'Barrabravas del intelecto': Laclau, el nuevo visitante de Olivos

Periódicamente los Kirchner encuentran algún nuevo intelectual en el cual fundamentar sus curiosas ideas sobre el poder. Ahora es el turno del posmarxista Ernesto Laclau. A los Kirchner les atrae de Laclau esa idea de que "...una sociedad sin antagonismos es imposible", por lo que declararon que "la sociedad plena no existe", es quimérico pensar en el cierre de "lo social". Así, gracias a Laclau legitiman su concepto 'barrabrava' de la política. En cuanto a Laclau, le permite creer que, por fin, del laboratorio saltó a la realidad. El tema, que Urgente24 arrancó con el debate entre Álvaro Abos vs. Diego Gerzovich y Silvio Robles, sigue ahora con esta interesante columna:

"(...) -A diferencia de Cristina, el gobierno de Néstor parece haberse concentrado más en la construcción populista.
-Laclau: No, no llegó a hacerlo y tampoco Cristina. Se necesita algo más para tener una cristalización populista del tipo de Chávez o Perón. No han dividido a la sociedad en dos campos.
-Sin embargo, si hay una vocación que tiene clara Néstor Kirchner es la de construir adversarios.
-Es cierto. Es el único que entiende el momento agonista de la política (ndr: la creación de una esfera pública intensa de lucha ‘agonista’, donde puedan confrontarse diferentes proyectos políticos hegemónicos, antagónicos entre sí, dentro de las reglas del sistema democrático).
-Ayer fue el menemismo, hoy Clarín.
-Yo diría los medios (de comunicación), de eso no hay duda. /...)",
Reciente entrevista a Ernesto Laclau. Revista Debate."

LOS ANDES ( Mendoza). Ernesto Laclau en un intelectual argentino de fuste que lleva décadas desarrollando una importante teoría política que ha logrado relieve internacional. Hasta hace poco su obra se discutía sobre todo en las universidades (inclusive las mendocinas), pero ahora cobró relieve por ser el referente ideológico más importante del kirchnerismo.
Además, Laclau acepta con gusto ese papel, por lo que se la pasa dándoles consejos políticos a Kirchner, para que adopte sus ideas a la situación argentina.
Pero, como siempre ocurre cuando se trasladan las teorías complejas a la realidad política, ello conduce a una inevitable simplificación, tanto de quienes defienden como de los que critican sus supuestos.
Así, los kirchneristas toman de Laclau su reivindicación del populismo como la forma latinoamericana de resistir a la globalización, o su crítica a los medios de comunicación para justificar su combate contra Clarín y todos los medios que no dependen ideológica o económicamente del gobierno.
Mientras que los opositores al gobierno, critican a Laclau por hacer suyas muchas ideas del pensador alemán filonazi, Carl Schmitt, como que la política más que un debate entre adversarios, es una lucha de amigos contra enemigos. O porque para hacer su crítica al neoliberalismo actual, Laclau adhiere por "izquierda" a las mismas críticas que, por "derecha", Schmitt le hacía al capitalismo liberal de su época.
Para los kirchneristas es una buena noticias que Laclau haya convertido palabras mal vistas como "populismo" o "hegemonia", en atributos positivos de la política.
Para los críticos, ésa es la mala noticia.
Sin embargo, la obra teórica de Laclau es mucho más compleja que estas simplificaciones para uso doméstico. La obra es más importante que su autor.
En efecto, ni las ideas de Laclau son estrictamente kirchneristas, ni las de Schmitt son estrictamente pronazis. Que ambos sean anti-liberales o que los dos concuerden con que para entender la política es imprescindible separarla de la metafísica o de la moral, son ideas tan válidas como todas las que se fundamentan seriamente. Y Laclau argumenta muy bien las suyas.
Por otro lado, sostener que la política, más que la convivencia entre ideas plurales es una lucha entre discursos hegemónicos donde es necesario que uno se imponga sobre otro, no es una hipótesis que Laclau saque de Carl Schmitt, sino de Antonio Gramsci, un pensador marxista italiano, antifascista.
En síntesis, Laclau es un intelectual argentino lúcido y original. No obstante, en la cita que ponemos al principio de esta columna, no habla el Laclau pensador, sino el Laclau que optó por una militancia al servicio de un concreto proyecto de poder, en la Argentina expresado por los Kirchner y en Venezuela por Hugo Chávez, entre otros.
Y allí, la crítica a sus ideas debe hacerse desde la política, porque ése es el papel asumido por Laclau. O sea, uno puede respetar sus ideas, sin necesidad de compartir el modo en que el propio autor las usa políticamente.
Porque lo que dice Laclau en esa cita es tan contundente como opinable. Veamos:
1) Sostiene que el experimento político de Kirchner es muy valioso, pero aún no es lo suficientemente bueno, porque no llegó a lo que sí llegaron Perón o Chávez: a dividir la sociedad en dos campos enfrentados.
Aquí Laclau se equivoca, porque ni Chávez ni el primer Perón dividieron a la sociedad en dos bandos, sino que se encontraron con una sociedad ya dividida y, en todo caso, ellos se montaron sobre esa división. Pero Laclau dice lo que dice porque le está sugiriendo a Kirchner que si quiere avanzar en su proyecto "revolucionario", deberá dividir la sociedad en dos.
Aunque la sociedad argentina no esté dividida, Laclau le dice a Kirchner que debe dividirla. Una irresponsabilidad política tremenda, en la que lamentablemente coinciden Kirchner y Laclau.
2) El periodista pregunta a Laclau si el adversario que se debe construir para dividir a la sociedad en dos, hoy es Clarín. A lo que Laclau responde: "Yo diría los medios".
Aquí Laclau no se equivoca, sino que desnuda la estrategia de Kirchner: el ataque en particular en Clarín no es más que la excusa personalizada de una guerra contra el enemigo que se quiere inventar como tal, para acabar con él. Alguien mucho mayor que Clarín: los medios de comunicación en general.
Idea nada democrática, que poco tiene que ver con limitar la concentración mediática o dar más voces a la sociedad, sino con que el poder político usurpe el lugar que en las sociedades plurales ocupan los medios.
Porque una cosa es lo que dice el Laclau filósofo cuando explica que en la sociedad actual la política y los medios disputan para ver quien fija la agenda pública, y otra muy distinta es lo que propone el Laclau militante: que el poder político ocupe el lugar de los medios. Que ese y no otro es hoy el conflicto político central de la Argentina, no establecido por la oposición ni por los medios, sino por el poder político oficial.
No obstante, este debate sigue siendo una cuestión de ideologías, lo cual (aún con la agresividad reinante actual, que conlleva dosis de intolerancia innecesarias y peligrosas) siempre tiene su parte positiva.
Por lo que lo preocupante no es eso, sino cuando el poder político desnudo de toda ideología se disfraza con ella para lograr otros objetivos nada ideológicos. Porque esa idea de considerar como el enemigo a los medios, le permite a todo poder político, justificar sus pretensiones de dominio, con coartadas varias:
1) Permite al oficialismo gozar de todos los privilegios oficiales, pero a la vez le permite hablar con el prestigio que da el venderse como opositor. Ya que como el poder oculto son los medios, el oficialismo es apenas un "pobre opositor casi sin poder" que ejerce el "gobierno" a ver si puede desde ese "humilde" y "poco poderoso" sitio, derrotar a los malos de la película.
Una patraña de película.
2) Permite culpar a los otros de los errores propios, con lo cual uno se queda con todo lo que sale bien y se exime de asumir responsabilidades por todo lo que sale mal.
3) Como el "poder mediático" es enorme, permite que cualquier acumulación de poder que intente el gobierno sea vista como necesaria para combatir un poder tan inmenso. Para colmo, cuando las cosas le van mal al poder "popular" es porque el poder "mediático" ha avanzado mucho; entonces hay que recontra-acumular más poder aún, para al menos llegarle a los talones al "verdadero" poder.
O sea, nada más maravilloso que ser oficialista pero con sesgo opositor. De tener siempre alguien a quien echarle la culpa de lo que uno hace mal. Y de justificar la acumulación desmedida del poder como algo "revolucionario" para destruir a un poder "reaccionario" que está en las sombras.
En conclusión, el poder real que hoy conduce la Argentina, se viene sirviendo del Laclau militante, con el beneplácito de éste. Pero el Laclau pensador sigue perteneciendo al terreno de las ciencias de la sociedad, al de la búsqueda de la verdad, no del poder.

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