PUTERÍOS EN LA CASA ROSADA

Feng shui de Marcos y Jaime en precampaña: Rotan funcionarios y mudan escritorios

El Jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el ideólogo de campaña, Jaime Durán Barba, cerraron la arquitectura áulica de la reelección de Mauricio Macri en dos edificios, uno frente al otro: la Casa Rosada y el Palacio de Hacienda. Se parapetaron tras imaginarias vallas que filtran acordar tanto con peronistas como con socios radicales díscolos y con el círculo rojo. Hubo mudanzas parciales de funcionarios que entrañan metamensajes dirigidos a la clase empresaria, a gobernadores e intendentes. Por Rivadavia y Balcarce ahora se atiende para discretas charlas en torno de la lista ejecutable de obras públicas o PPP: el ministro de Transporte, Guillo Dietrich (aunque por estos días en Punta del Este), se cruza on demand a la oficina contigua a la que ocupa en el área de información pública de la planta baja su ex vocero y operador de la que fuera su Fundación Formar, rebautizada Compromiso por lo Público, Gustavo Gómez Repetto. Suele converger en ese recoleto ámbito el titular del BICE, Pancho Cabrera, afectado también a PPP, y ahora se sumará el reincorporado Javier Iguacel, que Peña se había visto obligado a exonerar de la Secretaría de Energía por presiones del titular de Economía, Nicolás Dujovne, enojado por la medida que adoptara con los contratos gasíferos en Vaca Muerta. Al final, la carta le costó cara a Dujovne, que se echó en contra a Lilita Carrió y le terminaron enviando de vecino a sus dominios en Hipólito Yrigoyen 250 al reemplazante de Iguacel y hombre de confianza suprema de Macri, Gustavo Lopetegui, a quien el ministro tuvo que llevar como voz cantante a las reuniones con las autoridades neuquinas del MPN por el megayacimiento, propiciadas por el propio primer mandatario tras recibir la visita del gobernador Omar Gutiérrez en el country Cumelen de Villa La Angostura. El ex titular de Energía fue incorporado al staff íntimo que manejará los escasísimos recursos de capital para inversiones públicas. Y Lopetegui conserva su bunker en la Casa Rosada, para que no queden dudas.

La mudanza de las cajas de los PPP y las obras públicas a la Jefatura de Gabinete, a cargo del responsable de campaña para la reelección de Mauricio Macri,  Marcos Peña, implicó una serie de movimientos de funcionarios y de escritorios que no pasaron inadvertidos en la Casa Rosada, en pleno receso veraniego.

Ya se lo veía seguido por ahí al ex ministro de la Producción y amigo personal del Presidente, Francisco Cabrera, aún cuando se lo designó al frente del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) y a la entidad le encomendaron tender los puentes financieros de los PPP, afectados por las denuncias de corrupción que pesan sobre el club de los contratistas y por el encarecimiento del crédito que trajo la suba del riesgo país.

Antes que le trasladaran el recortado paquete de las obras, Peña ya lo había nombrado asesor. Pero en cuanto se lo dieron para mover los trebejos, como se dice en ajedrez, apareció en escena el ministro de Transporte, Guillo Dietrich, a quien se lo suele ver seguido (aunque no tanto en estos días, que vacaciona en Punta del Este) por el área de despachos de Comunicación Pública, en la que sentó cabecera de playa desde la radicación de su ex vocero, Gustavo Gómez Repetto, en el lugar que ocupaba el extinto joven funcionario Juan Gentili, si bien la Subsecretaría se suprimió como tal en la última reorganización ministerial.

Dietrich, quien negó que se vayan a quedar sin ejecutar PPP por el riesgo país, se cruzará del edificio de enfrente, donde están sus aposentos oficiales, para activar contactos con la actividad privada en la mayor de las discreciones.

En una entrevista concedida al corresponsal de El País para la revista Noticias, Alejandro Rebossio, el funcionario, que hasta 2017 presidía la Fundación Formar, luego rebautizada Compromiso por lo Público, salió a aclarar presuntas vinculaciones que se le hicieron con la recaudación de fondos para la campaña: “Yo difundo lo que estamos haciendo. Hay un equipo de fundraisers que piden plata”, fue su respuesta ante la inquisitoria directa que le formularon.

Y cuando el periodista le mencionó que “la memoria de su fundación reconoce que capacitaba para la campaña, lo que está prohibido…”, replicó: “No sé qué dice. Eventualmente se busca que gente del sector privado forme parte del gobierno. Además, se financia con aportes privados”.

Firmada por Dietrich, la memoria del balance 2015/2016 de Formar, cuando se recaudaron $ 2,7 millones, dice: “Cabe citar las diversas charlas de capacitación para las elecciones generales del 25 de octubre de 2017”.

Al respecto, admitió en el reportaje: “Eventualmente se busca que gente del sector privado forme parte de este gobierno u otro”.

La masiva presencia de Ceos y ejecutivos intermedios en la función pública constituye, en todo caso, una de las aristas de la nueva política que promociona incansablemente Marcos Peña.

Hasta las corridas cambiarias que pusieron patas para arriba a la Administración Macri, los estandartes de esa corriente eran precisamente los lugartenientes del jefe de Gabinete, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui.

El ex Farmacity se tuvo que alejar del gobierno, peleado con medio mundo, mientras su camarada ex Lan, de perfil más bajo, daba un paso al costado, pero bajo el mismo techo, sin abandonar la provisión de planillas Excel al mandatario y su séquito íntimo.

Ahora tiene una doble misión, aunque de mayor exposición pública: fue designado secretario de Energía en lugar de Javier Iguacel para intermediar directamente entre las limitaciones acordadas con el FMI para los subsidios a Vaca Muerta y los compromisos contractuales que se habían contraído cuando el ex Shell Juan José Aranguren planteaba a las compañías productoras la explotación no convencional de hidrocarburos como negocio, que ahora se ve afectado por la devaluación y el nuevo ciclo de baja en los precios internacionales.

Haber mudado su despacho, cruzando Hipólito Yrigoyen, justo al piso de arriba del que ocupa Nicolás Dujovne, pero sin dejar su bunker en el área íntima presidencial, de hecho entraña un mensaje de arriba para el ministro de Economía: por más celo que haya en el cumplimiento del déficit 0 en este año, la política energética no quedará íntegramente bajo su órbita.

Algo de eso habrá querido decirle Lilita Carrió en sus recientes declaraciones en el programa “A Dos Voces”, cuando le sacó tarjeta amarilla por la acumulación de poder, al igual que a Dante Sica por fijarse más en las corporaciones que en las Pymes y a Patricia Bullrich, por el look Bolsonaro en seguridad.  

Reivindicó en ese contexto a Javier Iguacel, desplazado debido a las diferencias con Dujovne, precisamente. Justo antes de ir a visitar a la jefa de la Coalición Cívica, a la casa en Exaltación de la Cruz, el jefe de Gabinete reincorporó al gobierno al ex secretario de Energía poniéndolo a las órdenes de Dietrich en la plantilla de Transporte. 

Seguramente aportará el expertise que cosechó en Vialidad previo a Energía, para negociar desde el área ad hoc de JGM obras en PPP, como el gasoducto a Rosario y el corredor vial a Mendoza que ya cuentan con respaldo de capitales estadounidenses.

Concentrar recursos más que escasos

Dietrich reabrió el juego de los proyectos viales luego de que la Cámara de la Construcción asegurara que 5 de las 6 PPP no arrancarían y aclaró a Noticias que los escollos financieros habían determinado que adaptaran los trabajos programados, y se hicieran los marcados en la tierra antes de asfaltar los preparados.

O sea que quedó todo como para sentarse a conversar. Si bien nadie da por sentado que el fantasma de los bolsos sobrevuele los despachos de los actuales funcionarios, la organización de la cartera de Transportes como si fuera una consultora y no un ministerio político, asocia la aprobación y seguimiento de los proyectos a que se realicen con proveedores homologados.

En este sentido, la Fundación de Dietrich, ahora dirigida por la artista plástica y diseñadora de modas Flavia Martini, brinda capacitación a cambio de aportes que, según aclaró el ministro, son en blanco y que, por lo tanto, “no hay conflicto de interés”.

Esa fue su respuesta cuando le replicaron en la entrevista que el Banco Ciudad había sido el 3er mayor aportante entre 2013 y 2015:  “Es una SA y lo puede hacer”, esgrimió como toda justificación.

De todos modos, en situación parecida revistieron otros contratistas de la Ciudad, como Friends Food, de Rubén Forastiero; la constructora Lanusse; Planobra, de Patricio Farcuh, dueño de OCA y amigo de Pablo Moyano; Mejoramiento Hospitalario, de Mariana Gómez; SES, que era de Nicolás Caputo; Bricons, de Mario Raspagliesi; Teylem, de Víctor Lusardi; CRIBA y Mejores Hospitales, de los Tarasido; y Mantelectric, de Carlos Pérez San Martín.

Hay otras formas de premiar los acercamientos empresarios que no sean retornos o coimas. El sector público ha contratado como política a amigos y recomendados, con sus familiares, parejas, etc, todos con jugosas remuneraciones, que engrosaron la nómina y su costo en lugar de achicarlos, como prometía el discurso.

Las empresas retribuyen por colocar su gente en resortes de decisión ejecutiva del Estado y, además de tercerizarles el sueldo, invierten en el sistema de influenciadores mediante el apoyo económico, directo o indirecto, al poder político.

Se puede ver en cualquier pasillo de las reparticiones, pero también consta en investigaciones como la de la Universidad Nacional de San Martín, que demostró que casi un tercio de los funcionarios del gabinete de Macri ocupó alguna vez un puesto de alta o media/alta gerencia en el sector privado, particularmente en la actividad financiera, en el negocio de la energía y en los servicios profesionales.

Se cuentan 890 participaciones en empresas privadas de 269 funcionarios del gobierno de Macri.

María Cecilia Lascurain y Agustín Salerno, investigadores del Observatorio de las Élites Argentinas del IDAES-UNSAM coordinado por Paula Canelo, Ana Castellani y Mariana Heredia, explicaron que “ocupar un alto cargo público en el Estado te convierte en parte de la élite política. Lo que observamos en el caso de Cambiemos es que un sector importante de las élites económicas pasa a formar parte de la élite política (33%)”.

Enumeraron en base a la bibliografía especializada las consecuencias de distinto tipo que esto puede tener:

-regulación del sector por parte de agentes que formaban parte de los mercados a regular,

-ingreso al Estado de lógicas empresariales de gestión,

-perspectivas tecnocráticas en la gestión de lo público, entre otras cuestiones relevantes.

La metodología no es original del Pro y Cambiemos. En presentaciones que formaron parte del Foro de Pensamiento Crítico, la ONG Oxfam y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) expusieron los mecanismos a través de los cuales las élites económicas de América Latina vienen ganando influencia en el funcionamiento de las democracias y en la determinación de las ideas dominantes.

El trabajo se titula Democracias Capturadas: El Gobierno de Unos Pocos, y desarrolla los mecanismos por los cuales las élites se adueñan de la política fiscal y su impacto desfavorable para los niveles de desigualdad.

Lascurain y Salerno pusieron de relieve que una gran cantidad de ejecutivos del mundo empresarial, constituidos por diversos sectores políticos (del radicalismo, dirigentes peronistas y de partidos de centro derecha como la UCEDé, del ámbito de las ONGs, entre otros) vienen trabajando desde 2007 en la ciudad de Buenos Aires para el PRO y Cambiemos y se convirtieron en profesionales de la política.

El salto al campo de la política y a la gestión pública no parece ocasional, subrayan, ya que “han llegado acompañados de un proyecto político con el que se sienten identificados (ya no ingresan como técnicos al Estado como en los ´90), sino que han logrado capitalizar su perfil ´menos político´ para hacer política”.

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