CONTRADICCIONES

Cuando el dios Moloch llegó a Roma y lo rebautizó un Papa

Recientemente fue difundida una carta del papa Francisco al autor de un texto (el juez Roberto Andrés Gallardo, que escribió "Francisco vs. Moloch. Ideas para una revolución ecosocial", publicado por la Editorial Jusbaires), que contrasta al pontífice católico apostólico romano con Moloch o Molok, una deidad cananea que incluía el sacrificio de niños recién nacidos. Sin embargo, no habría que exageras en la teoría del contraste porque la deidad Moloch o Molok, junto a otros baales, terminaron, rebautizados con otros nombres, en Roma, e inclusive de su culto provienen liturgias católicas apostólicas romanas como el Día de San Valentín.

 

El culto de los antiguos pueblos del Medio Oriente consistía en divinidades astronómicas y de la fertilidad (de ahí que el monoteísmo judío en torno a Yahvé resultara tan ajeno al entorno en el que se desarrolló).

Existian deidades
** solares como Marduk,
** de la flora y la agricultura como Astarté,
** del caos primigenio como la dragona Tiamat y su esposo, el demonio Kingu, de quien provino el coágulo de sangre del que fue creado el 1er. ser humano (mito que pervive en el Corán),
etc. etc.

A todos estos númenes se les invocaba con el título de “Baal”, que quiere decir “amo” o “señor”; el principal de todos, el Padre de todos los dioses semitas, era conocido como Baal-El, pero también se contaba con el “Señor de las Moscas”, dios de la muerte: Baal-Tzebub o Belcebú, y en algunas regiones se contaba con dioses particulares: en Emesa (hoy Homs, en Siria), el meteoro negro caído del cielo (como la piedra negra de La Meca) y adorado como representación misma de El-Aga-Baal, del que fuera devoto después el emperador Severo Heliogábalo, a inicios del siglo III.

Entre los Fenicios, Cananeos, Moabitas y Amorreos, vecinos de los Hebreos, se adoraba un Baal muy particular: Moloch o Molok; representado como una figura antropomorfa sentada en un trono y con cabeza de toro. Este dios representaba al fuego, la fuerza primigenia y la fertilidad masculina encarnada en el bovino, a quien se adoraba con el sacrificio humano de niños recién nacidos: la estatua de Moloch o Molok era de bronce, y se le encendía un fuego en su interior que se avivaba hasta que la escultura estuviese al rojo vivo. Entonces, el niño era colocado en los brazos del ídolo, en otros casos, era introducido en sus fauces, muriendo incinerado lenta y dolorosamente.

Los gritos y llantos del bebé eran tapados por la estridente música y cantos que se entonaba por la concurrencia, que además danzaba, entregada a un culto orgiástico.

El mito de Moloc se basaba en el supuesto que, a causa de una tragedia en el principio de los tiempos, el espíritu de Moloch se había transformado a sí mismo en oscuridad al convertirse en materia, y para redimirse se le ofrendaban niños que, cuando más pequeños fueran mejor, ya que según esta doctrina los bebés eran los seres más cercanos a la materia original, mientras que conforme la persona crece va desarrollando habilidades psíquicas y espirituales que los alejan del inicio.

Moab

Los moabitas, cuyo territorio se conocía como Moab, eran un pueblo semita que vivía al este del mar Muerto, en la actual Jordania.

La Biblia narra que Moab sería el primero de los 2 hijos (el otro fue Amón o Ben-Ammi) que Lot, sobrino de Abraham, habría tenido incestuosamente con sus propias hijas, que lo emborracharon al creerse en la obligación de tener relaciones con su padre para perpetuar su descendencia tras la destrucción de Sodoma y Gomorra.

Precisamente, el territorio de Moab se extendía desde el extremo norte del mar Muerto (ex Sodoma y Gomorra) hasta el río Arnon, unos 40 km al sur, una meseta con abundante agua que podía mantener una importante cabaña ganadera. Limitaba al este con Amón y el desierto.

Según la Biblia, tras la conquista de Canaán por los hebreos, el territorio de Moab fue concedido a la tribu de Rubén. Con todo, más adelante, consiguieron independizarse y controlar a su vez zonas de Judá e Israel de manera temporal.

Los moabitas eran politeístas: su principal dios era Quemos y a Ashtor-Quemos, diosa de la fertilidad, se ofrendaba bebes. Se colocaban en disposición de cruz, vasijas con fuego dentro durante la noche en el Monte Hermón; las mujeres madres dejaban caer a un bebé suyo recién nacido en la parte central-superior de la cruz, hasta que el niño se incinerase completamente, luego le seguía otra madre con su hijo.

Los paganos tenían una teología terrible. El dios Baal, cuyo culto era dominante entre los cananeos, por ejemplo, había violado a su hermana “setenta y siete, incluso ochenta y ocho veces”. Baal también tenia relaciones sexuales frecuentemente con su hija Pidray, y por orden de su padre, Baal tuvo relaciones sexuales con su madre Asherah para humillarla.

Pero el culto que practicaban ellos -fenicios/filisteos/cananeos- provocaba una enorme atracción porque en los rituales prescritos durante sus fiestas religiosas estimulaba a sus dioses a actuar según el modelo representado en esas fiestas. Entonces, para tener cosechas y rebaños productivos durante el nuevo año, así como para alejar sequías, plagas de langostas, etc., eran aconsejados ritos de fertilidad licenciosos, caracterizados por orgías sexuales desenfrenadas.

Esto era muy significativo en el culto a Asera, diosa cananea de la fertilidad y esposa de la deidad principal, "Baal-El", ceremonia que incluía la prostitución ritual, tanto femenina como masculina.

Asiria

De acuerdo a algunos relatos, el culto a Moloch/Molok llegó a Israel después de la caída de su capital, Samaria.

En 726 a.C. - 722 a. C., el rey de Asiria, Salmanasar V, invadió el Reino de Israel y sitió la ciudad de Samaria; luego de una asedio de 3 años la ciudad cayó y sus principales ciudadanos fueron tomados cautivos y deportados a Asiria, al mismo tiempo que otros pueblos del Imperio Asirio eran trasladados a Israel.

El rey Sargón II asegura en los anales asirios haber deportado a 27.290 habitantes de Samaria.

Cuta o Cutah, hoy en día Tell Ibrahîm, era una ciudad a 24 km al noreste de Babilonia. En ella se hallaba el templo de E-meslam, centro de adoración del dios Nergal -dios sumerio babilonio del inframundo y señor de los muertos, el aspecto siniestro del dios del sol Utu-.

Sargón II (722-705 a. C.) trasladó a habitantes de Cuta a Samaria. Los nuevos pobladores de Samaria, a los que después se llamó samaritanos, siguieron adorando a su dios Nergal en su nuevo asentamiento.

Algo similar ocurrió con los habitantes de Sefarvaim, cuya procedencia pudo haber sido Sippar, sobre la orilla oriental del Éufrates, o Sebarim, ciudad de Asiria. Y también gente de otras localidades fueron llevadas a Samaria para no dejar vestigios del antiguo Israel.

En Samaria, los procedentes de Babilonia construyerona una imagen de Sucot-benot; los de Cuta hicieron una imagen de Nergal; los de Hamat adoraron a Asima; los aveos hicieron imágenes de Nibjaz y de Tartac; y los de Sefarvaim quemaban a sus hijos en el fuego en honor de Adramelec / Anamelec (hay registro en la Biblia, 2da. de Reyes 17:31).

Este dios pagano Anamelec significa "cántico seductor del rey" ó "el rey que seduce con su música y canto" ya que su nombre deriva de "Melec", que significa "el Rey". Se lo representaba como una mula con torso humano y cola de pavo real.

En Asiria, se le consideraba el dios Sol, equivalente al Tamuz babilónico (Ezequiel 8:14).

Los 2 nombres -dualismo- promovían la idea de que los opuestos del bien y el mal deben ser dominados a través de un conocimiento especial (gnosis) que permite equilibrarlos en el interior de la raza humana. La propuesta fue adorarlo en sus 2 facetas: cubierto por un manto (oscuridad - tinieblas - mal) o cantando seductoramente (luz – bien – amor).

A causa de esta filosofía, esta divinidad era muchas veces representada por 2 caras mirando hacia lados opuestos de su perfil.

En Samaria, su culto se asoció con Moloch ó Molok Milkom (dios de los moabitas) a causa de una práctica litúrgica coincidente: Los niños eran sacrificados como tributo en lo que sería el 25/12 abriendo así las puertas del inframundo y permitiendo a incalculables espíritus la inspiración de ideas creativas a partir de fiestas sexuales.

Adramelec / Anamalec promovía un culto que creía que como resultado de una catástrofe ocurrida en el despertar de los tiempos, el espíritu de la deidad se había transformado a sí mismo en oscuridad al convertirse en materia. El hombre era la encarnación de esa tragedia, y para redimirlo era necesario ofrecer sacrificios de recién nacidos, sin defecto alguno, ya que se consideraba que los bebés eran los seres más impregnados de la energía pura de la materia, característica que los adultos perdían con el tiempo al desarrollar su alma llena de temores, sufrimientos y pecados.

El sacrificio

El historiador Plutarco reportó que durante los sacrificios fenicios (cananeos) “toda el área frente a la estatua se impregnaba con un fuerte ruido de flautas y tambores para que los gritos de los lamentos no llegasen a los oídos de la gente”.

Y no solo se sacrificaban bebés sino niños de hasta 4 años de edad.

Kleitarchos (antiguo historiador Griego) escribió que los fenicios y especialmente los cartagineses que honraron a Kronos, cuando anhelaban tener éxito en alguna gran hazaña, acostumbraban dedicar a uno de sus hijos para ser sacrificado si el dios les concedía su deseo.

El rito molk se celebraba al aire libre. El templo era presidido por una enorme estatua hueca de Moloch o Molok, un fuego era avivado dentro de la estatua por la que eran introducidos los bebés a través de una abertura en la parte superior que hacía las veces de boca.

Los familiares tenían prohibido llorar o lamentarse para evitar disgustar así al dios.

Las cenizas de los niños sacrificados se guardaban en vasijas y se depositaban en los templos que rendían culto a la deidad.

El profesor de Oxford, John Day, escribió:

“(...) tenemos evidencia independiente de que el sacrificio de niños se practicaba en el mundo cananeo (cartaginés y fenicio) a partir de muchas fuentes clásicas, inscripciones púnicas y evidencia arqueológica, así como representaciones egipcias del ritual que ocurre en Siria-Palestina, y de una inscripción fenicia recientemente descubierta en Turquía. Por lo tanto, no hay razón para dudar del testimonio bíblico del sacrificio de niños cananeos”.

La investigadora de la Universidad UCLA, Shelby Brown, escribe:

“La longevidad del sacrificio infantil y la tenacidad conque los cartagineses y otros fenicios se adhirieron a la práctica, a pesar de sus frecuentes contactos con vecinos que los aborrecían debido a esto, sugieren que el ritual era crucial para la religión fenicia y para el bienestar de una ciudad y sus habitantes”.

Brown cita evidencia arqueológica de que miles de niños fueron víctimas, pero que “los eruditos modernos están quizás demasiado ansiosos por exonerar a los fenicios de un ‘crimen’ que, según los estándares fenicios, simplemente no era una ofensa”.

“Ningún otro pueblo antiguo, sin embargo, elegía regularmente a sus propios hijos como víctimas de sacrificio, o los equiparaba con animales que a veces podían ser sustituidos por ellos. La práctica fenicia indica una definición de la “familia” y los límites que le pertenecen y su alienación que era incomprensible para otros en el antiguo Mediterráneo”, concluye Brown.

Cartago

El culto a Moloch se extendió junto con la influencia de los fenicios en el Mediterráneo, llegando incluso a las costas de los etruscos y la península Itálica. Cartago lo tenía como dios supremo y protector de la ciudad.

Luego de la 3ra. Guerra Púnica (149-146 a.C.), las tropas romanas bajo el mando de Escipión Emiliano arrasaron con Cartago hasta sus cimientos. Cartago fue una antigua ciudad del norte de África, en el actual Túnez, fundada por emigrantes fenicios de Tiro a finales del siglo IX a. C

Pese a la destrucción ordenada por Roma, una serie de arqueólogos indagaron en las ruinas cartaginesas y hallaron restos de vías, de estructuras domésticas y obras de ingeniería, correspondientes a la colonia romana fundada sobre la capital púnica en el siglo I a.C.

En cambio, de la urbe fenicio-púnica tan sólo se localizó una necrópolis que excavó el sacerdote Louis-Alfred Delattre.

Lo que los excavadores no esperaban era que el análisis de los restos óseos y de los dientes contenidos dentro de las urnas revelase que correspondían a individuos de pocos meses de edad, incluso a recién nacidos, así como a carneros, corderos y aves. Ello parecía confirmar las denuncias de los autores grecorromanos sobre la práctica, por parte de los cartagineses, de sangrientos sacrificios de niños.

Gustave Flaubert había desarrollado el tema en su novela "Salammbô" (1862), que imaginaba la inmolación de infantes en las llamas ante la estatua del dios Moloch, en medio de un ceremonial orgiástico y primitivo.

Hoy en día todavía se debate si el Tofet de Cartago es un cementerio infantil o si bien fue un recinto religioso en el que se consagraban los recién nacidos –o, en su defecto, un animal– a Baal-Amón y a Tanit, su consorte divina, como ofrenda de agradecimiento por una súplica atendida.

Pero que los epígrafes grabados en las estelas sea votivo en lugar de funerario y que en muchas de las urnas coexistiesen despojos de ovejas y cabras junto a humanos, incinerados al mismo tiempo –algo que no se hallaría en un cementerio convencional–, hace plausible la tesis del sacrificio y sugiere que los autores romanos no andaban del todo errados.

Roma

Roma tembló con la invasión a Italia del ejército de mercenarios -comandados por una élite de guerreros que habían adoptado la estrategia y la táctica griegas- encabezado por el general cartaginés Aníbal Barca, quien atravesó Hispania, los Pirineos y los Alpes, conduciendo un abigarrado conjunto de pueblos enemigos de los antiguos Latinos: Íberos, Celtíberos, Galos y Púnicos o Fenicios, quienes, procedentes de Tiro, en el Líbano, habían fundado, desde el siglo XI a.C., la ciudad de Qart Hadasch, latinizada como Cartago, la gran potencia marítima del Mediterráneo Occidental, ante el ocaso de los Griegos, sumergidos en las guerras entre las monarquías helenísticas sucesoras de Alejandro Magno.

Los romanos convirtieron a sus guerras púnicas como una lucha entre el bien y el mal. El censor Catón el Grande terminaba sus arengas con la frase "Delenda Carthago!" (“¡Debemos destruir Cartago!”), no solo porque la ciudad norafricana se había repuesto de la derrota y amenazaba nuevamente con reducir al comercio romano en el Mediterráneo sino porque a los romanos les repugnaban algunas costumbres de los cartagineses.

Los romanos no eran ni humanitarios ni delicados; incluso, en los misterios dedicados a Artemisa/Diana en Éfeso, y recordando el sacrificio hecho por Agamenón de su hija Ifigenia para pedir vientos favorables hacia Troya, se llegaban a hacer sacrificios humanos. Además los combates de gladiadores tenían también un sentido religioso. Y al terminar las ceremonias triunfales, los jefes de los vencidos eran ejecutados en el templo de Marte Vengador, una especie de sacrificio del enemigo cautivo al dios de la guerra.

Pero los romanos condenaban el sacrificio de niños recién nacidos; muchas veces la víctima hijo del oferente del sacrificio.

Cuando las legiones romanas sitiaron Cartago hacia el final de la 3ra. Guerra Púnica, los guerreros romanos contemplaron espantados cómo los líderes púnicos sacrificaban a sus hijos pequeños a Moloch o Molok para pedir la victoria sobre sus enemigos. Por esto destruyeron piedra sobre piedra de una ciudad que tenía una deidad siniestra, a la que historiadores como Plutarco, Teodoro, Diodoro Sículo y Cletarco asociaron con Cronos/Saturno, devorador de sus propios hijos.

El culto a Moloch o Molok, junto al de Baal, sobreviviría en Líbano y Siria, pero poco a poco fue abandonado ante la romanización.

Su supresión definitiva ocurrió con la caída de Palmira ante el emperador Aureliano, en la 2da. mitad del siglo III porque su orden inicial fue destruir el templo de Baal como símbolo de abominación. El imponente arco central de esa estructura se mantuvo en pie durante siglos hasta que el ISIS o Estado Islámico lo dinamitó en un atentado, quizás para rechazar la teoría de que Alá sería Baal-El en el contexto de un monoteísmo evolucionado desde el paganismo original.

El cuadro ilustraba escenas de la Lupercalia.Otra escena de la Lupercalia.

El Lado B de Roma

Sin embargo, fiestas fenicias fueron incorporadas por Roma como propias. Soldados y ciudadanos que iban de un lado a otro del imperio probablemente incorporaron las deidades lejanas.

Moloc Baal fue llamado Lupercus o Fauno Luperco. Su nombre deriva supuestamente de lupus (lobo) e hircus (macho cabrío, un animal impuro), ambos símbolos de Anamalek o Molok.

Los romanos dijeron que Lupercus los defendía de los lobos salvajes, animales que abundaban en las regiones de Roma y a quienes temían en sobremanera por los daños que les causaban a sus rebaños.

Los lobos eran símbolos de las maldiciones de Februo o Plutón (príncipe principal del inframundo), el Adramalek o parte mala de Molok. El nombre del mes de febrero proviene de Februo.

Los romanos, en honor a Lupercus (“su protector” y “benefactor”), celebraban a mediados de febrero su gran festival, "Lupercalia", con el nombre de “Día de Cupido” (hijo de Venus y de Marte).

La Lupercalia eran danzas, bailes y juegos eróticos que terminaban en orgías.

El juego que más les gustaba a los romanos, especialmente a los jóvenes, era el baile para encontrar su novia o su pareja. Para ello, en la fiesta escogían un recipiente esférico (representando a la luna llena) y allí depositaban los nombres de las doncellas preferidas. Muchas veces las parejas se transformaban en novios.

Un cuerpo especial de sacerdotes, los Lupercos o Luperci (Sodales Luperci o amigos del lobo) eran elegidos anualmente entre los ciudadanos más ilustres de la ciudad (Luperci).

Ellos se reunían en la medianoche del 14 de febrero y estaban todo el día 15 en la recientemente encontrada gruta del Lupercal (más tarde llamada Ruminal en honor a Rómulo y Remo) en el monte Palatino. Según la tradición fue en este lugar donde Fauno Luperco tomando la forma de una loba, había amamantado a los gemelos Rómulo y Remo, y en cuyo honor se hacía la fiesta. La tradición cuenta que allí había una higuera cuyas raíces habían detenido la cesta en cuyo interior se encontraban los gemelos Rómulo y Remo.

Bajo la sombra de esta venerable higuera, la Ruminalis, celebraban el sacrificio de un perro y de un macho cabrío, animales que eran considerados impuros.

Después se tocaba la frente de los luperci con el cuchillo teñido con la sangre de la cabra y a continuación se borraba la mancha con un mechón de lana impregnada en leche del mismo animal. Éste era el momento en que los lupercos prorrumpían en una carcajada de ritual. Luego cortaban la piel de los animales sacrificados en tiras, llamadas februa.

Con este aspecto y casi desnudos, sólo tapados con unas tiras de cuero, salían alrededor del monte Palatino donde golpeaban a todos los que encontraban a su paso. El ser azotado por las tiras de cuero de los luperci equivalía a un acto de purificación, y era llamado februatio.

De acuerdo a la tradición, este acto de purificación comenzó en el reinado de Rómulo y Remo, cuando las mujeres romanas se hicieron estériles. Después de consultar el oráculo de la diosa Juno (el demonio Reina de Cielo), en el bosque Esquilo, ésta respondió: “Madres del Lacio, sean fecundadas por un macho cabrío velludo“.

Entonces, los luperci iban desnudos uncidos en sangre de animales impuros (como si vinieran de caza) con pieles de lobo, golpeando con el látigo como si fuera un miembro viril. El clima era de desenfreno y frenesí.

Para las mujeres, este rito aumentaba su fertilidad poniéndole las carnes de color púrpura. Este color representaba a las prostitutas de la época, en particular las que ejercían la prostitución sagrada (lupas) con los lupercos en el Ara Máxima.

Con el paso del tiempo el papa Gelasio I prohibió y condenó, en el año 494, la celebración pagana de las Lupercales. Pero los romanos continuaban celebrándolo, y entonces el Obispo de Roma decidió “cristianizar” esta festividad y la sustituyó por el 14 de febrero, fecha en la cual murió un supuesto mártir llamado Valentín, en el año 270 d. C.

Así fue como Lupercus pasó a llamarse San Valentín.

Las lupercalias mutaron en una procesión de candelas pidiendo, en cánticos y letanías la misma protección que procuraba Fauno Luperco, ahora elevada a esperanzas de una vida y salud mucho más alta.

De las lupercales procede la tradición del carnaval.

El historiador Will Durant, en su "La Historia de la Civilización", explicó: “El cristianismo (N. de la R.: el catolicismo) no destruyó al paganismo sino que lo adoptó. La mente griega, moribunda, siguió viviendo transmigrada en la teología y liturgia de la iglesia; el idioma griego, habiendo reinado durante siglos sobre la filosofía, se convirtió en el vehículo de la literatura y el ritual cristiano; los misterios griegos se transmitieron al impresionante misterio de la misa. Otras culturas paganas contribuyeron al resultado sincrético (de mezcla)… El cristianismo fue la última creación del antiguo mundo pagano”.

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