CHARLES CHAPLIN

En época de Presidentes polémicos, viene bien recordar a “El Gran dictador”

Se viven tiempos muy agitados política y socialmente hablando, no sólo en Latinoamérica, sino en todo el mundo. Presidentes polémicos, dictaduras y democracias, líderes natos y otros no tanto, en fin, siempre en estos casos viene bien recordar una gran película escrita, dirigida y protagonizada por el británico Charles Chaplin. Un film feroz y controvertido, que condena contra el nazismo, el fascismo, el antisemitismo y las dictaduras en general. Hace 78 años la historia cambió, pero quizá no tanto, o no lo suficiente. Hoy en memorias: El Gran Dictador.

Se viven tiempos intensos en todo el mundo, sobre todo por quienes gobiernan (a su modo) cada país. Algunos líderes han sido elegidos, otros impuestos, pero cada uno lleva las riendas de su nación bajo sus normas, leyes y convicciones.  Muchos de ellos se catalogan demócratas pero se acercan más a dictadores. Y mientras todo esto pasa, gran parte de la sociedad todavía no comprende el sistema que le tocó vivir. Por ello, resulta oportuno recordar una película que generó hace 78 años mucha controversia: El Gran Dictador, un film que condena contra el nazismo, el fascismo, el antisemitismo y las dictaduras en general.
 
A 78 años de su estreno… 
 
El gran dictador es una película estadounidense que se estrenó el 15 de octubre de 1940. “El Gran Dictador” fue escrita, dirigida y protagonizada por el británico Charles Chaplin. Chaplin era el único cineasta en Hollywood que  en ese tiempo seguía realizando películas mudas cuando el sonido ya estaba plenamente implantado en el cine, y esta fue su primera película sonora y la de mayor éxito.
 
En el momento de su estreno, Estados Unidos todavía estaba en paz con la Alemania nazi, pero la película ya era una feroz y controvertida condena contra el nazismo, el fascismo, el antisemitismo y las dictaduras en general. En la película, Chaplin define a los nazis como "hombres-máquinas, con cerebros y corazones de máquinas".
 
Pese a las coincidencias que se establecen entre la película y el desarrollo de los acontecimientos históricos que tuvieron lugar de manera casi paralela (la invasión de Ostelrich por parte del ejército de Tomania y la invasión alemana de Polonia, por ejemplo), el origen de film se remonta al año 1938. Chaplin, que estudió el dictador alemán Adolf Hitler durante cerca de dos años, definió el proyecto como un cóctel de drama, comedia y tragedia que retrataba la silueta grotesca y siniestra de un hombre que se cree un superhéroe y que piensa que sólo tienen valor su opinión y su palabra. El cineasta, de hecho, utiliza la figura de Hitler para realizar una brillante parodia de todas y cada una de las ideas políticas, culturales, sociales y económicas del nazismo, des la superioridad de la raza germánica hasta la sumisión incondicional del individuo a la comunidad, pasando por el antimarxismo y el antisemitismo.
 
Hynkel, el dictador de Tomania, es presentado como un hombre egoïsta, infantil, inseguro, incapaz de tomar decisiones de ninguna clase y todavía menos de gobernar un país: la bola del mundo con la que juega en una de las escenas más memorables del film, que acaba explotando, física y simbólicamente, en sus manos. 
 
 
Pero Hitler no es el único personaje de carne y hueso que inspiró a Chaplin: el dictador de Bacteria, Benzino Napoloni, está inspirado en el dictador fascista italiano Benito Mussolini. Garbitsch (del inglés garbage: basura), secretario del interior y ministro de propaganda de Hynkel, está inspirado en Joseph Paul Goebbels (1897 - 1945), ministro de educación popular y propaganda del gobierno nazi, y el Mariscal Herring evoca al Mariscal Hermann Wilhelm Göring (1893 - 1946), responsable de las fuerzas aéreas y uno de los máximos dirigentes de la Gestapo, los servicios secretos alemanes. La cruz gamada de los nazis, al mismo tiempo, aparece transformada en una doble cruz aprovechando un juego de palabras anglosajón que implica la idea de estafar.
 
Una historia dual:
 
Chaplin adopta desde el principio una estructura dual, mostrando de mananera paralela las actividades del dictador Hynkel y sus colaboradores en la sede del gobierno de Tomania y las peripecias del barbero judío en su regreso a casa tras pasar muchos años en un hospital militar. Esta dualidad sirve al actor y director para parodiar el gobierno fascista y totalitario y, a la vez, para mostrar las pobres y miserables condiciones del gueto judío, atacado regularmente por las fuerzas de asalto del régimen. Pero a diferencia de Hynkel, que basa toda su fuerza en la palabra, el personaje del barbero judío, mucho menos trabajado que el del dictador, juega también un papel clave en el contexto de la filmografia de Chaplin, puesto que representa una clara evolución del personaje que hasta entonces había protagonizado la práctica totalidad de su obra, Charlot, el vagabundo ingenuo y solitario. 
 
El personaje del barbero, igualmente solitario y inocente, prácticamente no habla a lo largo de la película y, cuando habla, sus palabras no tienen el menor asomo de relevancia con respecto al desarrollo de la acción. En el momento decisivo de la historia, el discurso final, el personaje se transforma en el verdadero Charles Chaplin, que lanza un canto a la esperanza tan optimista como desesperado. 
 
Un canto a la esperanza:
 
El gran dictador, más que una crítica al fascismo y a los gobiernos totalitarios, más allá de la parodia / caricatura grotesca que propone de los gobiernos de Adolf Hitler y Benito Mussolini, es un canto a la esperanza, un canto a la democracia, la paz y la libertad. El mensaje del film, claro y contundente, es subrayado por Chaplin en el mítico discurso final, organizado para celebrar la anexión de Ostelrich a Tomania. 
 
El dictador Hynkel es confundido con el barbero judío por sus propios hombres (los dos personajes son interpretados por Chaplin), y este, tras el discurso del ministro de propaganda Garbitsch - "Hoy en día, democracia, libertad y igualdad son palabras que enloquecen al pueblo. No hay ninguna nación que progrese con estas ideas, que le apartan del camino de la acción. Por esto las hemos abolido. En el futuro cada hombre tendrá que servir al Estado con absoluta obediencia... Sin estas cualidades, la vida será violenta, se perderá todo. (...) La desgracia que padecemos no es nada más que la pasajera codicia y la amargura de los hombres que tienen miedo de seguir el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará y caerán los dictadores y el poder que tomaron al pueblo será reintegrado al pueblo y así, mientras el hombre exista, la libertad no desaparecerá".
 
 
El contexto político de la época impediría que este contundente mensaje de paz y libertad llegara dónde tenía que llegar: la película sería prohibida de manera fulminante en Alemania (Hitler ya había prohibido de manera explícita las películas de Chaplin en el año 1937), Italia y todos los países ocupados por estas dos potencias, y tampoco se estrenaría en Brasil, Argentina y Costa Rica, entre otros países. En España, la película permanecería prohibida hasta en el año 1976. Tras el sangrante desarrollo de la segunda guerra mundial y de las atrocidades cometidas por el régimen nazi en los campos de concentración, Chaplin matizaría sus palabras y la verdadera intención de la película en sus memorias (publicadas en el año 1964): "Si hubiera tenido conocimiento de los horrores de los campos de concentración alemanes no habría podido rodar la película: no habría podido burlarme de la demencia homicida de los nazis; no obstante, estaba decidido a ridiculitzar su absurda mística en relación con una raza de sangre pura".
 
 

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