Laura, la viuda de Aníbal

Laura anda hecha un estropajo porque Aníbal se terminó. Pobre Laura, no entendió nada. Ella creyó que realmente existía el 'progresismo' y que ella participaba de un progresismo cuya negligencia mató a 194 personas. POR GUILLERMO MÁRQUEZ

Laura enviudó una tarde de marzo del año 2006. Laura no lo puede entender porque 'su' Aníbal ella lo imaginó imperturbable, impune, infinito. Desde que Laura conoció a Aníbal, lo admiró, lo agigantó. Y ahora el mundo se le terminó. Laura sabe que jamás volverá a ser legisladora de la Ciudad y terminará sus días con vivencias más grises de las que soñó cuando era 'la señora de....'.

Laura tuvo días felices, aquellos cuando el Frente Grande avanzaba hacia el poder. Laura bebió de la copa abundante y marchó con el Frepaso hacia la victoria siempre. Laura creyó que esa excitación sería para siempre. Y no quiso enterarse de cuando comenzaron los problemas.

Porque Aníbal no murió el martes 7 de marzo. Aníbal murió mucho antes. Aníbal murió cuando no supo o no pudo o no quiso asumir el liderazgo del Frente Grande que dejó vacante el inseguro y cobarde Carlos Alberto Álvarez.

Aníbal nunca fue un líder. Tampoco fue un buen administrador pese a sentarse sobre un presupuesto fabuloso en el único distrito electoral financieramente autónomo. Aníbal siempre fue un inútil. Un simpático inútil. Un elegante inútil. Pero Laura lo miraba embelesada. Lo escuchaba extasiada. Laura vivía para Aníbal, y hoy no tiene consuelo. Su luto es inmenso.

Laura quedó al lado de Aníbal cuando la mayoría de los legisladores habían abandonado a Aníbal. Y esto ocurrió aún cuando Aníbal fue reelegido. Triunfante, Aníbal carecía de bloque propio, pero Laura seguía con su devoción inexplicable pero apasionada.

Laura no entiende de esas cuestiones propias de la política, aunque hoy invoca la militancia para exigir que sean los bloques quienes se expidan y no sus integrantes en forma individual. Como si la política se tratara de eso, de verticalizar sin racionalidad. De homogeneizar, de disciplinar. Claro, Laura piensa eso porque ingresó a la Legislatura por una lista sábana. Laura nunca hubiese sido legisladora si no se hubiese escondido en una lista sábana. Entonces pretende aplicarle su inseguridad e insignificancia al resto de los mortales.

Laura no entiende de cajas. De recaudación. De dinero irregular y espurio cobrado a los locales habilitados en infracción. Laura es Heidi. Pobre Laura.

Pero Aníbal de terminó. Y ahí queda, enojada, Laura, la viuda. Despotricando contra todos los que dice que traicionaron a Aníbal. Laura está de luto porque se termina la buena racha. Justo cuando minutos antes de que comenzara la bendita sesión, a ella le habían afirmado que Aníbal ganaba. Raúl Fernández, el hombre del gabinete municipal, había afirmado que Gerardo Romagnoli se abstendría y con la incorporación de la tránsfuga Beatriz Baltroc a las filas del oficialismo, la permanencia en el poder estaba asegurada.

No importaba el precio. No importaba nada. Aníbal estaría ahí. Pero se terminó, Laura. Y muy bien que se terminó. Laura, la institucionalidad no está devaluada. Ha salido fortalecida. Y no merece el llanto de la viuda porque Laura no debería enviudar. Hay demasiada tristeza con los 194 muertos de 'Cromañón'. Y por la desidia de alguna gente vinculada y avalada por Aníbal. Laura no lo entiende. Pobre Laura, nunca entendió. Y la ignorancia es lo grave. No tiene remedio.

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