usándose los más diversos estímulos aversivos. Por ejemplo, el caso más conocido proviene del 1962 cuando el joven capitán Gerald William Clegg-Hill fue arrestado en Southampton y sentenciado a seis meses de terapia aversiva. Pasados tres días el capitán murió, los doctores que atendieron el caso afirmaban que su muerte se debió a causas naturales pero un examen realizado 30 años después confirmó que la causa de la muerte fueron una serie de convulsiones que le produjeron un estado comatoso, resultado de las inyecciones de apomorfina, un fármaco que produce fuertes vómitos.
 
Así, la terapia consistía en mostrar fotografías de hombres desnudos seguidas de inyecciones de apomorfina que le provocarían violentos vómitos. De esta manera, el capitán asociaría las náuseas y los vómitos con la homosexualidad, haciendo que ésta se convirtiese en una idea repugnante que lo condujese a cambiar su orientación sexual.
 
Pero ahora, en pleno 2018, este polémico método será utilizado como una especia de "terapia" escolar. Una juez avaló la técnica que utiliza un colegio de EE UU con el apoyo de los padres.
 
El Centro Educativo Juez Rotenberg (JRC) de Massachusetts castiga a sus alumnos con capacidades diferentes utilizando un tratamiento similar desde hace 30 años. Es el único que aplica este sistema en EE UU y en junio logró el respaldo de una juez para continuar su labor, pese al repudio de las organizaciones de defensa de los derechos de las personas con discapacidad y la Unión Americana por las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés). Los padres de los alumnos celebraron la noticia: “Hemos intentado y continuaremos probando todo lo que está disponible para nuestros hijos”.
 
El centro defiende utilizar el tratamiento cuando los alumnos están en riesgo de hacerse daño a sí mismos o a otros. Sin embargo, Andre McCollins sabe que no es así. En 2012 se publicó un vídeo en el que se veía al joven autista enfadado porque no quería quitarse el abrigo en la sala. El castigo a su rebeldía fue someterlo durante siete horas a 31 descargas eléctricas mientras lo tenían amarrado boca abajo a una camilla y con un casco en la cabeza. Quedó catatónico durante un mes. “No tenía idea de que torturaban a los niños en la escuela”, reconoció la madre de McCollins en los tribunales tras demandar a la institución. Llegaron a un acuerdo por un monto que no fue revelado.
 
El tratamiento no funciona como una terapia de electrochoque. Los niños y adultos con trastornos emocionales y con discapacidades de aprendizaje tienen atado a las piernas y muñecas un dispositivo de descarga eléctrica gradual. El personal posee un control remoto en el que presionan un botón cuando quieren castigarlos, según cuenta The Washington Post, que visitó el centro en una oportunidad. Pueden enviar una descarga de hasta 45,5 miliamperios de electricidad, lo que produce un fuerte dolor e importantes contracciones musculares. Los efectos secundarios incluyen quemaduras, complicaciones cardiacas y estrés postraumático.
 
Lo terrible del caso es el apoyo de los padres de estos alumnos, ya que ellos han mostrado su “repudio” a las autoridades del Estado por “actuar de mala fe”, además de publicar una declaración en la que defendían el amor a sus hijos. Ahora, con la apelación como próxima batalla legal, esperan “con ansia” que el tribunal no cambie de opinión: “Nunca uno de estos supuestos defensores o activistas nos ofreció un tratamiento nuevo o mejor para nuestros hijos”.

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