EL AJUSTE EXTERNO SIEMPRE DEPENDE DE CEPOS

Ni al FMI le importa que las exportaciones sigan estancadas

Ya sin barreras normativas y trabas cambiarias para las importaciones, el cash flow de los dólares del intercambio comercial no para de dar pérdidas, con devaluación y todo. Sólo el agro mueve el amperímetro de las exportaciones, tanto por cantidades como por precios, pero la sequía este año deja sin el pan y sin la torta. Desde la recomposición del comercio mundial que tuvo lugar a partir de 2010, como consecuencia de la crisis subprime de USA en 2007/8, las exportaciones argentinas cayeron en un letargo que ni la Administración CFK ni la MM enfrentaron, y ahora la deficitaria cuenta de dólares progresa con pata renga. En pocos años, la cantidad de exportadores se redujo a menos de la mitad y la facturación se concentró en un puñado de empresas y de rubros. Argentina quedó prácticamente fuera de las cadenas internacionales de valor, hegemonizadas por multinacionales de las que nuestro país adolece, que movilizan el 70% del comercio mundial. Es por esa razón que el FMI no pierde tiempo con ese platillo de la balanza comercial y hasta lo ignora cuando recomienda sacar reintegros y frenar la reducción de 0,5 puntos mensual a las retenciones a la soja. Prefiere como todo ajuste del sector externo desalentar con un tipo de cambio alto la entrada de autos, indumentaria y calzado importados y que los residentes gasten menos en el exterior, sea haciendo turismo o shopping. Así y todo, 2018 se despedirá con un rojo comercial parecido al del año pasado, según la consultora Abeceb, cuyo director es ahora ministro de la Producción, Dante Sica, y debería hacer algo más que analizar desde el lado oficial del mostrador para sacar a las exportaciones de su letargo.

Con el dólar que se consideraba a mediados de 2017 atrasado debajo de $18, la aguja de las exportaciones permanecía clavada, como desde la depreciación de los commodities, mientras la de importación seguía subiendo como la espumita.

Pero el endeudamiento proveía, igual que antes se hacía con cepos que atajaban el drenaje. Un año después, con una devaluación de casi 70% y la paridad arriba de los $30, el perfil de la balanza comercial sigue siendo el mismo e inclusive acumula 19 meses consecutivos en rojo, sin miras de revertirlo.

Los nuevos datos del Intercambio Comercial Argentino (ICA) divulgados por INDEC muestran que a julio de 2018, tras la fuerte corrida cambiaria, la columna del haber del comercio exterior subió 1,7% pero la del debe registró un 2,2%, con lo cual creció el signo negativo 5% respecto del año anterior.  

Los auditores del Fondo Monetario Internacional se tapan un ojo y sólo miran para el lado del platillo importador cuando se trata de ajuste externo. Porque, ahí sí, el tipo de cambio puede filtrar los US$10.000 millones que gastan los argentinos en los viajes al exterior, a la vez que ahorrar buena parte de las divisas que, principalmente, insumían los 7 de cada 10 vehículos vendidos en el país traídos de Brasil.

Es que Argentina es el país de Sudamérica con la peor evolución de exportaciones en los últimos 18 años. El Banco Mundial publicó hace algunas semanas un ránking invertido, en el que se cuentan de menor a mayor los países de menor ratio comercio internacional/PBI y resulta ser que Sudán es el antilíder mundial, seguido por Brasil y 3ra. Argentina, comparte el antihonor con economías poco calificadas como Pakistán, Etiopía, o Bangladesh.

La ecuación actual tampoco ofrece demasiadas complejidades: entraron menos dólares por cosecha y derivados con algún grado de industrialización y salieron más por algunos insumos del sector agropecuario (química inorgánica, abonos).

Ya con el mentor del otro lado del mostrador, Dante Sica, el análisis difundido por la consultora Abeceb hace hincapié en la incidencia que tuvo esta vez la variación de los valores comercializados y distingue entre precios y cantidades.

La cuenta de las entradas mejoró en julio 11,1% por el lado de los 1ros. y bajó 8,4% tomando las 2das, , consistente con la reducción en los volúmenes exportados del agro.  

Con relación a las salidas, 4% menos de cantidades mitigaron en parte 6,5% los mayores valores.

Pero todos éstos son enfoques de circunstancia: merma coyuntural por efecto sequía en el agro y alza en combustibles, lubricantes y energía por reflejo externo.

El ajuste externo, según Abeceb, se irá acentuando lentamente hacia fin de año. Pronostica una balanza comercial del 2do semestre a grandes rasgos equilibrada, que mantendrá el rojo a diciembre no muy lejos de los actuales US$5.100 millones del 1er semestre.

Estructuralmente no cabe esperar milagros. Las últimas novedades son que se vende el doble de carne enfriada y con hueso a China, y el triple a Rusia, con lo que el acumulado cárneo da el 51%, y que se incrementaron las compras de trigo por parte de Brasil.

 

Pero salvo en el Mercosur, Argentina no participa aún de ninguno de los tratados de facilidades comerciales. En tiempos de CFK por falta de vocación, en los de MM porque no lo dejan. De modo que las exportaciones del país no integra las cadenas globales de valor más allá de un 30%, cuando resulta que el 75% del comercio internacional lo movilizan sus eslabones.

En realidad, subraya el presidente del capítulo Argentino de ISPI (International Society for Performance Improvement), investigador y profesor del Instituto tecnológico de Buenos Aires (ITBA), miembro consultor del CARI y director de la consultora DNI, Marcelo Elizondo, a Argentina le quedaron en pie menos exportadores que hace unos años: 6.328 en el 4to trimestre de 2017, cuando en 2006 eran 15.075. Terminó el año con 9.529 y en el 1er trimestre de 2018 se cuentan 5.890.  

Más allá de estos vaivenes, en México existen más de 30.000, en Brasil casi 20.000, en Colombia más de 10.000, en Chile unas 8.000 y en Perú el número se acerca al de Chile.

Pero además, hay una alta concentración de las exportaciones en pocas empresas: entre 26 ocupan la mitad de las ventas totales, y las 10 más grandes, el 36%.  

Más se nota esa elevada dependencia en los montos que movilizan, ya que solo 11 empresas exportan más de US$1.000 millones al año, apenas 17 superan los US$500 millones anuales, nada más que 57 registran más de US$100 millones al año y solo 95 pasan los US$50 millones.

Únicamente 661 compañías exportan más de US$10 millones anuales, una cifra menor si se analiza la dimensión usual de los negocios transfronterizos.

En rubros, la participación también se resume a unos pocos. La mitad de la treintena que más factura en el exterior son cerealeras o aceiteras, 5 automotrices, 2 petroleras, 2 químicas, y las 3 restantes se reparten entre diversos otros rubros.

La inversión no tiene lugar

La explicación, y por ende, la posología, es el escaso stock de inversión extranjera directa en Argentina (la referencia con la que se cuenta a la fecha es con datos de hasta 2016), que en los últimos 5 años ronda 17% a precios corrientes. Representa un sexto menos que en en México, la décima parte que en Brasil, un tercio que en Chile, la mitad que en Colombia y hasta que en Perú.

Se dio inclusive un proceso de transferencia de paquetes accionarios de compañías tradicionales argentinas a capitales brasileños y chilenos, como los casos de textiles, frigoríficos, mineras, retail, sin que por ello se incrementara la participación de firmas locales en el exterior, como el caso de las multinacionales de origen argentino, Techint y Arcor.

La ausencia de empresas multinacionales made in Argentina de porte, sea por invertir en el exterior, asociarse fuera de las fronteras con compañías foráneas o exportar de modo relevante, se nota no sólo en que no llevan adelante etapas de procesos de producción y comercialización a través de mecanismos de multinacionalización, sino que no acrecientan por esa vía una mayor dinámica exportadora en sus plantas vernáculas, como sucede en otros países de la región.   

Elizondo lo refleja en su informe: entre las principales 100 multinacionales latinoamericanas (conocidas como “multilatinas”), 32 son brasileñas, 26 son mexicanas, 16 son chilenas, 11 son colombianas, solo 7 son argentinas, y 5 son peruanas.

Sin inserción como país en los tratados internacionales y sin empresas insertadas en los procesos productivos globales, no es mucho el margen disponible en competitividad para modificar el perfil agroexportador y la dependencia importadora que torna estructuralmente deficitario al sector externo.

Los análisis de coyuntura sobre el comportamiento del comercio exterior, como el de Abeceb, sirven en todo caso para evaluar la diferente sensibilidad de las importaciones a la actividad y tipo de cambio entre usos económicos, sumados al mayor precio de importación de energía.

Señala que, en julio, mientras los bienes intermedios, combustibles y lubricantes, y bienes de consumos importados crecían a tasa del 20,5%, 37,4% y 7,9% respectivamente, las compras de bienes de capital, piezas y accesorios para bienes de capital, vehículos automotores de pasajeros y restos cayeron 20,6%, 7,8%, 19,1% y 22,6% interanual.

En cambio, recoge que la contracción de las exportaciones de productos primarios (-23,3%) y de manufacturas de origen agropecuarios (-2,8%) contrastó con la buena dinámica de manufacturas de origen industrial (+14,5%) y el “colchón”  que dieron las mayores ventas de combustibles y energía (+199,1%), dado el incentivo de precios que recibieron las ventas de crudo pesado de la Patagonia, sumado a un efecto base de comparación (la producción se vio afectada por problemas climáticos en 2017).

Y que el retroceso en los productos primarios se debió principalmente a la caída de las exportaciones pescados y mariscos sin elaborar (-26,0%), cereales (-4,7%) y semillas y frutos oleaginosos (-83,8%). Pero, por otro lado, que la caída en las MOA fue explicado por las bajas en los residuos y desperdicio de la industria alimenticia.

A los prestamistas de última instancia, como llaman al FMI, poco y nada les dicen estos detalles del momento, que ni siquiera una devaluación alcanza para torcer su rumbo.

Saben que la posta está en las importaciones, contestes de que la mayoría de las familias argentinas de clase media en adelante prefiere viajar al exterior, el auto importado, comprar electrónica a precio internacional, vestir marcas globales, ahorrar en dólares, todas costumbres que necesitan de moneda extranjera, mientras casi todo lo que ganan se expresa en billetes de fabricación local.

No hay nada nuevo en la viña del Señor: los modelos económicos que se aplican desde hace más de 50 años en el país se sustentan en los ingresos de divisas que genera el campo frente a una industria concebida como abastecedora interna de insumos. Orientada más a evitar que se gasten dólares en traerlos de afuera que a generarlos con exportaciones. Pero la cuenta siempre se complica porque el 60% de su funcionamiento depende del equipamiento foráneo, que devenga moneda extranjera.

Desde antes de 2010, en que la crisis financiera que comenzó en Estados Unidos en 2007 terminó de impactar en los países y en el comercio mundial, las reglas del intercambio se acordaron en bloques que pivotearon en torno de Norteamérica, Unión Europea, Asia Pacífico. Argentina ató su suerte a Brasil, como proveedores sojeros y producción integrada de las plantas metalmecánicas entre los socios mayores del Mercosur para asegurar fuentes de trabajo fabriles en ambos.

Los commodities se derrumbaron, Brasil entró en recesión prolongada y el sector externo argentino se desmoronó.

Normalizarlo implica tijera a la importación, por ende a más de la mitad del suministro fabril. Como contrapartida, queda muy poco a generar desde la exportación, que CFK no priorizó en toda su gestión, tampoco MM en lo que va de la 1ra., y el FMI no le destina ni un ápice de atención.  

Elizondo explicó en la 3ra edición de "Negocios con el mundo", organizada por La Nación en el Malba, que "hay que conseguir más empresas exportadoras y, en 2do plano, pasar a integrar las cadenas globales de valor” y que el bajo nivel de exportaciones viene desde hace tiempo y hace falta corregirlo.

Mencionó 5 requisitos a cumplir:

-una normalización macroeconómica, porque el actual escenario "inestable y aleatorio" no alienta proyectos de largo plazo;

-incrementar la oferta exportable con más inversión bruta fija e internacional;

-crear "capital relacional internacional", es decir, avanzar en la generación de acuerdos internacionales;

-seleccionar mejor los mercados, porque hay 15 dentro de los 30 países que más importan a los que no se abastece correctamente, y

-desarrollo empresario de atributos competitivos para competir de forma acertada.

Explicó que habla de "despegue" porque el país parte de un escenario pobre, ya que la Argentina es uno de los 5 países del Mercosur con menor ratio de exportaciones en relación con su PBI, mientras que los otros 4 países tienen una calidad económica inferior.

Además, la Argentina es el país de Sudamérica con la peor evolución de exportaciones en los últimos 18 años.

Finalmente resumió los requisitos en 3 condiciones macro:

-capital institucional,

-marco regulatorio y

-capital organizacional.

Dejá tu comentario