USA VS. RUSIA/CHINA

Los últimos días de Pompeya y las neuróticas distracciones

Pompeya -un importante punto de paso de mercancías- fue enterrada por la violenta erupción del Vesubio el 24/08/79, más o menos. Muchos de sus habitantes fallecieron debido al flujo piroclástico (nube ardiente, una mezcla de gases volcánicos calientes, sólidos calientes y aire atrapado que se mueve a nivel del suelo y a altas velocidades ) del volcán Vesubio. En sus proximidades se levanta la moderna y actual ciudad de Pompeya. La ciudad estaba situada en una zona donde abundaban las villas vacacionales, y contaba con el macellum (gran mercado de alimentos), el pistrinum (molino), los thermopolia (una especie de taberna que servía bebidas frías y calientes), las cauponae (pequeños restaurantes), y un anfiteatro. El caso es utilizado por Hernando Kleimans para ejemplificar, desde un punto de vista ubicado en el eje Moscú/Beijing, la coyuntura global, donde las potencias juegan sus posibilidades en una confrontación comercial que puede tener una eclosión financiera más que bélica. La enorme deuda mundial hoy está en condiciones de provocar una nueva catástrofe.

Dos ignotos literatos, el barón inglés Edward George Earle Bulwer-Lytton y la condesa rusa Elizabeta Vasílievna Salías de Tournemir (neé Elizabeta Vasílievna Sujovó-Kobylin) coincidieron en el siglo XIX en publicar sendos libros sobre los últimos días de Pompeya. Esas aburridas narraciones de conflictos amorosos, intrigas palaciegas y abulias humanas tienen un único mérito: describir la indiferente molicie de quienes ni percibían la terrible caldera de magma con la que el Vesubio los mandaría al infierno.

Una tragedia similar a la ocurrida hace 1.940 años pero mucho más terrorífica que aquella, es la que se cierne hoy sobre la economía internacional, azotada y zaherida por los encontronazos chisporroteantes que le asesta la confrontación política y social de nuestro aún verde planeta Tierra.

La enorme deuda mundial hoy está en condiciones de servir de causa para la nueva catástrofe económica. Según los cálculos del FMI, nuestro mundo tiene una deuda equivalente a… US$ 184 billones, es decir un 225% del PIB global, o sea más de US$ 86.000 por cabeza. Un dato escalofriante: la evaluación de la deuda global hecha por el Fondo a fines de 2018 es superior casi en dos billones de dólares a la que se publicó… en octubre del pasado año.

La crisis mundial tendrá características económicas, financieras, políticas y sociales. Casi todos se pronuncian, de una u otra forma, sobre el tema. Pero nadie dice cómo se la evita, se la supera o, lo que es más importante, qué hacer luego de que se desencadene. Aún cuando sus causas deberían ser asumidas sin mayores problemas, ya que se trata de fallas en el enfoque y en la organización del sistema económico mundial. Ellas son las que tornaron esta crisis en inevitable.

Unipolar

La economía mundial, organizada en regulaciones convencionales elaboradas colectivamente al fin de la 2da. Guerra Mundial, ha dejado de existir como tal. Estaba basada en una estructura política delineada, aprobada e instaurada por las 3, o quizá 4, grandes potencias de después de la contienda. Esa convención de multipoderes es ya obsoleta, ignorada por la aplastante mayoría de los actuales estados y suplantada anárquicamente por retazos de poder regional que cada vez más se van convirtiendo en nuevos polos que ejecutan sus propias líneas económicas, políticas y sociales.

El derrumbe del colonialismo desde la década del '60 del siglo 20 hasta la debacle soviética de 1990, la reconstrucción posterior del poderío imperial ruso, el fuerte encumbramiento de China y la India, y la descalificación de grandes potencias por parte de Inglaterra y Francia, el resurgimiento de Alemania como la detentadora del poder europeo y la irrefutable impotencia de USA para cumplir con el papel de policía mundial, son las premisas operativas en la que se soporta este nuevo entramado mundial.

El antiguo orden se asentó en las normas formuladas durante las 3 conferencias que durante la guerra, mantuvieron las grandes potencias aliadas: Teherán (diciembre de 1943), Yalta (febrero de 1945) y Postdam (julio-agosto de 1945). En especial Yalta definió la distribución de fuerzas entre los vencedores sobre el nazismo alemán. En el mapa de las nuevas Naciones Unidas se conformó el poder de esas grandes potencias, en 1er. lugar de los Estados Unidos y la Unión Soviética. Las grandes discusiones en esas conferencias entre José Stalin, Winston Churchill y Franklin Roosevelt (luego de su muerte el lugar lo ocupó Harry Truman), evolucionaron hasta un nuevo diagrama del mundo.

Así funcionó... hasta la caída de la URSS. Entonces, los Estados Unidos llenaron el vacío dejado por el equilibrio atómico entre las dos superpotencias y se arrogaron el derecho, en calidad de único poder, de fijar las normas de vida para todo el mundo. Esta imposición trajo aparejado el inmediato proceso de erosión de ese derecho. Lógica consecuencia de suponer que su cualidad de imperio mundial convertía a América del Norte en una fuerza omnipotente y omnipresente. Durante su reunión en Rejkiavik, en 1986, Mijaíl Gorbachov ya había advertido a Ronald Reagan sobre el peligro de convertirse en único poder global. La creencia divina de cualquier imperio, algo que Barack Obama (¡no Donaldo!) ya había postulado como ideología basal: el carácter cuasi omnímodo y exclusivo de Washington DC.

Café para 3

La paradoja política es que, como marcan los clásicos, todo movimiento es contradictorio. Si por un lado esa ideología facilitó a los Estados Unidos su papel de superpotencia, al mismo tiempo lo fue minando con “contraprestaciones”. ¿Qué significó que se pudiera utilizar la fuerza por fuera del mandato de la ONU, tal como se hizo en la ex Yugoslavia o en Irak o en Siria, como aparentemente lo exigían los intereses geopolíticos de Washington? Que en Yugoslavia comenzara el proceso de diplomática pero decidida separación de bienes entre la Unión Europea y los Estados Unidos. Ello es lo que hoy lleva a los nuevos socios del poder: Ángela Merkel y Emmanuel Makrón, a plantearse la necesidad de una fuerza militar europea, lo que augura la destrucción de la OTAN y, por ende, la intrusión norteamericana en Europa. Que en Irak se estuvo al borde de una nueva derrota al estilo Vietnam y que en Siria, con la abierta oposición del Pentágono, Trump haya tenido que ordenar la evacuación de las tropas so pena de verse envuelto en un endiablado conflicto regional entre turcos, kurdos, sirios, iraníes y los propios israelíes, todo financiado… por Washington.

En un mundo donde el flujo y reflujo de las grandes tendencias sociopolíticas marcan hoy el evangélico retorno de los brujos neoliberales, la aparición de Donald Trump y su consolidación como poder real en Washington resulta ser una de las consecuencias lógicas de ese proceso. El simple listado de sus principales acciones demuestra que este exitoso empresario aplica consecuentemente exitosas políticas empresarias: ha desmalezado su camino político liberándose paulatinamente de extremistas y caníbales políticos, ha cumplido su promesa de “América antes que nada”, se ha retirado de todos los grandes conflictos mundiales o los ha desinflado como en el caso de Corea del Norte, pone durísimos parachoques a las olas migratorias que en Europa están impulsando nuevos movimientos neonazis. Ha clausurado la gestión de la administración washingtoniana con el “shutdown” más extenso de la historia de los EE.UU. y anunció que impondrá el estado de emergencia para romper la resistencia del Congreso al cumplimiento de su programa electoral. ¡El presidente de los Estados Unidos marcha resueltamente a una crisis institucional con tal de destruir la anquilosada estrategia de un establishment que no repara en daños para intentar frenar el avance de procesos irreversibles en la escala mundial!

En su estilo (al que no ha traicionado en ningún momento), Trump mantiene una impresionante partida con sus “amigos”: el ruso Vladímir Putin y el chino Xi Jinping.

La nueva guerra fría está lejos, lejísimo, de ser una confrontación bélica. Pese al “sordo ruido de corceles y de aceros” que, según la tribuna, se escucha cada vez más fuerte. Esta nueva guerra fría es comercial y, por lo tanto, no bélica. Trump se enfrenta con Putin por el mercado mundial del gas natural licuado. Y con China por las tarifas arancelarias. Putin y Xi concentran a todo el sudeste asiático para hacerlo un mercado único donde el dólar no entre. Moscú y Beijing son socios naturales de la ANSEAN, fundadores de BRICS y promotores de la expansión de la OCSh. El G-20 dejó de ser (si es que alguna vez lo fue) un idílico lugar de fotos “en familia” y resoluciones bienaventuradas. Al igual que en el G-7, Estados Unidos no ha podido imponer su poder y en Buenos Aires, tal como ocurrió en anteriores cumbres, el G-20 fue dominado por las decisiones previas de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

Bravatas

Como también corresponde, en una confrontación comercial, cada parte tiene necesidad de mostrar evidencias de su poder. La Casa Blanca vuelve a entornar a Rusia con bases militares, drones espías y naves de guerra en el Mar Negro. Rusia prueba sus nuevos portadores supersónicos e imposibles de interceptar. China baja un aparato en el lado oscuro de la Luna. India, pese a los reproches de Washington, cada vez más se posiciona en Afganistán desplazando al contingente militar estadounidense con acciones de promoción económica y social… El “desenmascaramiento” de espías ya se torna un aburrido episodio por ambas partes. La UE comienza a conformar sus propias fuerzas militares. Trump levanta un muro en la frontera con México. Putin amplía el régimen de concesión de amparo político (Edward Snowden, ¿Julian Assange?).

En este sentido, la polémica desatada en torno a la denuncia por parte de Washington DC del anciano tratado INF contra los misiles de alcance corto y medio, firmado en 1987 por Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov, tiene un referente cierto y concreto. Ese tratado se circunscribía a los EE.UU. y la URSS. Hoy, desde Corea del Norte e Irán hasta Israel y varios países europeos, todos tienen sus propios desarrollos de estos sistemas misilísticos. No es un argumento decisivo, obviamente, para acceder a la mesa número 1 de las negociaciones, pero es imposible no tener en cuenta esta realidad.

Por otra parte, la anulación del INF, que sólo abarca los misiles con base en tierra y deja libres a los marítimos y aéreos, no incide en absoluto en el poderío bélico ruso. Moscú acaba de demostrar, en su experiencia siria, la tremenda eficacia de los “Kalibr”, misiles de extraordinaria precisión que fueron lanzados desde pequeñas naves desde el Mar Caspio y desde submarinos en el Mediterráneo. Es decir que la extinción del INF no afecta el nuevo arsenal misilístico ruso, casi expresamente desarrollado con portadores supersónicos que alcanzan los 20.000 km/h con recorridos aleatorios y basamento aéreo o marítimo. Sin mencionar los nuevos misiles balísticos intercontinentales supersónicos (es decir no incluídos en el INF) “Avangard”, teledirigídos, maniobrables, planeadores y aerobalísticos, lo que los convierte en indetectables.

El general John Hyten, miembro del Comando Estratégico de los Estados Unidos, declaró ante la comisión senatorial de Fuerzas Armadas, que “no tenemos ninguna defensa si se utiliza un arma de semejante tipo”.

Tras enumerar todo el menú de nuevo armamento convencional y no convencional, portadores y misiles que ha presentado Rusia, el doctor en ciencias militares Konstantín Sivkov, vicepresidente de la Academia de Ciencias Misilísticas y de Artillería, en una interesante definición afirma: “Se trata de un auténtico enfoque pacifista. Este armamento salva la vida de los pueblos de todos los países, que pueden ser teatro de la tercera guerra mundial, incluyendo el mundo occidental. Con la amenaza a la elite norteamericana, Rusia impide la guerra nuclear y por ello preserva al pueblo de los EE.UU. de monstruosas pérdidas, inevitable en el caso de un golpe de respuesta limitada”.

No menos curiosa es la tácita respuesta del “Washington Examiner”, evidente vocero halcón, que reconoce que el misil ruso “Avangard” en realidad “supera cualquier sistema hipersónico del ejército norteamericano” y luego afirma que, “A su vez, los Estados Unidos seguramente saldrán victoriosos en la guerra nuclear con Rusia, incluso si los daños de esta guerra para la población civil de los EE.UU. sean espantosos”.

El general de ejército Valeri Guerásimov, jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de Rusia y un auténtico “duro”, previene ante la denuncia del tratado INF por parte de los EE.UU., que “eso no quedará sin respuesta de nuestra parte. No el territorio de los EE.UU., sino de los países que acepten dislocar en el suyo los equipos norteamericanos con misiles de alcance medio y menor, se convertirán en objetivos a batir para las contramedidas de Rusia”.

Aunque la solución al problema no es desde luego inflarse el pecho con bravatas harto peligrosas para los que las pronuncian como para todos nosotros, simples mortales, o acumular enormes y renovables arsenales, ni anular acuerdos tan trabajosamente logrados y en rigurosa ejecución, sino adaptar los instrumentos legales de que se disponen y renovarlos en función de la nueva situación internacional.

El FMI

Para detentar el status de “superpotencia” en la actualidad no basta con andar por ahí amenazando con el ceño fruncido, o blandir armas de las que ni siquiera el que las anuncia conoce su resultado destructivo. O sacrificar el bienestar y la tranquilidad “civil” a los enormes gastos del presupuesto militar: US$ 700.000 millones por Washington y “algo menos”, US$ 70.000 millones por Moscú.

Es preciso, además y en primer lugar, mantener un sereno equilibrio y la capacidad de hallar amplias alternativas en este complejo, novedoso e inexplorado nuevo Orden Mundial. Para demostrar una real soberanía hay que encontrar un punto muy ejecutivo donde la élite política del país dado debe asumir decisiones autónomas y no subordinarse al dictado de ningún otro jugador en la arena política internacional, sea del peso y categoría que fuere. Demostrar que no se somete a las indicaciones de ningún embajador ni cumple a rajatablas con el plan económico que le imponen el FMI o los grupos financieros globalizados. Para ello, son muchos los países que propugnan como tarea primordial la reforma profunda de la estructura de la ONU.

A los intentos de extraterritorialidad, tan recurridos por Washington en los últimos tiempos y tan alejados del término “Derecho Internacional”, cuya observancia (en tanto vademécum de normas prácticas adoptadas por la comunidad internacional) es obligatoria, se le opone un número cada vez mayor de episodios donde esa real soberanía es ejercida con plenitud. Siria es uno de esos ejemplos: el “tirano” Bashar al Assad no sólo sobrevivió a los durísimos intentos por derrocarlo de parte de Washington, Londres y sus aliados, sino que se impuso al terrorismo del Ejército Islámico y sus secuaces y ahora marcha hacia un proceso de renovación institucional y política con el pleno respaldo de Rusia, Irán y Turquía. Cruenta demostración de la caducidad de la fuerza imperial para imponer sus intereses.

Pero lo esencial sigue siendo la puja por los mercados. Las acciones unilaterales del presidente norteamericano para fortalecer la presencia de su país en ellos e impedir la consolidación de terceros países exacerbó la confrontación. El economista francés David Kayla afirmó en “Le Figaro”, que Trump “ha comenzado a violar el sistema de administración de la economía global”. Ante esta situación, los nuevos centros mundiales emprenden acciones de respuesta. Hace 6 meses, US$ 100.000 millones ¿de las reservas en divisas de Rusia fueron, además de extraídos de los bonos estadounidenses, transferidos a otras divisas, en lo fundamental a euros y a yuan. Con lo cual, se acentúa la dependencia europea de estos nuevos centros, ahora no sólo por los suministros energéticos, sino por la estructuración de nuevas coordenadas financieras. La aprobación del tendido del gasoducto “Nord Stream-II”, con financiación ruso-europea ya en ejecución por el fondo del Mar Báltico, en abierto desafío a la oposición de Washington, es una clara demostración de ello.

China y Rusia ya ordenan todo su comercio exterior fuera de la órbita del dólar. India y otros países asiáticos y africanos van por el mismo camino, atraídos por la fuerza centrípeta de la alianza estratégica ruso-china. América Latina se ha convertido en un importante receptor de inversiones de ambos países, lo que obviamente tiene una correspondencia política.

En particular, una seria prevención de los dos gigantes detiene por el momento la ofensiva general sobre la Venezuela de Nicolás Maduro. ¿Se está generando la aplicación del “patrón Siria” en América Latina? Al menos, la ahora permanente presencia de los bombarderos estratégicos rusos Tu-160 en Maiquetía, el primer aeropuerto fuera de Rusia donde aterrizan los Tu-160, las maniobras navales de Rusia y China con la marina venezolana en aguas del Caribe, así como los ejercicios conjuntos de fuerzas venezolanas, cubanas, chinas y rusas a lo largo de la frontera con Colombia, confirman la vigencia de ese modelo.

En el umbral de una nueva crisis estructural del sistema financiero mundial, la posibilidad de contar con un soporte financiero y económico en los nuevos centros mundiales de poder debería ser objeto, al menos, de un detallado y profundo estudio por parte de la Argentina, colocada ahora en la situación que todos conocemos. Las posibilidades son concretas, abiertas y sumamente ventajosas por ser favorables para ambas partes.

Sin embargo, son varios los ejemplos que están a disposición de quienes soliciten una explicación detallada de su falta de implementación, donde la desidia, la ignorancia o intereses no del todo “sanctos” hacen naufragar estos intentos. Aquí, en nuestro país e independientemente del signo político que los recepcione.

Tal como se ha dicho, también aquí tenemos nuestros “últimos días de Pompeya”. El dilema ineludible es saber si seguiremos dominados por la inoperancia y la impersonalidad, si saldremos huyendo como ratas del peligro o si estamos en condiciones de hacerle frente a la amenaza y saltar a un nuevo horizonte. Si estas neuróticas distracciones de nuestro mundillo interno, tan pequeño, miserable y dañino, siguen arrastrándonos hacia el abismo de lava.

Dejá tu comentario