La gran oportunidad argentina ('boom' de los emergentes)

Enorme oportunidad para los países emergentes, y la Argentina es uno de ellos. Hay que gestionar pésimo el país para desaprovechar el escenario que describe la consultora Economía & Regiones. En superoptimista enfoque, agregó; "Este cambio estructural se relaciona con el incremento del ingreso per capita en China e India y su impacto en la demanda global de materias primas y energía, presionando los precios al alza. Este nuevo escenario internacional contribuiría a minimizar la probabilidad de ocurrencia de crisis de 'stop and go' en los emergentes, brindando condiciones necesarias (aunque no suficientes) para que sus economías transiten un sendero sostenido de crecimiento".

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Economía & Regiones). Cuando se compara la primera década del siglo XXI con las décadas del ‘80s y ‘90s, se advierte que hubo un cambio estructural en la economía mundial que, según las
proyecciones del FMI, seguiría profundizándose en el corto, mediano y largo plazo.
China e India triplicaron en estos años su peso relativo en el PBI mundial. En la actualidad, los dos gigantes asiáticos representan el 11% de la economía mundial, mientras que, a comienzos de los ‘80s, no llegaban a sumar el 4% del producto global.
Y de continuar el camino que transitan hoy en día, en 2015 representarían más del 15% del producto mundial total.
Justamente, el cambio estructural de la economía mundial se relaciona con el incremento del ingreso per cápita en China e India y su impacto positivo en la
demanda global.
En los últimos 30 años el consumo per cápita de carne de cerdo se duplicó en China, pasando de 15 a 33 kilogramos por año. Al mismo tiempo, el consumo por habitante de aves de corral y de carne vacuna se quintuplicó y duplicó respectivamente.
Paralelamente, el sostenido crecimiento de China e India también implicó un importante desarrollo de sus respectivos sectores industriales, forjando incrementos en la demanda de materias primas y energía, que presionan los precios al alza.
Como consecuencia de lo anterior, a partir de 2003 el precio del petróleo se incrementó vertiginosamente y, en respuesta a dicho incremento, se consolidó el nuevo, potente y estratégico mercado mundial de las alternativas energéticas en base a recursos renovables, como la soja y el maíz.
De esta manera, la demanda de cereales y oleaginosas y sus subproductos (especialmente el aceite de soja) con destino a la producción de biocombustibles se expandió exponencialmente, absorbiendo más de la tercera parte de la producción mundial.
Este conjunto de cambios estructurales se reflejó en los precios internacionales de todas las materias primas en general, y de los productos de origen agrícola en particular, que comenzaron a incrementarse a partir de mediados de los ’90.
Así, los precios de la soja aumentaron más del 146% desde 1990 hasta el presente, en tanto que los del maíz lo hicieron en el 210% durante ese período. A su vez, casi todos los demás cereales y oleaginosas (y sus subproductos) también experimentaron importantes aumentos durante esos períodos.
Los precios de los minerales que se utilizan intensivamente en la construcción y en algunos sectores de la industria, como el cobre, el acero y el hierro, también subieron exponencialmente.
De acuerdo con las proyecciones del FMI, durante los próximos 5 años China e India continuarían creciendo vigorosamente, registrando tasas de expansión anual que promediarían un 9.7% y 8.2% respectivamente.
 
En este marco, los 2 gigantes asiáticos seguirían ganando peso relativo en el escenario económico global y llegarían a representar aproximadamente el 15% del producto mundial en 2015. Este continuo aumento de la importancia relativa de China e India impactaría positivamente sobre la demanda y los precios internacionales de las materias primas en general, y las oleaginosas y cereales en particular.
Sin lugar a duda, este cambio estructural del escenario económico mundial (cuya profundización se espera en el futuro) presenta, como toda transformación, oportunidades, pero también desafíos y amenazas.
En primer lugar, el mundo estaría brindando grandes oportunidades para los países exportadores de materias primas.
En efecto, el incremento de la demanda mundial de productos de base agrícola, impulsado por el crecimiento poblacional, la mejora en la calidad de las dietas y el desarrollo de los biocombustibles, alcanzaría entre un 4% y un 5% anual, garantizando una entrada neta de dólares (a las economías productoras
y exportadoras de soja; maíz; trigo; cobre; aluminio; acero; hierro y petróleo).
En otras palabras, el cambio estructural de la economía mundial ha generado que las economías emergentes pasen de tener déficit a presentar superávit estructural en sus cuentas corrientes.
En el período 2000 / 2010, los emergentes registraron un superávit de cuenta corriente anual que, en promedio, ascendió a 2.7% de su producto. Por el contrario, en los ‘80s y ‘90s registraron déficits crónicos de sus respectivas cuentas corrientes.
En otras palabras, las oportunidades se aprecian cuando se considera que el nuevo escenario internacional contribuiría a minimizar la probabilidad de ocurrencia de crisis de "stop and go" en los emergentes, brindando condiciones necesarias (no suficientes) para que sus economías transiten un sendero sostenido de crecimiento.
Para entender lo anterior hay que recordar que las crisis de "stop and go" se originaban a partir del hecho que los sectores externos de los países en vías de desarrollo no tenían la capacidad de generar la cantidad de dólares que sus economías demandaban.
Por ende, a medida que se intensificaba el proceso de crecimiento, el exceso de demanda de dólares se incrementaba (la demanda de dólares crecía más
aceleradamente que la oferta) absorbiendo las reservas internacionales; lo que forjaba una crisis de balance de pagos que devenía en una devaluación de la moneda local.
Al mismo tiempo, la devaluación desencadenaba un proceso inflacionario, elevando costos y precios y deteriorando el salario real.
La caída del poder de compra del salario, sumado a la reducción de las importaciones (encarecidas por la devaluación), generaba una retracción en la demanda agregada, que conducía a una recesión y, de esta manera, se restablecía el equilibrio en las cuentas externas; lo que equilibraba el mercado cambiario, aunque con un costo enorme desde el punto de vista social y productivo.
Por el lado de los desafíos, según nuestro punto de vista, la apreciación del tipo de cambio real es el mayor reto macroeconómico que enfrentan los países emergentes beneficiados por el nuevo contexto internacional.
A partir de 2003, el flujo neto de dólares a las economías emergentes hizo que sus monedas se aprecien.
De todos modos, la apreciación nominal (contra el dólar) difiere de país a país, porque los distintos bancos centrales no aplican las mismas políticas cambiarias.
Algunos países, como China, fijan el tipo de cambio nominal contra la divisa norteamericana y sólo permiten que se aprecie esporádicamente. Otros países, como Chile, permiten una apreciación acotada del tipo de cambio nominal.
Específicamente, en Chile la moderada apreciación cambiaria se efectiviza comprando el exceso de oferta de dólares con ahorro genuino (los pesos del fondo anti cíclico que se financia con superávit primario del gobierno nacional).
Brasil, por el contrario, (sí) permitió que su moneda se apreciara marcadamente contra la divisa norteamericana; en efecto, el Banco Central de Brasil (BCB) permite que el tipo de cambio nominal sea determinado, en gran medida, por las condiciones de oferta y demanda en el mercado cambiario.
Pensando en el mediano y largo plazo, el mayor desafío que conlleva la apreciación del tipo de cambio -para las economías emergentes- es el encarecimiento de la mano de obra, lo cual podría traer aparejado pérdida de puestos de trabajo, aumento del desempleo, la pobreza y la indigencia, impactando regresivamente sobre la distribución del ingreso.
Sin lugar a duda, la repercusión de la apreciación del tipo de cambio diferirá de país en país, y su impacto dependerá del entendimiento que cada dirigencia tenga de este nuevo fenómeno.
En este sentido, creemos que será fundamental el desarrollo de instrumentos y políticas anti cíclicas que tiendan a suavizar los efectos negativos de la
apreciación cambiaria.
La política fiscal tendrá un rol fundamental para mitigar la apreciación cambiaria nominal en forma genuina. Si se quisiera amortiguar la apreciación cambiaria, se debería generar el ahorro público necesario para comprar todo el exceso de oferta neta de dólares con ingresos genuinos.
Puntualmente, en este nuevo contexto de entrada neta estructural de dólares que afrontaría Argentina, los altos niveles de inflación serían la principal amenaza para nuestra economía.
Por último, si se tiene en cuenta que la restructuración (pública y privada) de la deuda argentina, hizo caer significativamente el ratio "deuda/PBI", redujo la tasa de interés promedio y sustituyó deuda en dólares por endeudamiento en pesos, además de que, en la actualidad, el BCRA tiene un stock de reservas que antes no tenía, se necesitan menos dólares para cubrir las necesidades de la deuda externa que en los ’80s y ‘90s.
Paralelamente, el sector externo (por el cambio estructural de la economía mundial) tiene mayor capacidad de generar dólares que la que tenía en los últimos 20 años del siglo pasado.
En pocas palabras, la economía argentina necesita hoy en día menos dólares, pero tiene aseguradas paradójicamente mas divisas que en el pasado.
Sin lugar a duda, esta es una gran oportunidad para que el mercado doméstico y el PBI per cápita crezcan en nuestra economía.

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