Abran paso: Se viene el Bigote Digital

Pobre 'Bigote' Acosta: corre peligro de volverse 'políticamente incorrecto', justo él, un barón de la provocación de las ideas. Pero sucede que su columna 'Lifting y góndola' en el diario La Capital, de Rosario, Santa Fe, resulta una notable descripción del cambio de época que ocurre en los medios de comunicación. Entonces, hasta los jefes de prensa más ortodoxos han aplaudido la columna del 'Bigote', quien comienza a preocuparse qué fue lo que hizo para merecer ese castigo de la homologación por consenso. Pero vale la pena leerla, pese a los jefes de prensa:

ROSARIO (La Capital). La velocidad del medio no se corresponde con la actualización del mensaje.
El medio (todos) es la forma que tiene la sociedad de transmitir su pensamiento. Individualmente avanza (por todos los medios) para convertirse en colectivo. El pensamiento comunitario es la suma de estas acciones. En muchos casos contradictorias. Enfrentadas. Con un final que, en los años, con el tiempo, concluye por dar el perfil de la sociedad de donde partieron las propuestas individuales y las resultantes colectivas.
Las palomas. El correo del Zar. La pared: tiza y carbón. Las cuartillas urgentes. Los volantes callejeros. El telégrafo y su código. Los alaridos, la barricada. La aparición de la radio. La multiplicación de los medios impresos y su actualización. Sobre 1950 la televisión. Fin del plomo comienzo del frío, el hueco Offset. Ya la televisión, los satélites indicaron una velocidad fantástica. Muy real. La multiplicación de medios y la rapidez con que incidieron en la sociedad elimina un largo listado. Teléfono a manija hace poco. Cuatribanda ayer. Fibra óptica subterránea. Teléfono satelital. Nanochips. La velocidad de los medios es superior a la actualización del mensaje.
Todavía pertenecemos a un siglo XX que aceleró los medios al punto de la globalización. En el siglo XXI somos globales a pesar nuestro. Los medios son necesariamente globales. Al mensaje se le nota el raquitismo al instante.
En lo estrictamente político, devenido de una filosofía que se adopta y de una práctica que se necesita, la propuesta que lo cuenta está vencida. Se actualiza poco.
El mensaje político no ha superado la redacción que traía la vieja gacetilla. El texto no ha cambiado desde aquellos mimeógrafos a manivela y tinta embadurnando el rodillo (Gestetner, ése era el nombre) ni los que redactan tales gacetillas han superado los palotes en comunicación. Viejas argumentaciones. Similares adjetivos Digámoslo: no han llegado al siglo XXI. Ni siquiera advierten, algunos héroes del gacetilleo, que el pensamiento ordenado tiene hoy, debido a las redes sociales, otra secuencia.
Queda inscripto que los actores políticos deben advertirlo e integrarse. La vetustez es ceguera.
El medio ha sido muchísimo mas veloz que el mensaje político que transporta.
A la mesa de dirección (en diario, revista, televisión, radiofonía, páginas web, diario digital) no llega nada distinto a que llegaba hace muchos años. El comentario y relevamiento de viejos escritos, el trabajo de alumnos e investigadores universitarios, que alcanzan material, muestra que el lenguaje ha variado poco. No se pide una oferta política diferente a la que cada actor sostiene: se pide un lenguaje que pertenezca a la época. Ésta época. Todos los estudios señalan su ausencia.
El medio trae diferentes mensajes de cualquier parte. En ésa sumatoria se encuentra claramente expresada la contemporaneidad. La múltiple entrada, el bombardeo, los códigos visuales directos, el mensaje aleatorio, los links para engancharse de aquí y de allá, el residuo. El mundo global oferta todo y todo llega. Participamos de un mensaje colectivo.
Marshall Mc Luhan necesitaría una relectura. Nosotros la necesitaríamos. Debería ser de rigor paras los jefes de prensa de políticos. Están cobrando su sueldo. Aún los ganapanes deben trabajar.
Los que tienen una estafeta de correos y envían su tosco mensaje a un universo alquilado (se compran por miles las direcciones)
Los que vendieron un servicio de correos para diferentes actores políticos, como un abono mensual, y suponen que es lo mismo enviar correos indicando las bondades de una señora diputada que de un prolífico funcionario.
Los que, ya que tienen un banco de datos, disparan el mensaje (anuncian) para un artista, un político y un antitranspirante (ya han sido denunciados por Enrique Santos Discépolo, "todo es igual, nada es mejor").
Los que luego de leer las declaraciones de un adversario, a la vieja usanza del golpe por golpe, responden como si fuesen encíclicas: "urbi et orbi".
Los que no han entendido, siquiera, aquello tan elemental de imponer la agenda. Alejados del castellano resuelven un lenguaje cavernario, carcelario o de tribuna, choripán y birra tanto para un político fino y delicado como para otro no tan fino, no tan delicado
El mensaje (qué se dice y cómo se dice) adoptó hace tiempo la premisa del arte efímero.
"Debe hacerse, debe decirse, el mundo continuará igual sin nosotros. Hagámoslo. Por nosotros".
La política no es arte efímero. A este paso lo será.
El eje del asunto es sencillo de explicar y difícil de resolver. Los actores políticos no entienden el tema. Cargan su angustia: el anonimato. La contienda es destructora del ego. La globalización ha traído cierta desesperanza a la fila de los políticos. Están pagando una peluca telefónica, un lifting cibernético. Son su propio "papier view", carísimo espejo digital que sirve al autoengaño.
Llegó la tragedia para aquellos que tienen sus pies hundidos en el siglo XX. La digitalización del siglo XXI los convirtió en analfabetos digitales, a merced de los volatineros de la palabra que, por un mendrugo, venden una ilusión: "tu respuesta se leyó, escuchó, existís. Seguí participando… Espejito, espejito."
La intención es existir. El vendedor de los humos de las gacetillas gana su pan con el sudor de su ordenador de zonceras. Es lícito.
El ilusionado político no conversa con el pueblo, sino por medio de sus representantes: gacetillas y comunicados, porque de ése modo justifica su encierro. El microclima, la guarida, devuelve sonrisas. Mentiras. Baldado en la ternura, que ya no tiene, saldrá, en el año de elecciones, a besar chicos mocosos, como a comienzos de la democracia del siglo XX, para una foto, tan antigua como desgraciada. Se fue de los afectos y el relato. Se pasea en el purgatorio de la realidad virtual. Agoniza. No tiene cariño, no siente compasión, no puede vender pasiones. No las provoca. Híbrido del posmo que no dará cría.
Pedirá consejos que, en realidad, son contratos de ayuda para caminar, declarar, leer, pensar en un mundo diferente. Si no aprendió el lenguaje lo suyo será verdaderamente tramposo. Las próximas elecciones serán las primeras en que los sitios personales, las redes sociales, los mensajes de texto y los correos se incorporarán como medios no solo alternativos, en muchos casos decisorios.
La canción de Roberto Carlos pidiendo votos. Mensaje abierto a un millón de posibles electores que están en el espacio. La campaña de Obama, el ministro que trabaja para Twitter, ambos contestan personalmente. Es una señal.
El año 2011 será duro. Se termina la garantía de fábrica para todos los políticos sin lenguaje digital. Por el comportamiento (digital) las nuevas franjas etáreas saben la fecha tope de los candidatos. Nadie compra mercadería vencida. Los jefes de campaña están afligidos. Miran su fecha de fabricación. Pronto, todos juntos, saldrán de la góndola.
---------------
(*) Testigo.

Dejá tu comentario