Aftosa: "Los productores no invierten lo necesario"

Sorprendió el columnista del suplemento Rural del diario

POR HÉCTOR HUERGO

Maradona hizo un gol con la mano y todos festejamos. Fue la mano de Dios. Salimos campeones del mundo. Después, cuando apareció la droga, dijimos que había un complot contra él y contra el país. Los tenistas usan estimulantes prohibidos y nuevamente encontramos que todos conspiran contra "la legión".

Ahora está instalado que el gobierno es sospechoso por el rebrote de la aftosa. Que alguien "plantó" el virus para que se caiga el status sanitario del país y así evitar la presión inflacionaria por culpa de las exportaciones. Recibí quince llamados y otros tantos mails "denunciando" esta cuestión. Hasta el presidente Kirchner, ayer, salió al cruce de estas presunciones.

Quienes siguen esta columna saben que no hemos sido muy condescendientes con la política agropecuaria oficial. Más bien, venimos cuestionando duramente todo lo actuado desde que Roberto Lavagna y su sucesora Felisa Miceli se la agarraron con la carne vacuna.

Pero pongamos las cosas en su lugar. Las fotos publicadas en los últimos días son fiel testimonio de la precariedad que campea en zonas críticas para la ganadería argentina. Los funcionarios del Senasa, enfundados en sus batas y provistos de guantes sanitarios, tienen que andar a campo traviesa esperando que los peones de a caballo exhiban su habilidad con el lazo para voltear una vaca, boquearla en el suelo y manearle las patas para revisar las pezupas. Esos establecimientos, que son parte de una cadena que apuntaba a ingresar al Primer Mundo de la carne vacuna, ¿acaso no tienen mangas?. Y si no tienen mangas, ¿cómo vacunan?. ¿Enlazando bicho por bicho?.

Quizá no sea este el caso del establecimiento San Juan de la familia Romero Feris. Se sabe que es un campo bien armado. Pero lo que revelan las fotos es el entorno en el que se mueve una zona de frontera, por donde el virus anda dando vueltas desde hace tiempo. Allí nada puede fallar. En estas condiciones, en esta precariedad, era inevitable que apareciese algún problema.

Entonces, lo primero es mirar la viga en el ojo propio. Por supuesto que hay responsabilidad de las Fundaciones, si se vacuna mal o se preservó mal la vacuna. Y del Senasa, que audita a las Fundaciones. El Senasa tampoco puede mirar para otro lado. Jorge Amaya tendrá que meter el bisturí muy hondo, si quiere salvar su propia gestión y aventar al mismo tiempo las versiones de que el virus fue "plantado" o que el brote fue trucho (¿?).

Si queremos jugar en primera, necesitamos jugadores de primera. Aguerridos para pelearse con el gobierno, como Analía Quiroga. Audaces como los que exigieron en su momento que se persiga a un productor del NEA sospechado de contrabandear ganado. Habrá que ser "buchón", porque en el medio hay muchos irresponsables que afectan no sólo al negocio ganadero, sino a la economía nacional.

Una cuestión más, cambiando de foco. Una enseñanza para extraer de este evento. Hay quienes perciben a la economía como una guerra eterna, en la que cada batalla deja un saldo de ganadores y perdedores. Esta visión ha perjudicado mucho al desarrollo agropecuario, porque muchos analistas están convencidos de que "si a alguno le va bien, es porque se quedó con algo de otro". No entienden la esencia de la creación de valor. En este caso, claramente, no hay "ganadores y perdedores", sino que todos perdimos. Aunque ahora, como chicaneó Luciano Miguens, la "buena noticia" es que habrá carne barata para el mercado interno.

A la inversa, cuando se abren todos los mercados, cuando cambiamos la categoría de la industria ganadera argentina, convirtiéndonos en proveedores confiables de carne de calidad, ganamos todos. Aunque internamente esto provoque tensiones, porque el precio de la carne va a tender a alinearse con el precio internacional. Ahora, que la mano se complica, queda un premio consuelo: quizá muchos vean que la ganadería vale la pena.

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